Escucha la primera canción nueva de Izal en dos años: “Estamos viviendo algo histórico y traumático”
Se llama ‘La buena sombra’, un tema grabado en casa durante el confinamiento con un mensaje optimista: “Cuando todo esto pase va a haber un repunte de ganas de vivir"
Mikel Izal (Pamplona, 1982) está pasando el confinamiento solo en su domicilio madrileño. No cuenta los días que lleva sin más contacto humano que el suyo propio, pero sabe que rondan las treinta jornadas. Desde el 14 de marzo comparte a diario un vídeo en su cuenta de Instagram donde aparece cantando en su casa algunos de los grandes éxitos del grupo que lidera, Izal. “Sé que llevo 26 días subiendo una canción a las 20:30. Empecé a hacerlo unos días después de que se activara la cuarentena, así que sin salir de casa llevo alguno más”, comenta el músico a EL PAÍS por teléfono.
Este pamplonés de 1,95 metros de estatura afirma no tener “una necesidad gigante de sociabilizar”. Sin embargo, esta última semana de aislamiento ha empezado a hacer mella. “Es la primera vez que he notado que me pesaban los días”, reconoce mientras comparte la fórmula que a él le está salvando: “Hay que ocupar el tiempo para que no avance tan lento”.
Izal agota las horas dibujando, leyendo mucho (“como siempre”), viendo series (“como todo el mundo”) y grabando canciones. Fruto de este último pasatiempo casero es La buena sombra, la canción que estrenan hoy y que han grabado los cinco componentes de Izal (Mikel, Alberto, Alejandro, Emanuel e Iván). Lo han hecho cada uno desde su casa, ingeniándoselas para que quien no conozca las entrañas del proceso de grabación no note que no se ha producido en un estudio.
"Es verdad que siempre hay excepciones, pero somos más fuertes y ordenados de lo que tendemos a pensar. Ahora las calles están desiertas de pura solidaridad”, dice Mikel Ikal
"Arreglamos el tema a nivel instrumental vía WhatsApp. Una vez que tuvimos eso lo grabamos con nuestros medios caseros y Santos y Fluren, nuestros productores, se encargaron de hacer magia logrando que sonara a disco”, explica el cantante.
Los diez días que pasaron trabajando en La buena sombra, el primer tema inédito que sacan después de dos años, les sirvieron para evadirse. “La gente está más deseosa que nunca de escuchar música y aprovechamos que nos encontramos con más tiempo que nunca en nuestras casas para currárnoslo y sacar adelante esta canción. Pero no todo es altruista. Nosotros también disfrutamos del proceso y en cierta forma es un regalo para nosotros mismos”.
La realizadora Ángela Notario ha sido la encargada de montar las imágenes caseras de la grabación de cada instrumento y de componer un vídeo que transporta a los espectadores a los hogares de los cinco músicos donde surgió la canción. Por su parte, la pintora Rebeca Khamlichi ha elaborado las animaciones coloristas que aparecen superpuestas.
La presentación del tema coincide con el que hubiera sido el fin de gira de la banda en el WiZink Center de Madrid si una pandemia mundial no lo hubiera impedido. Pero no se quejan. Lejos de eso buscan transmitir que de esta situación también se puede sacar algo bueno. “La buena sombra describe perfectamente el mensaje optimista que queremos propagar. A la gente le viene bien recordar que a pesar de que están ocurriendo muchas cosas malas también hay un lado positivo. Ha quedado demostrada la solidaridad ciudadana que hay en España. Es verdad que siempre hay excepciones, pero somos más fuertes y ordenados de lo que tendemos a pensar. Ahora las calles están desiertas de pura solidaridad”, señala Izal. “Cuando todo esto pase creo que va a haber un repunte de ganas de vivir. Estamos viviendo algo histórico y traumático que dejará huellas también positivas”.
“Los que mandan cometen el error de dar por sentada la cultura y el arte y quizá no exista si no se ponen los medios para ello"
En el momento en que se decretó el estado de alarma la banda estaba inmersa en el fin de una gira que había congregado a 50.000 personas. Para esta despedida prepararon un nuevo espectáculo, pero solo les dio tiempo a llevarlo a cabo en tres ciudades: Granada, Barcelona y Zaragoza. Ahora esperan poder retomarlo en septiembre. “Somos conscientes de que somos unos privilegiados. Este parón no nos pilla en una situación de angustia y necesidad. Pero el mundo de la música está plagado de artistas con un talento enorme que viven a día. Nosotros no somos el modelo tipo. Esta es una industria en la que cuesta mucho abrirse camino y es uno de los sectores más castigados”.
Que este freno obligado de la cultura en directo no suponga una debacle para Izal no significa que como artistas no sientan cierto desamparo por parte del gobierno. “Los que mandan cometen el error de dar por sentada la cultura y el arte y quizá no exista si no se ponen los medios para ello. Puede que solo así nos demos cuenta de cómo sería este confinamiento sin poder escuchar música, leer un libro, ver una peli o una serie y tantísimas cosas que nutren el cerebro y lo distraen. La cultura es un bien de primera necesidad y hay que apoyarla”.
“Antes no vivíamos pensando que nos iba a atropellar un coche si salíamos de casa así que cuando volvamos a la calle tenemos que hacerlo con ganas"
Tal y como transmite con su música, Mikel Izal ve imperativo trabajar para que no se propague el miedo cuando salir a las calles vuelva a ser una opción. “Antes no vivíamos pensando que nos iba a atropellar un coche si salíamos de casa así que cuando volvamos a la calle tenemos que hacerlo con ganas. Más que lo que me pueda pasar a mí, como creo que le ocurre a mucha gente, me preocupan mis familiares, pero el miedo no puede condicionarnos. Eso sí, hay que ser responsables y acatar lo que los profesionales vayan pautando”. Mikel ya fantasea con lo que hará cuando la normalidad vuelva a instalarse en el día a día: “Lo primero va a ser tomarme unos buenos vinos tintos con los colegas en la barra de un bar con unas tapas aceitosas, muchas risas y brindar. Es un plan insuperable”.
Mientras tanto, el músico tiene una cita ineludible todos los días a las 19:30. Cuando esta entrevista está llegando a su fin el tono de llamada entrante lo corrobora. Es la hora. Al otro lado de la pantalla se encuentran sus padres, por un lado, y su hermana, su cuñado y sus dos sobrinas, por otro. Todos, salvo Mikel, viven en Vitoria y nunca habían notado tanto los 300 kilómetros que los separan como ahora. “Yo con mis padres no había hablado tanto en mi vida. Ya no sabemos qué contarnos, pero de repente nos hemos dado cuenta de la necesidad que tenemos de estar cerca”.
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