Así retrató Alberto Schommer la cultura española
El Museo Cerralbo expone cerca de 80 retratos tomados por el fotógrafo vasco a personalidades de las artes
En un periodo de tanta incertidumbre como el de las postrimerías del franquismo, el fotógrafo Alberto Schommer (Vitoria, 1928-Madrid, 2015) decidió que era el momento de romper con el retrato tradicional y experimentar una nueva manera de mostrar a los personajes. Esa estética, que con los años se balanceó entre, por un lado, el surrealismo y una puesta en escena barroca, y, por otro, la sobriedad, es la que puede contemplarse en una exposición en el Museo Cerralbo, en Madrid. La muestra, titulada Contemporáneos, abierta hasta el 10 de enero, se enmarca en este PHotoEspaña atípico por la crisis del coronavirus, que ha obligado a restringir las presentaciones oficiales y alterar el calendario.
Ana Berruguete, comisaria de esta muestra, que ya se vio en Vitoria y Segovia y en la que ha colaborado la Fundación Alberto Schommer, ha seleccionado cerca de 80 retratos, todos en blanco y negro y solo de personalidades de la cultura nacional, entre los que hay algunas imágenes casi desconocidas, “como la de una jovencísima Sara Baras”, señala Berruguete. La exposición se abre con la serie Retratos psicológicos, en la que trabajó entre 1969 y 1973, y que se publicó en Abc. En estas imágenes, “Schommer creaba escenografías, rodeaba a sus personajes de elementos simbólicos y no dejaba nada al azar, era muy meticuloso. También tira mucho de ironía”, añade. Así sucede con el retrato de Dalí, de 1973, en el que una mano sitúa una corona sobre la cabeza del genio. Además, hay alguno de exterior, como el del escritor Ramón J. Sender en el andén de una estación de tren con una maleta y plantado entre dos carteles de “entrada” y “salida”. Magistral es el del filósofo Julián Marías, cuyo rostro se refleja en uno de los cristales de un vidrio hecho pedazos.
Este lenguaje fotográfico sorprendió en la España del tardofranquismo y en ocasiones no era bien visto. "Él contaba que, a veces, los retratados no estaban contentos con el resultado porque no era la típica foto posada. Sin embargo, creó una gran expectación por ver cómo quedaría la siguiente celebridad en la nueva entrega de su serie en la prensa”. Los fotografiados tenían que aguantar largas sesiones, pero sabían que estar bajo su foco era señal de ser alguien en la cultura española.
Schommer no era un diletante que buscase epatar con lo superficial. Había comenzado como pintor, aprendió los rudimentos del oficio de su padre, también fotógrafo. Fue decisivo para decidir su futuro la emoción que le suscitó una exposición de Edward Steichen en el MoMA. Formó parte del grupo Afal, que renovó con una mirada neorrealista la fotografía española a finales de los cincuenta, con artistas como Carlos Pérez Siquier, Ramón Masats, Ricard Terré, Oriol Maspons, Gabriel Cualladó… En 1958 se trasladó a París para trabajar como fotógrafo de Balenciaga. A su vuelta, a principios de los sesenta, se dedicó a la fotografía industrial, lo que le permitió abrir su estudio en Madrid.
Retratista del rey Juan Carlos
Retratista del rey Juan Carlos y por extensión de la Transición, Schommer fue el primer fotógrafo que ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en 1996. Centró su discurso, Elogio a la fotografía, en el retrato, que él definía como “el enfrentamiento consentido de dos personas poderosas que se observan activamente”.
En esa época, publicó una exitosa serie en EL PAÍS, Actitudes, en la que se enfrentó cara a cara con el fotografiado, sin adornos. Como puede comprobarse en la exposición del Museo Cerralbo, se trata de un lenguaje más sobrio, en ocasiones con primeros planos en los que solo permite una mano apoyada en la mejilla, en actitud pensativa, como ocurre con Elías Querejeta, Fernando Savater o Miquel Barceló. Apenas hay puesta en escena en los retratos de Carmen Martín Gaite, Eduardo Arroyo o Miguel Delibes. Un cambio en su manera de mirar que, apunta la comisaria, “va unido a la evolución del contexto social y político; en la etapa anterior sus fotos tenían una doble lectura, obligada por la censura”.
Ese gusto por la sencillez se mantiene en el trabajo Retratos año 2000, que también publicó EL PAÍS. Tomas frontales como la de Ainhoa Arteta o la de Camarón de la Isla tocando las palmas y con los ojos cerrados por el sentimiento. De fondo, un telón gris.
El montaje de la exposición sobre Schommer, artista que fue distinguido con el Nacional de Fotografía en 2013, finaliza con la inquietante serie Máscaras, realizada a mediados de los ochenta y en la que, jugando con la luz cenital, muestra solo las cabezas de los elegidos y con los ojos en negro. Son 18 imágenes que se expusieron en el Museo del Prado en 2014: Aleixandre, Berlanga, Chillida... todos con pose solemne. Un trabajo que ejemplifica el afán experimentador de un retratista cuyo secreto estaba, como él mismo decía, “en disparar cuando el retratado deja de posar”.
Babelia
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