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Juan Mariné, casi un siglo de cine

Director de fotografía de 140 títulos y restaurador fílmico, hoy cumple 99 años. Empezó en las películas antes de la Guerra Civil y la Filmoteca Española le rinde homenaje en 2020

Gregorio Belinchón
Juan Mariné, el sábado en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.
Juan Mariné, el sábado en la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid.Santi Burgos

Cuando hoy despierte, Juan Mariné habrá comenzado su última cuenta atrás hacia su primer siglo de vida. El mítico director de fotografía, que empezó en el cine antes de la Guerra Civil, y reputado restaurador fílmico nació el 31 de diciembre de 1920. Mariné, que recibe a lo largo de 2020 el homenaje de la Filmoteca Española, cumple 99 años sin necesidad de gafas, recuerda las direcciones de los estudios en los que ha trabajado, así como y los nombres de sus compañeros, y no aguanta sentado más de cinco minutos, mientras que repite conversaciones en francés o catalán de hace más de ocho décadas.

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Una vida de Mariné ocupa la de varios otros. El pasado sábado estaba trabajando en su despacho (tres salas encadenadas repletas de máquinas y material fílmico) en los sótanos de la Escuela de Cine de la Comunidad de Madrid (ECAM), en plena Ciudad de la Imagen. En uno de los armarios, un cartel del cortometraje El Submariné, dedicado a su carrera: se ve un primer plano de su rostro con la parte derecha en penumbra y la izquierda iluminada. “Define mi vida. Hasta 1947 oscuridad y penurias. Desde ese momento, cine y felicidad”. El premio Nacional de Cinematografía y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes los tiene en casa. El resto de los galardones descansan allí en dos vitrinas. Sus posesiones más preciadas están en las otras dos salas: diversas máquinas creadas por Mariné para limpiar, restaurar y digitalizar celuloide. Explicándolas, se enciende como un niño. Y comienza a recordar.

“Mi padre fue un buen jugador de fútbol, del Foot-Ball Espanya. Le tanteó el Barça, pero mi abuelo le dijo que si fichaba por ellos, ahí tenía la puerta. Mi madre también jugó: fue portera del Infantil Sociedad Española de Foot-Ball”. Algo insólito décadas después. “Cierto, pero no le daba importancia”. Aprendió a leer con cuatro años para entender los carteles insertados en las películas mudas. “Fui muy buen estudiante, y como me becaban, mi padre me dejó seguir yendo al colegio. Hasta que unas fiebres me tuvieron un largo periodo en cama. Me quedé ciego y por suerte me tocó en urgencias, justo el día de mi cumpleaños, un médico experto en Oftalmología. Estuve meses con curas, pero logró sanarme los ojos”, recuerda con cara asustada. No volvió al bachillerato, y se puso a trabajar llevando portes. “Jugaba con Modesto Llosas Rosell. No sabes quién era, ¿verdad? Claro, se hizo famoso con el nombre de Jorge Mistral”.

Entierro de Durruti

Un día de noviembre de 1934 su tío le encarga que lleve una cámara cinematográfica para rodar cine sonoro al estudio Orphea donde se filmaba El octavo mandamiento. “El manual de instrucciones estaba en francés, y mientras esperaba a que llegara la furgoneta para trasladar la cámara me lo leí. Al llegar al estudio el equipo, todo compuesto por suizos, ya había tenido problemas con la cámara que usaban”, un modelo anterior al que él había portado. “Fui el único capaz de entender que habían enchufado mal la instalación con la que la cámara se sincronizaba con el aparato de sonido y los sistemas eléctricos trifásicos y monofásicos”. Resultado: le pidieron que se quedara al lado de la cámara. Adrien Porchet, el director de fotografía, le dio un consejo: “Si quieres prosperar en esto, estate a tu hora y jamás te sientes”. Desde ese momento lo ha llevado a rajatabla.

