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Muere José Luis Zumeta, el pintor que apelaba a los sentidos

El artista vasco falleció a los 81 años en su domicilio de San Sebastián, donde estuvo pintando hasta el último aliento

José Luis Zumeta, ante una de las obras de gran tamaño que expuso en Erandio.
José Luis Zumeta, ante una de las obras de gran tamaño que expuso en Erandio.

Ayer encontraron muerto en su casa de San Sebastián al pintor José Luis Zumeta. Al parecer había fallecido un día antes. El 19 de abril cumplió 81 años. Nacido en Usurbil (Guipúzcoa), desde muy joven se inició en el arte de la pintura. Fue miembro fundador del mítico Grupo Gaur, junto a los Jorge Oteiza, Eduardo Chillida, Amable Arias, Néstor Basterretxea, Remigio Mendiburu, José Antonio Sistiaga y Rafael Ruiz Balerdi.

Sus cuadros de gran formato se movían dentro de la llamada pintura de acción. Sus obras contenían una exorbitante energía. Trazos y gestos desparramados, maridados por una multiplicidad de colores puros, corrían por los lienzos. Esa energía desbordante lo acompañó durante muchos años de profesión.

De carácter discreto y sumamente generoso. Lo prueba el siguiente hecho. Cuando le propuse hacer una muestra de su obra en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, en 1989, año en el que cumplía cincuenta años, me dijo que quien se merecía antes que él esa exposición era Rafael Ruiz Balerdi, “el mejor pintor de todos nosotros”. Me emocionó su gesto, y a quién no, mas seguí adelante con el proyecto. La exposición fue muy celebrada. Público y crítica coincidieron en elogiar aquel torrente de energía plástica. Las obras de gran formato allí expuestas (una de ellas de siete metros de largo por dos de alto), parecían recordarnos el aviso de Paul Gauguin: no es igual un centímetro de verde como un metro de verde. Diré que en la inauguración de la muestra me encontré con el pintor Rafael Ruiz Balerdi, el cual estaba henchido de entusiasmo con lo visto. Me tomó del brazo y fue dándome sus versiones de las obras. Me felicitó con toda el alma por haberlo comisariado.

Sus cuadros de gran formato se movían dentro de la llamada pintura de acción. Sus obras contenían una exorbitante energía. Trazos y gestos desparramados

Tras contar este pasaje de su vida personal, no puedo olvidarme de su valor como artista. Sucede que la pintura del pintor de Usurbil pierde al ser descrita con palabras. Una cosa es pensar y otra actuar. La pintura y la poesía son lo que son y no lo que dicen que son. El arte de Zumeta apela a los sentidos. Ponerse frente a sus cuadros es como ver pasar un pájaro azul o dejarse rozar por una ráfaga de aire marinero. Es sentir el gozo de estar vivo. Esa energía de la que tanto se habla y que habita en sus cuadros, es la marca de una persona que fue haciéndose hombre mientras pintaba. Lo demás está en el viento o para decirlo con un aliento metafísico: el Ser es su hacerse.

El año pasado, a propósito de cumplir 80 años, dos profesores de la Facultad de Bellas Artes solicitaron a la Universidad del País Vasco la concesión del Doctor Honoris Causa para Zumeta. No fue concedido. La merecida concesión se perdió como el agua en el agua. Por fortuna, quedan el sinnúmero de obras, repartidas por museos y colecciones particulares, más aquellas de orden público que aún siguen y seguirán regalando un enorme puñado de fiestas para los ojos.

El mejor Honoris Causa estuvo dentro del documental sobre él y su obra, presentado hace media docena de años en el Festival de Cine de San Sebastián. Allí aparecía él pintando cuadros en directo. Mientras lo filmaban pintando, los espectadores se sentían enfelizados e imantados por un amigo que les regalaba formas y colores como nadie antes lo había hecho con tanta sencillez y generosidad. Siempre el arte auténtico es de todos, como los pájaros, el mar y el aire. Más todavía. Si el dicho latino enseña que la vida de los muertos está en el recuerdo de los vivos, inventemos en lo que va de siglo, que hablar con los muertos imaginariamente los vivifica.

Por eso quiero saltarme los protocolos de la urbanidad, para hablar con el propio Zumeta. “Me acuerdo cómo, de entre las muchas entrevistas que te hice a lo largo de más de cincuenta años de nuestra amistad, una de tus respuestas me impresionó profundamente. Al enterarme ahora de tu muerte, se ha puesto a cuatro dedos de mi mente. Seguro que te acuerdas. Me dijiste: el día que dejes de pintar, te mueres. Al parecer, eso pasó. La tarde anterior de haberte encontrado muerto, habías dejado de pintar. ¿Sabes una cosa? Mientras te reúnes con los artistas que tanto nos gustan, como Picasso, de Kooning, Arshile Gorky, Francis Bacon, Balerdi, Bonifacio, Vicente Ameztoy y tantos otros, te paso el mejor abrazo”.

Somos muchos los conmovidos, con tus tres hijos y tu nieto, grumete del barco familiar, a la cabeza de todos.

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