Charo López: “Con esta nariz y este perfil, no me dejaron hacer comedia”
La actriz salmantina, a punto de cumplir 77 años, recibe la Espiga de Honor de la Seminci de Valladolid
La voz suena como un trueno en una noche silenciosa. “Hola, soy Charo”. Y sin que haga necesidad, aclara: “Charo López”. La actriz, un mito (a ella le da la risa con el calificativo: “Solo soy un ser humano”) de la interpretación española, no tiene representante: ella misma gestiona sus proyectos, sus tiempos y sus entrevistas, que realiza por teléfono ante el avance inexorable de la segunda ola de la covid-19. “Las entrevistas no me gustan mucho. Bueno depende de quién”, y suelta una carcajada: el rayo iluminador que va detrás del crujido en la tormenta.
“Como todo el mundo, no estoy cómoda estos días con la situación” que le impone la pandemia: mucha distancia y precaución. Por eso en la Seminci de Valladolid, donde recibe una Espiga de Oro a dos días de su 77 cumpleaños, ha limitado sus contactos. “Cuando me anunciaron el premio, yo estaba en unos días de incertidumbre y preocupación, y de repente este anuncio me hizo alegrarme, y recordar lo mejor de esta profesión. No te engaño, es una fantasía que dura un rato. Estamos con el virus acechando y las bajadas de ánimo me llevan a una tristeza... Sí, haces cosas en casa que antes no realizabas por falta de tiempo, como ordenar armarios, o contactar con amigos, pero no es consuelo”.
Cuando López cumplió 65 años, se autosugestionó con la posibilidad de una cierta jubilación. “Nada, fueron tonterías de juventud. Pensé en mi fantasía que mi camino cambiaría y me llevaría hacia otros derroteros. No se ha cumplido nunca: trabajo mucho más, me ocupo de más cosas, estoy cansadísima... No estoy haciendo las cosas como yo querría, pero, ¿quién las hace? Yo no”. Y asegura que cuando acabe la pandemia, dirá más veces que no a propuestas que realmente no le llenen.
¿De verdad Charo López nunca ha sido libre como para rechazar, por ejemplo, proyectos? “Siempre he sido de no fácil, aunque a la hora de la verdad, como actriz que soy, lo llevo en mi ADN, acepto muchas historias. En cambio, me niego a muchas cosas ajenas a mi trabajo que yo consideraba frívolas o un sinsentido. De mis cosas no hablo que me da vergüenza. Y sin caer en ello no me ha ido mal”. Por cierto, saca una gelidez bieneducada cuando se le pregunta por un rodaje reciente: “Siguiente pregunta”.
La actriz ha conocido generaciones y generaciones de cineastas, y no quiere dejar sin recordar a los que más ha querido: Gonzalo Suárez fue quien la convenció para que fuera actriz, con él ha rodado siete largos y la serie Los pazos de Ulloa (“Gonzalo es una mariposa que no se deja clasificar en un cartón, parafraseando a Cortázar, es único -¿sabes que en los descansos del rodaje de Ditirambo me hacía boxear con él?- y siempre lo he tenido cerca; ahora estamos esperando para filmar, cuando nos deje la pandemia, Palabras en penumbra”); a Mario Camus le agradece, entre otras cosas, su personaje de Mauricia en Fortunata y Jacinta, o su aparición en La colmena; a Pedro Olea le considera otro hermano del camino. Y ahora ha encontrado en Juanma Bajo Ulloa a “un cineasta muy libre”, con el que ha hecho dos filmes, el último, Baby, recién estrenado en Sitges. ¿No le han faltado comedias? “Con esta nariz, con este perfil grecolatino, con estos pelos negros y estos hombros, nunca me dejaron. Me empujaron a la tragedia: a hacer llorar o a llorar yo”. Por eso ella misma fue a por Dario Fo para que le dejara traer a España Tengamos el sexo en paz.
López estudió Filosofía y Letras en Salamanca. Allí conoció y se casó con el historiador cinematográfico y director Jesús García de Dueñas, y juntos vinieron a Madrid: él estudió en la Escuela de Cine, ella trabajó como profesora e hizo algún pinito en los escenarios. Su mención quiebra la voz de su primera esposa, porque García de Dueñas falleció el pasado mayo. “Un día fuimos a un festival de jazz a Barcelona, cenamos con Gonzalo Suárez y él me propuso hacer Ditirambo. Yo era muy joven, muy abierta a la vida y me pareció hasta normal. Dudé, y le pregunté a Jesús, que me dio mi primera lección de independencia: 'Tú tienes que hacer todo lo que te guste y quieras hacer”.
Estudió interpretación, encadenó éxito tras éxito en cine, televisión y teatro. “Viví los mejores tiempos de Estudio 1, donde aprendí sobre la técnica y las cámaras con compañeros-genio como Bódalo, Delgado o Puente. Nunca supe adecuarme a las tres cámaras, yo era muy bestia, y en realidad, la tele que yo hice fue cine para televisión, como Los gozos y las sombras. Llámalo televisión rodada. El teatro me gusta hacerlo, el cine me chifla verlo”, señala.
¿Alguna espinita clavada? “Pues no trabajar con Luis Buñuel en La vía láctea, porque me vetó el sindicato de actores franceses... ¡Qué lástima! Y tantas otras, como Matador, de Pedro Almodóvar... Hay películas que tenía que haber hecho, y no pasó por una única razón: porque tengo miedos, me reprimo demasiado. Algunas propuestas estupendas las rechacé por pánico. Llegado a este lugar de la vida, me arrepiento. Tanto miedo, ¿por qué? ¿Para qué? ¿Será la Salamanca que llevo dentro desde el colegio de las jesuitinas?".
El machismo en España
Aún quedan desigualdades de género en la España de 2020. “Yo creo que el machismo en España tiene que ver con las personalidades masculina y femenina, y en cómo hemos organizado esta vida. Sinceramente, en mi profesión de actriz no he encontrado machismo, y muchas veces salen antes en los créditos los nombres de las intérpretes, y que cobren más, que los hombres. Fuera del trabajo, cada uno se manifiesta de acuerdo a sus principios”. Pero la salmantina recuerda que ha colaborado con pocas directoras. Entre ellas, Pilar Miró, Josefina Molina en 'Lo más natural', o Isabel Coixet. “La desigualdad viene de muy lejos y muy mal. Se tardará mucho en equilibrar, y la condición femenina está muy mediatizada por hechos exteriores, como las pocas productoras femeninas”, dice la actriz.
Babelia
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