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Críticas | Pequeñas mentiras para estar juntos
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Las amistades insoportables

Hay directores como Canet que abordan la 'aduescencia' desde una superficialidad tan decepcionante que ellos mismos acaban pareciendo infantiloides

Javier Ocaña
Imagen de 'Pequeñas mentiras para estar juntos'.
Imagen de 'Pequeñas mentiras para estar juntos'.

Cuando hace casi una década se estrenó Pequeñas mentiras sin importancia, tercera película como director del habitual (y excelente) actor Guillaume Canet, hablamos en este periódico de una posible división en dos grupos de los autores que se estaban acercando con sus historias a la llamada generación adultescente. A un lado se encontrarían los directores con un evidente grado de madurez personal y creativa, que miran a una parte de su generación, cerca de la cuarentena de edad, con la capacidad crítica del que vislumbra a hombres y mujeres anclados en una falsa juventud eterna y en una actitud tendente a la insensatez peterpanesca. Mientras, en el otro extremo, se hallarían los directores que abordan la temática desde una superficialidad tan decepcionante que son ellos mismos, además de sus personajes, los que acaban pareciendo infantiloides.

Canet se encontraría en el segundo grupo.

Al menos, por lo que evidenciaba aquella película y, con matices, por lo que revela esta secuela tardía que hoy se estrena, Pequeñas mentiras para estar juntos, una nueva reunión de la pandilla de amigos de toda la vida, en la que algunos, los menos, han dado algún paso hacia la seguridad en sí mismos y hacia comportamientos basados en la experiencia, mientras otros, ahora rozando la cincuentena, siguen igual de detestables. Y no se trata tanto de que resulte difícil simpatizar con los protagonistas (una de las grandes lacras del espectador de hoy es la necesidad a ultranza de que los personajes caigan bien), como de que estos estén trazados por Canet y su coguionista, Rodolphe Lauga, desde una ternura y una condescendencia acrítica difícilmente soportable.

PEQUEÑAS MENTIRAS PARA ESTAR JUNTOS

Dirección: Guillaume Canet.

Intérpretes: François Cluzet, Marion Cotillard, Gilles Lellouche, Valérie Bonneton.

Género: comedia. Francia, 2019.

Duración: 135 minutos.

Pasadísima una vez más de rosca en cuanto a metraje, sobre todo en relación a lo que se está contando, la película nunca encuentra un tono adecuado ni se desarrolla con coherencia. Cuando pretende hacer gracia (la alergia a las orugas, las relaciones con la canguro de actitud inquebrantable…), es casi patética. Y cuando pretende abordar temas serios y de trascendencia (la ruina de uno de los personajes, la desgraciada distancia que a veces se abre entre la amistad a esas edades), nunca acaba de volar ni de emocionar. Le sobra una trama paralela en su totalidad (la de la exesposa, su amiga y los ligues), lo que además hubiera rebajado la duración, y culmina con un clímax lamentable de película de supervivencia que en modo alguno encaja con el resto.

Así que lo único salvable de Canet, junto al carisma de sus intérpretes, es haber tenido el buen gusto de (casi) culminar su película con la maravillosa To love somebody, de Nina Simone, en un bonito recorrido por el presente de sus criaturas. Y ni en eso consigue ser eficaz, porque en lugar de dejarlo ahí, por una vez en lo alto, inventa un epílogo inverosímil, falaz y engañosamente redentor.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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