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La ciudad oretana “congelada en el tiempo”

Un estudio de la Universidad de Murcia califica de “tesoro único”, tras 25 años de investigaciones, la íbera Libisosa destruida por los romanos en el siglo I a. C.

Vista aérea del yacimiento de Libisosa.Vídeo: Junta de Castilla-La Mancha | Héctor Uroz / Universidad de Murcia
Vicente G. Olaya

Nadie sabe con seguridad si la pequeña oretana, apenas una niña de menos de nueve años (los arqueólogos la llaman cariñosamente Angelita), fue víctima del ejército de los optimates o de los populares, las dos facciones que luchaban por el poder en Roma y cuyas consecuencias se hicieron sentir por todo el imperio. En especial en Hispania, donde el enfrentamiento abierto entre ambos bandos –conocido como Guerras Sertorianas (82 al 72 a. C.)- lo protagonizan los procónsules Sertorio y Metelo, y supusieron la destrucción de numerosas poblaciones autóctonas y romanas que apoyaban a uno u otro contendiente, entre ellas, la oretana Libisosa, en el actual término municipal de Lezuza (Albacete).

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Los análisis osteoarqueólogicos demuestran que la pequeña murió “víctima de un impacto en la cabeza”. Sus restos, abandonados en mitad de una calle junto a su collar de 28 cuentas de vidrio, hablan de una destrucción “precipitada y sistemática” de la ciudad fortificada (oppidum), pero también relatan lo mismo los miles de objetos que los expertos han encontrado en los últimos 25 años en excelente estado (cerámicas, herramientas de hierro, tesorillos monetarios, armamento, vajilla de bronce…) y, sobre todo, las impresionantes estructuras constructivas que, a causa de su rapidísima destrucción, quedaron “congeladas” en el tiempo, según el último estudio: Libisosa. Un “tesoro” para la investigación de Iberia e Hispania, firmado por el profesor de Historia Antigua de la Universidad de Murcia Héctor Uroz Rodríguez.

Libisosa es algo “excepcional, único”, explica el experto cuando intenta describir este yacimiento de unas 30 hectáreas de las que apenas se ha excavado el 10%. “Si en tan poco terreno hemos encontrado tanto y tan bien conservado, no sé lo que podremos hallar en el futuro” en esta investigación codirigida por Uroz Rodríguez, el también profesor de la Universidad de Murcia José Antonio Molina y el catedrático jubilado de la Universidad de Alicante José Uroz Sáez, iniciador del proyecto.

Vaso ritual de la diosa y el príncipe del yacimiento de Libisosa.
Vaso ritual de la diosa y el príncipe del yacimiento de Libisosa.Héctor Uroz

Los oretanos –nombre que le dieron los romanos a las poblaciones iberas que ocupaban parte de las actuales provincias de Albacete, Jaén y Ciudad Real- eligieron el actual cerro del Castillo, en Lezuza, para levantar su oppidum en el siglo V a.C., aunque el yacimiento conserva huellas desde la Prehistoria. Lo formaba un amplio entramado urbano con todo tipo de edificaciones, incluidos lugares donde se llevaban a cabo rituales que se pueden reconstruir con todo lujo de detalles gracias a la cantidad de objetos recuperados.

Pero Roma lo destruyó en el I a.C. y sobre él acabaría erigiendo la colonia Libisosa Foroaugustana, que aparece mencionada por Plinio el Viejo. No existe ninguna fuente que pueda explicar a qué bando romano se acogió Libisosa, ni cómo desapareció, pero sí se sabe que estaba en un lugar geoestratégico demasiado relevante para pasar desapercibida. “Se hallaba en una encrucijada clave para el paso de los contingentes militares de la guerra” y junto a la “única importante vía de comunicación existente en época republicana: la vía Heraclea, que controlaba el paso entre el sur y el Levante peninsular”. Que se viese implicada en la contienda sertoriana era solo cuestión de tiempo.

