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Daniel Gascón: “Nos hemos encerrado con un solo juguete: las redes sociales”

El autor publica ‘Un hípster en la España vacía”, novela sobre la vuelta al campo

Juan Cruz
El escritor Daniel Gascón.
El escritor Daniel Gascón, la semana pasada en Madrid.SANTI BURGOS

Es imposible imaginar que Daniel Gascón (Zaragoza, 1981), director de Letras libres, autor del ensayo El golpe posmoderno y colaborador de EL PAÍS, no se haya inspirado en sí mismo para escribir su novela Un hípster en la España vacía, en la que un joven con tendencias hippies acude a un pueblo remoto de Aragón para cambiar el mundo. Ese hípster es un forastero que se siente capaz de irrumpir en las costumbres rurales para revolverlas, pero al final se halla engullido por la realidad, que es, en la España que bautizó Sergio del Molino, más o menos como la que sucede en la ciudad de la que proviene. Hay un momento inicial en que es tan desolado y deslumbrante el paisaje que parece que el citado hípster, que llega a ser alcalde de la aldea, va a ser allí tan feliz como soñaba, pero va notando que la realidad daña sin reparos sus sueños.

El ingreso del hípster en el universo chiquito de la aldea parece al principio un viaje a la pandemia, un fenómeno que Gascón “ha vivido con esa sensación de unidad, temor e incertidumbre, con esa especie de nostalgia de la vida pasada porque no sabemos cuándo se nos va a devolver”. Como en los campos, en la vida pandémica “se pierde la sensación de transcurso: todo es muy largo, no avanzas”. Afuera, en la calle de España, entre insultos políticos, “estamos como en el libro de Juan Marsé, encerrados con un solo juguete, que en ocasiones son las redes sociales, muy obsesionados con la información”. La polarización hizo que “los partidos de los extremos secuestraran a los centrales”, pero pareció que la pandemia “iba a desatar acuerdos”. Qué va. “Ha sido un espejismo que ni siquiera ha sido superado por el ingreso mínimo vital. Hemos seguido discutiendo de lo mismo, incluso con mayor intensidad”.

Ha sido un espejismo que ni siquiera ha sido superado por el ingreso mínimo vital. Hemos seguido discutiendo de lo mismo, incluso con mayor intensidad

Esa polarización ha llevado “a espectáculos peligrosos y aburridos, porque en lugar de que la actualidad nos llevara a debatir de asuntos más reales estamos teniendo discusiones sobre golpismo o terrorismo. ¡Hasta con lo de las residencias, una tragedia tremenda, vemos que unos intentan echarle la culpa a los otros solo para ver cómo pueden perjudicar al rival”. Ahora, cree Gascón, “discursos para enardecer cada uno a los suyos y, con una desvergüenza significativa, ni siquiera fingen esas ficciones de respeto institucional”.

¿La pandemia ha tenido el poder de hacerle cambiar de idea con respecto a algo? “La sensación de fragilidad es enorme; muchas de las cosas que daba por sentadas no son así y otras muy sencillas que no valoraba mucho me dan la vida: estar con los amigos, salir, el contacto. Esa sensación de encierro ha sido muy potente, y he pensado mucho en la fragilidad de nuestra vida biológica y social”. Es lo que piensa también el híspter, que quiere que la tierra le devuelva el valor de la vida real que le entusiasma al llegar al pueblo. “Me hacía gracia contraponer la visión idealizada que tenemos del campo desde la ciudad, con esa realidad concreta en la que hay moscas o no hay conexión a Internet. Así que, para escribir mi novela, he utilizado mis experiencias porque mi madre es médico de atención primaria y durante tiempo estuvimos viviendo en pueblos muy pequeñitos de Teruel”.

A mi no me gusta la caza y no he cazado, pero entiendo que en muchos pueblos eso no es un constructo ideológico, simplemente están acostumbrados a cazar

Ahí entra el hípster para cambiar el mundo. “Desde la ciudad no entendemos bien el campo y atribuimos a construcciones ideológicas a cosas que no tienen que ver con la vida cotidiana. A mí no me gusta la caza y no he cazado, pero entiendo que en muchos pueblos eso no es un constructo ideológico, simplemente están acostumbrados a cazar, o a que en muchos pueblos gusten los toros de calle… Contraponer esas dos visiones, la del forastero y la del campesino, es lo que más me apetecía”.

El humor le ayuda a llevar adelante la aventura de integrarse, o desintegrarse. “Conforme el libro iba creciendo me fui dando cuenta de que este pueblo permitía tratar muchos de los temas de la política y la cultura española contemporánea”. La guerra civil, la memoria histórica, el feminismo o los malentendidos del progreso le sirven al ensayista hecho novelista “para introducir humor y advertir contra lo dogmático; cuando escribo ensayo lo hago de una forma y cuando escribo ficción lo hago de otra, pero en el fondo pienso lo mismo”.

- Por ejemplo, con respecto al feminismo.

- Es una reivindicación demasiado importante como para que esté solo alineada a la izquierda. Lo bueno es que sea más transversal. Cuando los partidos políticos capturan un movimiento como este, tan plural y abierto a posturas muy distintas, tratan de colonizarlo de alguna manera.

En los pueblos pequeños hay una sensación de miedo demográfico de extinción, la sensación de estar en una batalla cultural en la que estás perdiendo porque se imponen valores urbanos

El libro contiene nostalgia de tiempos mejores, que en realidad fueron peores: “Todos tendemos a idealizar el pasado. En los pueblos pequeños hay una sensación de miedo demográfico de extinción, la sensación de estar en una batalla cultural en la que estás perdiendo porque se imponen valores urbanos y la de vivir en un lugar que no tiene garantizada su supervivencia, con miedo a que cierren la escuela o a que se suprima la plaza del médico”.

La atmósfera que ha logrado el novelista Daniel Gascón recuerda la que le dio José Luis Cuerda al ahora mítico pueblo de Amanece que no es poco. “Sí, pensaba en esa película, en los relatos de Rafael Azcona, y aunque no escribía de lo mismo sí me acercaba a esa forma de hablar. Con mi abuelo veíamos las películas de Berlanga y a él le escucha decir cosas que ahora me parece que también dicen mis personajes”. Berlanga, Azcona y Cuerda están en el sustrato de lo que el hípster escucha decir.

Alguien exclama, al final de la novela: “La cosa se jodió cuando llegó el forastero”. A lo mejor el forastero es el virus que viene a perturbar la vida del pueblo. “¡Lo dice un campesino que respira por la herida porque el forastero le ha quitado la novia! Siempre llega uno de fuera y altera un poco las cosas, pero luego se instala más o menos, se adapta y se convierte en uno más, solo que un poco distinto, como lo somos todos”.

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