Galdós sale de su último confinamiento
La biografía de Yolanda Arencibia sobre el autor de los ‘Episodios nacionales’ llega a las librerías tras ganar el Comillas. El libro, alentado por el centenario del escritor, culmina tres décadas de trabajo de la especialista
Antes del confinamiento que acalló el año galdosiano (el centenario de su fallecimiento incluía actividades por doquier), se orquestó una cuarentena sobre su literatura. Durante décadas Benito Pérez Galdós (Las Palmas, 1843-Madrid, 1920) perdió popularidad y prestigio. “Le perjudicó el ninguneo de la época franquista”, recuerda Yolanda Arencibia, la autora de Galdós. Una biografía (Tusquets), que llega hoy a las librerías tras recibir el Premio Comillas. Arencibia nació en Las Palmas, cerca de la Casa Museo del escritor, y estudió un bachillerato donde Menéndez Pelayo y Pereda recibían cuatro veces más atención que el autor de los Episodios nacionales, esa obra que, en cierta medida, quería combatir aquello que el escritor observaba: “Los españoles ignoran más que ninguna otra historia, la de su país”.
Tampoco durante la formación universitaria de Arencibia la cosa mejoró, con el fervor por la literatura experimental. Y Galdós era la quintaesencia del realismo social, de la fusión entre historia y ficción, de los conflictos en las vidas corrientes. “Hubo una generación que no se educó en lo galdosiano, aunque esto ha ido cambiando e incluso se vivió un boom editorial cuando vencieron los derechos de autor”, afirma.
“No tiene nada que envidiar Galdós a los novelistas europeos. Se lee con mucha más alegría una obra suya, que siempre hace sonreír al final de la desgracia, que a Dostovieski, que nos pone un mundo sórdido”, señala Yolanda Arencibia
El culto al novelista y a la obra se preservó lejos de España. Arencibia recuerda que el 80% de los participantes en el primer congreso internacional sobre Galdós celebrado en Las Palmas en 1964 eran especialistas extranjeros. 2020 estaba destinado a experimentar una nueva eclosión y arrancó con brío: una intensa controversia entre escritores sobre la talla literaria del autor de Fortunata y Jacinta en la que se embarcaron Almudena Grandes, Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina.
Para su biógrafa, fue “el gigante” que “partiendo de la nada (ni familia de prosapia, ni gran fortuna), llegó a ser uno de los mejores escritores europeos de su tiempo”. En una entrevista por teléfono, remacha: “No tiene nada que envidiar Galdós a los novelistas europeos. Se lee con mucha más alegría una obra suya, que siempre hace sonreír al final de la desgracia, que a Dostovieski, que nos pone un mundo sórdido”.
Fue un autor tan popular que el día de su muerte, el alcalde de Madrid dictó un bando (“Con sus libros honró a su patria, con su vida se honró a su mismo”), que animaba a los vecinos a homenajearlo. Y, por raro que resulte, había recibido abundantes reconocimientos en vida, como la instalación en el parque del Retiro de una escultura costeada por suscripción popular (12.000 pesetas de 1919), ante la que se retrató con varios amigos días antes de la inauguración. En este tramo final de su vida podía concluir que había alcanzado sus objetivos: convertirse en un escritor profesional y triunfar en la literatura, no solo en España. En apenas cinco años se publicaron en México 35 libros suyos, además de estar traducido a las lenguas más habladas en Europa.
La visceralidad que suscitó por sus ideas progresistas —hasta su amigo José María Pereda le afeó por “irreligiosa” su novela ‘Gloria’— contrastaba con la vida ordenada, en apariencia, que llevó siempre con su familia
También pagó por el éxito, y por su compromiso político. La RAE tumbó en 1889 su primera tentativa de ingreso debido a la oposición feroz del sector conservador, capitaneado por Antonio Cánovas. En la sesión previa a la votación “hubo insultos y hasta amago de llegar a las manos”, relata Arencibia. Acabaría entrando en la Academia en el segundo intento, aunque todavía habría de encajar otro boicot de sus colegas: la campaña para frustrar sus opciones como candidato al Nobel de Literatura en 1912.
La visceralidad que suscitó por sus ideas progresistas —hasta su amigo José María Pereda le afeó por “irreligiosa” su novela Gloria— contrastaba con la vida ordenada, en apariencia, que llevó siempre con su familia. Nunca se casó, aunque reconoció como hija propia a María, nacida de su relación con la modelo Lorenza Cobián, y vivió una historia pasional con la escritora Emilia Pardo Bazán, que percibió esa doble cara del escritor: “Cuando tú escribes eres tan nihilista e insensato como sensato y ministerial y burgués en la conversación”. Hubo otras mujeres importantes en su vida, desde el amor adolescente por su prima Sisita (romper este vínculo anima a la madre de Galdós a enviarle a Madrid a estudiar Derecho, una carrera que dejará por el periodismo y la literatura), la actriz Concha Morell o la maestra Teodosia Gandarias.
Algunos aspectos de estas relaciones han salido a la luz en los últimos años, como las cartas de amor de Pardo Bazán. “Sigue siendo poco y mal conocido”, sostiene Yolanda Arencibia, que ha dedicado cuatro años a la elaboración del libro y que lleva tres décadas husmeando en el universo galdosiano. “Yo he tratado de acceder a todos sus mundos y de desmentir algunas ideas falsas sobre él, como el hecho de que era anticanario”, explica la biógrafa.
El enchufismo y las dos etapas del diputado
Benito Pérez Galdós entró en política por primera vez en 1886 cuando aceptó la propuesta de Práxedes Mateo Sagasta, el político liberal que por entonces presidía el Consejo de Ministros, para ser diputado por las Antillas. “Y un día me encontré con la noticia de que era representante en Cortes con un número enteramente fantástico de votos”, cuenta él mismo.
El escritor no solo asistió al manoseo electoral de la Restauración (marcada por el turnismo entre conservadores y liberales), sino que descubrió cuán lejos se había extendido el enchufismo y el mercadeo de favores entre políticos y ciudadanos. En cartas a Miguel H. Cámara, socio y editor, se queja de todas las peticiones que recibe de personas que desean puestos oficiales. También amigos como José María Pereda o José Alcalá Galiano recurren a él. “Pardo Bazán le pedirá —y conseguirá— colocar a la cigarrera que le inspiró La tribuna”, detalla la biógrafa, Yolanda Arencibia. “No me dejan vivir. Desde que estoy aquí me están dando una lata que tiembla el ministerio”, confía el autor en una misiva.
La segunda etapa de la vida política de Pérez Galdós se inicia en 1907, cuando se presenta en las listas republicanas. “Fue más comprometida que la primera, llegó a presidir la convención republicano-socialista y a elogiar ante sus compañeros a Pablo Iglesias [el fundador del PSOE]. En la primera, además de la admiración que entonces sentía por Sagasta, le tentaron cosas como conocer a más gente en Madrid, donde era aún un desconocido, y ganar amigos y dinero”, precisa Arencibia.
En esta etapa, Galdós asiste a mítines, escribe discursos y participa en la comisión republicana que negocia la alianza electoral con los socialistas en 1909. “Mi patriotismo es de puro manantial de roca, intenso desinteresado, y con él no se mezcla ningún móvil de ambición”, escribe ese año en un artículo.
Babelia
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