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La música vuelve al Liceo ante un ‘público’ de 2.292 plantas

2.292 plantas llenan las butacas del coliseo de La Rambla en una insólita y balsámica 'performance' del artista Eugenio Ampudia

Concierto en el Liceo para un "público" formado por 2.201 plantas, que luego serán entregadas a personal del Clínico de Barcelona.
Concierto en el Liceo para un "público" formado por 2.201 plantas, que luego serán entregadas a personal del Clínico de Barcelona.Albert Garcia

Ni famosos, ni políticos, ni forofos de la ópera. Las plantas, exactamente 2.292 plantas, han tenido esta tarde del lunes el privilegio de ser el primer público del Liceo en su retorno a la música en vivo tras la finalización del estado de alarma por la pandemia del coronavirus. Insólita, curiosa y saludable propuesta. A las plantas les sienta bien la música -probablemente la música nos sienta bien a todos los seres vivos del planeta-, por eso contemplar, aunque sea virtualmente, la platea y los cinco pisos del Liceo transformados en un inmenso jardín ha sido, además de una sorpresa, una balsámica experiencia con la música evocadora del joven Puccini en una acción del artista conceptual Eugenio Ampudia.

Nunca un concierto ha durado tan poco en el coliseo de la Rambla como el publicitariamente llamado, quizá de forma algo pretenciosa, Concierto por el bioceno: apenas siete minutos de música, los que dura la elegía Crisantemi para cuarteto de cuerda que Giacomo Puccini compuso en enero de 1890 en memoria de Amadeo de Saboya, segundo hijo del rey de Italia, Vittorio Emanuele II, cuya repentina muerte a los 45 años conmocionó al país. Sin darle mucha importancia, Puccini la definió en el autógrafo como un Breve improvisso, pero emocionó tanto al público que su editor y mecenas Ricordi la publicó de inmediato.

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El lirismo de Puccini emociona siempre, aunque sea por streaming. De hecho, pusieron toda su alma y hondo sentido musical los cuatro miembros de la orquesta de Liceo -los violinistas Yana Tsanova y Oleg Shport, la viola Clair Bobij y el violonchelista Guillaume Terrail, en una interpretación de Crisantemi de alta intensidad emocional y simbólica. A su término, las plantas, agradecidas y silenciosas -¡por fin un público que no tose ni carraspea en el Liceo!- “aplaudieron” a su manera esta música cargada de dolor y abatimiento gracias a un audio del sonido de las hojas chocando entre ellas, mecidas por el viento.

El sonido de la naturaleza, convertido por la tecnología en un aplauso inesperado, de precioso efecto, con los cuatro músicos saludando a las plantas mientras ellas agradecían el regalo musical, cobró una calidez inusitada en un final de la transmisión muy emocionante.

Dicen que a las plantas les sienta de maravilla la música, en especial la de Mozart. Esperemos que la tristeza del lamento pucciniano les haya proporcionado la misma paz espiritual. En Crisantemi, Puccini quería conmover con la máxima fuerza emocional al espectador. Por ello, más adelante reutilizó esta música para cuerda en el acto final de Manon Lescaut, su tercera ópera y el título que le catapultó a la fama en la escena lírica internacional. Tremenda y lacrimógena escena, por cierto, ambientada en un desierto en los confines de Nueva Orleans que plasma el desgarrador final de Manon y su amado Des Grieux, exhaustos y moribundos.

En el contexto del dolor y la muerte que ha causado, y sigue causando, la Covid-19, contemplar el habitual paisaje liceista -tan mundano y bullicioso antes de levantarse el telón-, transformado en una selva de plantas ha sido una experiencia artística y musical impresionante y no solo por lo insólito de la situación, sino por su significado. Después de más de tres meses de silencio forzoso, el regreso a la música del coliseo musical ha cobrado en esta acción una fuerza simbólica y mediática tan oportuna como necesaria en estos tiempos marcados por la incertidumbre.

Eugenio Ampudia sabe conectar con todo tipo de públicos con acciones directas y sencillas cargadas de significados. En el Palau de la Música el artista vallisoletano hizo una de sus performances más conocidas, dormir en un centro cultural. En el templo modernista lo hizo encima de un piano y en el Museo del Prado durmió a los pies de un cuadro. Pero lo del Liceo ha sido mucho más original.

Blanca de la Torre, comisaria de la iniciativa, propuso la idea de relacionar al ser humano con la naturaleza y en esta acción, los humanos hemos tenido que conformarnos con seguir confinados virtualmente para disfrutar por streaming una dosis de Puccini que en el teatro, transformado en una pequeña selva, ha nutrido las raíces de 2.292 plantas.

Tiene mucha razón Víctor García de Gomar, director artístico del Liceo, al situar el testimonio de Almudia y el valor simbólico de una acción en la que “proyecta su carga emocional e intelectual en la esfera del compromiso colectivo”. “Esta acción en el Liceo plantea muchas preguntas sobre el traje absurdo que lleva la condición humana durante este confinamiento: un público privado de la posibilidad de ser público”.

Esta performance forma parte de la apuesta artística del Liceu de les Arts, que abre las puertas del teatro a un diálogo de las artes con la música de una forma transversal. A las plantas, algunas de tamaño considerable y procedentes de viveros de la zona, se les ha asignado una butaca junto con la localidad validada por el artista, y serán entregadas a los profesionales sanitarios del Hospital Clínic de Barcelona que han luchado en primera línea contra la virulenta pandemia.

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