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Guillermo Toledo: “Voy a ir al infierno, seguro”

El actor, absuelto de un delito de ofensa a los sentimientos religiosos, tuvo que suspender el rodaje de una superproducción en México por la pandemia y volver a casa de su madre a punto de cumplir los 50

El actor Guillermo Toledo, en Madrid.
El actor Guillermo Toledo, en Madrid.B.P.
Luz Sánchez-Mellado

Cara a cara, a través de la pantalla del móvil, ambos lucimos una raíz cana de un par de centímetros que nos delata como castaños de bote sin acceso al tinte profesional por el confinamiento. En su caso, su rojiza cabellera responde al aspecto del personaje que interpreta en la serie que estaba rodando en México, y que fue suspendido con el tiempo justo de llegar a España la víspera del estado de alarma. Desde entonces vive en casa de su madre, un pisazo en el centro de Madrid a cuyos balcones ya no se asoma a aplaudir a las ocho de la tarde: “Salía, pero se ha convertido en un automatismo. Nos debatimos en un punto en el que podemos caer hacia la ultraderecha, o hacia una conciencia social nueva de colaboración activa para proteger lo que tenemos". Esta entrevista no iba de política, pero con Toledo todos los caminos llevan a ella.

¿Cómo es volver al nido a los casi 50 que cumple en mayo?

Gracias por recordármelo. Hace 30 años que no estoy en casa, pero en temporadas de bajones, a los que soy bastante propenso, me he venido con ella a que me cuidara. Ahora era necesario que viniese yo. Nos queremos y nos cuidamos.

Siendo ultraateo confeso, ¿a qué se aferra cuando cae en esos pozos?

Afortunadamente, en mi familia nos han mantenido alejados de la Iglesia y la ficción desde que nacimos. Entonces, me aferro a mis ideas, a mi filosofía y a mis convicciones, las pocas que tengo, que no son en absoluto religiosas y sí muy poco espirituales porque soy bastante terrenal.

¿Terrenal de hedonista?

Tengo una especie de obsesión con la realidad, que es la que me aferra a la tierra y me hace caminar. Soy muy inconformista. Me gustaría ser más revolucionario que rebelde, pero también soy hedonista, no soy masoca.

Si es tan hedonista, ¿por qué se le ve eternamente enojado?

Lo estoy, no me extraña que lo parezca. En la ignorancia se vive más feliz. Pero me duele el mundo en el que vivo y no me doy por vencido. Creo que se puede cambiar, y desde mi posición privilegiada, siento una empatía muy intensa por quienes sufren. Los tengo al lado, no me tengo que ir a Somalia, entonces me cabrea, me indigna y me saca sapos por la boca porque son sapos los que veo. No he sido nunca capaz de hundirme en mi burbujita y disfrutar sin pensar en ello.

Venga, confiese algún placer burgués. No puede ser el perfecto revolucionario

Es que a los perfectos revolucionarios nos encanta vivir bien. Existe una idea muy errónea de que si tienes cosas materiales, ya no puedes ser comunista. Es todo lo contrario. Luchamos porque todo el mundo las tenga a su alcance. De hecho, somos materialistas. Pero soy una persona bastante austera. Yo he ganado muchísimo dinero. Los actores cuando trabajamos mucho, sobre todo en cine y televisión, ganamos cantidades ingentes y, a veces, inverosímiles y, muchas veces, vergonzosas de dinero. Llevaba tiempo sin trabajar, por el veto que se me ha impuesto, pero nunca he ido al cajero y no ha habido saldo.

LIBERADO WILLY

El perdón divino no consta, pero los tribunales ya han absuelto a Guillermo Toledo (Madrid, 49 años) de ofensa a los sentimientos religiosos tras una denuncia interpuesta por la Asociación de Abogados Cristianos por cagarse en Dios en un comentario en su Facebook. Después de años sin rodar en España, parón que él atribuye a un veto de la industria cultural por sus polémicas declaraciones públicas, estrenará este otoño Los favoritos de Midas, una serie de Mateo Gil para Neftlix, y anda enrolado en una superproducción histórica de la que no puede hablar por contrato, pero que promete hacerle justicia poética tras su martirio mediático. Mientras tanto, confinado con pinta de Quijote contra los molinos, o de santo laico consumido por la llama de su compromiso, Willy se prepara para su vuelta al candelero por el oficio que le dio la fama. El Toledo actor está de vuelta.

