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“¡La de pasadas por la Historia que ha dado Politeia!”

La veterana fundación publica una antología de sus debates sobre los interrogantes del mundo

Juan Cruz
La fundadora de Politea, Jorgina Gil-Delgado, y su esposo, el político Joaquín Satrústegui.
La fundadora de Politea, Jorgina Gil-Delgado, y su esposo, el político Joaquín Satrústegui.

Jorgina Gil-Delgado (1921-2013) formó parte del alto porcentaje de españolas que no pudo ir a la universidad en los años treinta. Pero su empeño en aprender la llevó a las aulas, como estudiante libre, y esa misma pasión fue la que la hizo rodearse de profesores de primera línea cuando, en 1969, creó Politeia. Esta fundación de debates históricos y culturales cumple ahora medio siglo, y los celebra publicando (en Galaxia Gutenberg) 1278 páginas de apretada sabiduría. Escritores o profesores, como Enrique Tierno Galván o Gonzalo Torrente Ballester, María Rosa Alonso o Julián Marías, Isabel Burdiel o Pedro Laín Entralgo, Dionisio Ridruejo o Fernando Zóbel escriben sobre lo que en su día fueron lecciones magistrales dadas por ellos o por muchísimos más en las aulas que sucesivamente han ocupado los encuentros de Politeia.

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Gil-Delgado era, dice su hijo Miguel, “un caso especial de tenacidad”, como su marido, Joaquín Satrústegui, político liberal monárquico que, en 1962, fue desterrado por la dictadura a Fuerteventura. Miguel Satrústegui Gil-Delgado (desde el martes, patrono del Museo del Prado) es el presidente del patronato de Politeia. Profesor honorífico de Derecho Constitucional de la Universidad Carlos III, ha tenido altos cargos en el Ministerio de Cultura y en el Grupo Prisa, editor de EL PAÍS. Recuerda que, durante aquel destierro de su marido, su madre concibió la idea de crear Politeia. Ella hacía reseñas de conferencias para el diario ABC, entre ellas las de Xavier Zubiri, de legendaria complejidad.

La frecuencia de su trato con intelectuales y profesores y la calidad de su trabajo le dieron crédito entre el mundo académico. Y de ahí nació la idea de Politeia. Se trataba de juntar a un público deseoso de conocer la historia de la cultura, “de los orígenes del hombre al mundo del Renacimiento” a “la época del Barroco al mundo contemporáneo”, que son los títulos respectivos de los dos tomos de que consta esta compilación, coordinada por el propio Satrústegui.

Jorgina Gil-Delgado, en una imagen sin datar.
Jorgina Gil-Delgado, en una imagen sin datar.

En el prólogo, este sobre el contenido de los criterios de su madre al crear esta plataforma: “independencia institucional, sistematicidad de la programación y convocatoria de un profesorado excelente seleccionado sin sectarismo ideológico”. La fundación ha vivido siempre de las matrículas de los alumnos que los martes y jueves de cada semana asisten a las lecciones de Politeia. La historia, en todas sus variantes, sigue siendo la base del aprendizaje. En la celebración pública de su vigésimo aniversario, Julián Marías exclamó: “¡La de pasadas por la Historia que ha dado Politeia!”

La fundación ha pasado por diversas sedes; congrega “a un público inteligente, culto y fiel” en el salón de actos de los Maristas de Chamberí. Dice Satrústegui que las circunstancias actuales aconsejan repartir la audiencia (entre cuatrocientas y quinientas personas cada día) entre presencial y telemática. Los dos volúmenes que dan crédito al esfuerzo de mujer tan tenaz resumen, según Satrústegui, una experiencia de medio siglo que sintetiza elementos valiosos de una sociedad que, en ese momento, “trataba de liberarse de las restricciones de la dictadura”. Entonces la cultura “era una forma de contestación, y ella abrió espacio, con la ayuda de mi padre, para que miembros de la oposición democrática expusieran, con un criterio de excelencia, su sentido de la historia”.

Gil-Delgado, dice su hijo, “lo empezó a hacer por el entusiasmo de conocer. Eso es lo que sigue marcando la forma de ser de Politeia”. En su introducción su hijo la recuerda “en el saloncito de arriba de su casa (…) sentada frente a la máquina de escribir o el ordenador (…) trabajando a veces hasta altas horas de la noche” para poner por escrito las sucesivas grabaciones “de las últimas conferencias de Politeia”. Todo nació de su curiosidad, el signo de interrogación que presidió su fundación y su ansiedad de saber.

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