Hallazgo de ánforas romanas en el yacimiento de Libisosa.
Hallazgo de ánforas romanas en el yacimiento de Libisosa.Héctor Uroz

Queda constancia arqueológica de que el ejército romano “tras arrasar el oppidum, levantó apresuradamente en una superficie de unas nueve hectáreas [un tercio de lo que ocupaba el asentamiento inicial], una muralla de tres metros de anchura seguramente para atrincherarse en la parte más elevada”. Pero los romanos no se molestaron en arrasar el barrio ibérico hasta los cimientos, lo que ha permitido a los arqueólogos de las Universidades de Alicante y Murcia encontrar una imagen inalterada de sus edificios y de su contenido tal y como se encontrarían en el momento inmediatamente anterior a la devastación. Sepultados por sus paredes de adobe.

“Estamos posiblemente ante una ciudad estipendiaria que tuvo que encontrarse en régimen de deditio in fidem [rendición sin condiciones], como casi todas las comunidades indígenas que no desaparecieron en los primeros compases de la conquista romana, y que mantendría su ordenamiento beneficiada por su situación geoestratégica y los contactos comerciales y políticos que ofrecía”, explica Héctor Uroz.

Así, en la parte norte del yacimiento investigado –financiado por la Junta de Castilla-La Mancha, la Diputación de Albacete, el Instituto de Estudios Albacetenses, el Ayuntamiento de Lezuza y las Universidades de Murcia y Alicante- se han excavado dos barriadas con una treintena de espacios íberos, organizados por manzanas y atravesados por diversas calles, que fueron objeto de reformas y ampliaciones al menos desde principios del s. II a. C. y hasta su destrucción en el primer tercio del siglo I a.C.

Tedero de hierro hallado en el barrio iberorromano de Libisosa, de unos 2.100 años de antigüedad.
Tedero de hierro hallado en el barrio iberorromano de Libisosa, de unos 2.100 años de antigüedad.Héctor Uroz

Entre las construcciones desenterradas destaca una de 181 metros cuadrados de planta trapezoidal que debió contar con una planta superior y que estaba dividida en seis estancias. “Su excelente estado de conservación”, detalla el profesor, “constituye una fuente de conocimiento privilegiada de la arquitectura de la época, con zócalos de mampuestos, alzados de adobe o tapial de casi dos metros de altura”. Los expertos creen que se trata de un edificio oligárquico destinado al control de las diversas esferas de la economía, desde actividades textiles al control de los excedentes.

Pero, además, se ha hallado próxima otra construcción de unos 175 metros cuadrados “identificable con claridad debido a un estado de conservación” que se corresponde con un lugar de culto con cinco estancias. En su interior, los “hallazgos han sido extraordinarios”, menciona Uroz, entre los que destaca un vaso antropomorfo que habría servido al mismo tiempo “como objeto ritual y como lienzo para plasmar la memoria histórica aristocrática”.

Los expertos creen que se utilizaba en los procesos de cohesión y propaganda de la élite local con su clientela. “La cerámica ibérica encontrada convierte a Libisosa en un campo privilegiado para su estudio. La conservación del metal y, por ende, la omnipresente variedad de herramientas y utensilios recuperados en cada uno de los departamentos es igualmente extraordinaria”, asevera el profesor, que destaca también los hallazgos numismáticos, de los que más de un centenar y medio de monedas son íberas, en su mayoría acuñadas en la ceca de Cástulo (Linares, Jaén, en lo que sería el sur de Oretania).

Vista del gran edificio oligárquico hallado en Libisosa.
Vista del gran edificio oligárquico hallado en Libisosa.Héctor Uroz

No obstante, Uroz destaca también una vajilla de bronce romana que sobresale “por número de piezas, variedad formal y nivel de conservación sin parangón, lo que erige, posiblemente, al conjunto de Lezuza, en el contexto hispano con mayor potencial para el estudio de la vajilla de bronce itálica, su funcionalidad y su trascendencia”.

Lo importante de esta vajilla, añade el estudio, es que funciona como un argumento añadido para demostrar que en Libisosa se produjo lo que la historiografía llama hospitium militare sub tectis; es decir, los soldados de Roma se distribuían por las casas de los indígenas para pasar el invierno, “una especie de impuesto que hacia compartir el gasto del mantenimiento de los ejércitos a las provincias conquistadas”, dice el profesor. Y es que en esos momentos Libisosa ya no era oretana sino romana, como la colonia latina que fue a buscar hace 25 años la Universidad de Alicante y que terminó desenterrando de forma inesperada un extraordinario oppidum oretano “congelado” en el tiempo.


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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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