¿Hay algún charco en el que no se haya metido hasta el cuello?

Probablemente sí. Todos tenemos nuestra opinión, lo que pasa es que antes se quedaba en casa. Ahora, con las redes vuela y, si tienes una imagen pública, tiene una repercusión brutal. Y no se mira con lupa igual unas opiniones que otras. En este país puedes decir las fascistadas más grandes, que no tienen la misma persecución mediática que cuando opinamos los de izquierdas.

Dice que fue vetado. ¿No le llaman sus amigos para sus pelis?

El veto puede ser en cualquier nivel. Empezando por un director que se autocensura pensando ‘no voy a proponer a Willy porque el siguiente eslabón me va a decir no’. Me consta el de las cadenas de televisión. En 10 años, solo he logrado hacer una película, cuando antes hacía cinco o seis al año y me ofrecían 15. De un año para otro, se me puso la cruz y se me prohibió ganarme el pan.

¿No será que no es tan buen actor?

Yo soy un buen actor, no tengo problema en decirlo, y toda la profesión te puede decir lo mismo. Otra cosa, por supuesto, es que, los que andamos entre los 45 y los 55 somos una de las mejores generaciones de actores de este país, y la competencia es brutal.

Aparte de trabajos, ¿ha perdido amigos por esa boquita?

No, mis íntimos siguen estando ahí. He tenido miles de amigos, compañeros y compañeras de viaje he tenido siempre pocos. Y esos pocos se fortalecen día a día. Es gente sin la que no podría vivir, que me saca de esos pozos en los que caigo y que me llena de alegría cuando estoy bien.

¿Alguno no le ha dicho alguna vez que se le ha ido la olla?

Cuando alguien dice algo que tú no piensas, es fácil decir desde fuera que se le ha ido la olla, que es un loco o que le pierden las formas. Eso lo he escuchado mucho. Quizá quien se fija en las formas es porque el fondo le duele y su único argumento es atacar las formas. Pero mis amigos, lo único que me dicen es ‘cuídate, te está haciendo daño, te está perjudicando profesionalmente y psicológicamente’, y tienen razón. No es fácil dar la cara, no es fácil predicar en el desierto como hago. En el desierto mediático me refiero, porque hay millones de personas que piensan como yo. Si de algo puedo alardear es de que sé que tengo un plato de comida y un colchón en muchos pueblos de este país, porque lo he constatado y me he abrazado a esa gente.

¿Ese es su patrimonio?

El fundamental. Si me hubiera callado mis ideas me hubiera ido mejor, no me hubiera ganado el odio de tanta gente y me hubiera muerto diciendo: he hecho 350 películas, 200 obras de teatro, 50 series y soy multimillonario. Pero lo que tranquiliza mi conciencia es que me moriré con la satisfacción de haber luchado por lo que creo, de no haberme escondido y de haber ofrecido el cuerpo, porque las opiniones están muy bien, pero soy comunista, y considero que un comunista tiene que poner el cuerpo para transformar esta sociedad de mierda en que vivimos.

Ese testamento vital es muy de estar con la crisis de los 50.

Es terrible. La vida se pasa a toda hostia. He sido muy consciente de la muerte desde muy pequeñito y eso me ha generado angustia, pánico, vértigo. A mí me gustaría morir agotado. Agotado de vivir. De haber explorado, viajado, conocido, leído, escuchado música. Esa es otra que me jode: cuando muera, de repente dejar de escuchar a AC/DC.

Igual suenan en el infierno.

Hostia: ahí te has marcado un punto. Porque no hay ninguna duda de que yo iré al infierno, seguro. Además, tengo clarísimo que es mucho más divertido el infierno que el cielo, ¿no?

Igual si pide perdón y se arrepiente de sus pecados puede compararlos.

He pedido perdón muchísimas veces. La he cagado más veces de las que he acertado, probablemente, y no he tenido jamás ningún problema en pedir disculpas. Tanto personalmente a gente cercana, como públicamente, en redes sociales, por ejemplo, por meter la pata, por haber dicho algo que no era cierto, por haber señalado a alguien al que no tenía que haber señalado. Creo que eso nos hace mejores personas. Y yo lucho, básicamente, por ser una buena persona.


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Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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