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“Hay una Barcelona que lucha por comer, y que no entiende de banderas”

La debutante Belén Funes estrena 'La hija de un ladrón', tras su paso por la sección oficial del festival de San Sebastián, donde ganó el premio a la mejor actriz para Greta Fernández

Gregorio Belinchón
Desde la izquierda, Greta Fernández, Eduard Fernández y Belén Funes, en el rodaje de 'La hija de un ladrón'.
Desde la izquierda, Greta Fernández, Eduard Fernández y Belén Funes, en el rodaje de 'La hija de un ladrón'.

Sara tiene 22 años, un hijo, un hermano pequeño y un padre ausente al que querría olvidar. No puede dejarlo atrás, porque como ella misma advierte: "Lo llevo en la cara". Sara busca trabajo para salir de la marginalidad, quiere alcanzar una vida tranquila: "Solo quiero ser una persona normal". En los últimos años se han visto pocos personajes jóvenes tan rotundos y complejos como Sara, a la que da vida Greta Fernández, protagonista de La hija de un ladrón, de Belén Funes. "Es una historia que viene de mi mundo", advierte la directora y coguionista. "Con chicas así he compartido clases y adolescencia, amistades y aventuras... No es mi autobiografía, pero supone un salto natural desde el corto que ya hice con Sara [Sara a la fuga] al largo".

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A sus 35 años, la barcelonesa Belén Funes ha provocado un terremoto en el cine social español. Con La hija de un ladrón -que se estrenó en salas el viernes pasado, concursó, algo poco habitual en un debutante, en el festival de San Sebastián, donde su protagonista obtuvo el premio a la mejor actriz ex aequo. Funes es hija de la ESCAC, la escuela de cine de Cataluña, y en los títulos de crédito aparecen nombres de bastantes compañeros; el suyo también aparecía en Animals, Blog o Tres días con la familia. De los estudios en la Escuela ha sacado una máxima: "Nunca te vayas de un lugar de rodaje sin el plano que quieres. Yo ya era obsesiva, y esto se me ha sumado. Dirijo mucho a los actores, cierto, pero porque trabajo con intérpretes buenos. Con los malos no hay nada que hacer. Los buenos saben que deben vivir en el plano". Y del espíritu de tribu de la ESCAC, explica: "Todos queremos hacer cine, la gente se enamora, rompe, nacen amistades de por vida. Es muy atómico todo... y ruedas cada fin de semana. Así nacen los grupos generacionales que se contaminan con quintas precedentes, y así surge la familia, que es como la denominamos". De ahí su éxito en los Goya, en cuyas nominaciones, que se anuncian hoy, aparecerá previsiblemente el nombre de Belén Funes en dirección novel.

A la directora le preocupa que en el cine solo sale una Barcelona, "cuando en la ciudad conviven muchas Barcelonas distintas". Y prosigue: "Está la de los Juegos Olímpicos, los japoneses y el Paseo de Gracia. Es un espacio reducido. Pero hay una frontera, que las películas deberían de traspasar". Ahí, a 10 minutos en metro, está Ciutat Meridiana, donde transcurre La hija de un ladrón. "Para mí era como estar en casa, yo crecí en el cinturón de Barcelona, he vivido toda mi vida entre autopistas y vías. Yo en el rodaje ni puse ni quité banderas, he ido y he rodado lo que había. Hay una Barcelona que lucha por comer, y que no entiende de banderas". También, confiesa, quería mostrar en pantallas su luz y su sonido. "Que lo tienen".

"La normalidad es una fortaleza en la que cada vez es más difícil entrar"

"Es una chica que crece sin raíces, referentes ni familia. Entonces, ¿en qué clase de mujer se iba a convertir? Eso me lo planteé en el corto y ahora hemos dado el salto adelante para describir la frágil arquitectura emocional". A Funes le pone nerviosa cierta "apuesta por la épica, que pasa por personajes superheroicos, con vidas de titular periodístico". A ella no, a la cineasta le interesaba contar el anhelo de una mujer que quiere ser normal "en una vida en la que ya no hay casi nada normal". Y recuerda: "Hay parte de la población española que está muy exigida a diario, que sobreviven mientras les examina gente que decide si puede seguir en un piso de acogida o si puede recibir una ayuda. La normalidad es una fortaleza en la que cada vez es más difícil entrar".

Uno de los hallazgos creativos de La hija de un ladrón ha sido poner como padre e hija a un padre actor, Eduard Fernández, con su hija, Greta. "Todavía estamos experimentando acerca de este acontecimiento, porque en España todo el mundo lo sabe. Pero estuve hace dos semanas en Grecia y cuando lo expliqué al final de la proyección muchos me dijeron: '¡Aaaaah! Por eso se parecen!'. Siento que la película juega en dos canchas distintas. A mí me permitía tener una relación ya creada, que no partía de cero, y de paso usarlo en dos o tres momentos líricos. Suma, desde luego. Los dos me gustan como actores, qué decir. A Eduard ya le conocía, pero mi gran descubrimiento es Greta". Y Funes ríe feliz.

El otro coguionista, Marçal Cebrian, insistió en construir un personaje como el de Dani (al que da  vida Àlex Monner), el padre del bebé de Sara: siempre está ahí, ayudando y apoyando, pero no quiere liarse de nuevo con Sara. "Marçal deseaba escribir un ejemplo de la nueva masculinidad, que tiene que ver con el compromiso, con el apoyo como familia. Él sí sabe, gracias a su arquitectura emocional, separar cariño y sexo. Àlex ha sabido darle una ternura maravillosa".

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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