Así empieza la primera parte de la carrera de Mariné en el cine, que, al incio de la Guerra Civil, llega a un culmen histórico: el líder de las tropas anarquistas en Madrid, Buenaventura Durruti, muere tras recibir un balazo en noviembre de 1936. “Yo era de la CNT [el sindicato anarquista] y formé parte del equipo que filmó su entierro en Barcelona. Pero había tanta gente que agotamos las baterías, y yo era el único que sabía rodar a mano arrastrando la película con la manivela”. Salvó el primer problema, y el segundo, la falta de sonido, lo solucionaron sincronizando las imágenes con la retransmisión de Radio Barcelona.

Anarco-neorrealismo

Mariné participó en Aurora de esperanza (1937), drama anarquista precursor del neorrealismo, y en otras películas —como Paquete, el fotógrafo público número uno (1938), donde se hizo amigo de un actor que empezaba, Paco Martínez Soria—, antes de incorporarse a filas. Tras ser diezmada su compañía en mayo de 1938 en la batalla de río Segre, Mariné acabó como fotógrafo de otro mito de la contienda, el teniente coronel Enrique Lister, hasta que ese invierno cruzó la frontera con Francia.

Detenido por las tropas coloniales senegalesas de Francia, Mariné fue recluido en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer. “Soy el único español que logró escapar de allí, y lo hice a nado”. Finalmente, con otros refugiados viajó como preso de Pasajes (Gipuzkoa) a Cádiz. Del campo de prisioneros de la Rinconada (Sevilla), le sacó su padre con suerte y contactos, y Mariné acabó la guerra en el bando franquista, como fotógrafo del Estado Mayor de Cataluña. Lo primero que hizo al lograr la libertad fue ir a una sala, a ver El gran Ziegfeld.

Todavía era militar cuando volvió al cine, al rodaje en octubre de 1939 de La tonta del bote (“La original, no la que todos recordáis”). En 1942 filmará cuatro películas, en 1943, cinco... En 1947 se muda a Madrid y al año siguiente debuta como director de fotografía en la primera de las 140 películas en las que realizó esta labor hasta 1990, que se retiró con un rodaje a medias bajo el agua: La grieta, de Juan Piquer Simón. Entre ellas, la primera rodada en España en Technicolor, La gata (1956), con Jorge Mistral y Aurora Bautista, de la que Mariné recuerda varias anécdotas.

Ha trabajado con cineastas como Edgar Neville, José Luis Sáenz de Heredia, Juan Piquer Simón, Antonio del Amo, José María Forqué o Pedro Masó. Mariné desgrana vicisitudes de sus 140 películas. Con sus avances tecnológicos, que desarrollaba en paralelo, logró, por ejemplo, que no hubiera que filmar de nuevo La gran familia, cuyo negativo se estropeó casi al final del rodaje. Durante años ha trabajado en restauración en la Filmoteca Española. "Siempre hay que restaurar el negativo. Hacerlo sobre el positivo es otra cosa a la que no podemos llamar restauración. Y ya veremos cómo conservamos el digital, que está resultando peor soporte de almacenaje". También ha dado clase sobre esta labor en la ECAM. “Tras sobrevivir a la Guerra Civil juré que mi vida la dedicaría al cine”, dice con voz potente. Y así sigue.

Una proyección por mes para repasar una vida

La Filmoteca Española inauguró el domingo pasado un ciclo dedicado a Juan Mariné, que tendrá una proyección por mes hasta 2021, y que él mismo irá presentando. Comenzó con la primera película que vio tras lograr la libertad, El gran Ziegfeld (1936), y en enero habrá una sesión con sus primeros trabajos. Para febrero la Filmoteca probablemente programará el título de culto Supersonic Man (1979), de Juan Piquer Simón, un Superman español rodado con actores estadounidenses. Mariné cuenta cómo fotografiaron a Kronos / Supersonic para que "volara". Desvela el truco, tan sencillo en su teoría como complejo en su ejecución. "Todo lo inventé yo". Por esa pasión investigadora, el cineasta ha recibido, entre otros galardones, el premio Juan de la Cierva y la Espiga de Honor de la Seminci.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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