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El inmaduro
Columna
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Los desesperados

No siempre un ser humano puede leer los libros que desea. Para leer libros hay que estar en paz

Manuel Vilas
Idea Vilariño.
Idea Vilariño.

No siempre un ser humano puede leer los libros que desea. Para leer libros hay que estar en paz. Es imposible concentrarse en la trama de una novela o en la argumentación de un ensayo si a tu lado el mundo se deshace o estalla en mil pedazos. Si estás angustiado porque no te renuevan tu contrato de trabajo, no te pones a leer una novela de Faulkner o de Tolstói o una tragedia de Shakespeare. Si tu matrimonio se va a pique, no te pones a leer a Benito Pérez Galdós o a Dumas o a Aristóteles.

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Para leer libros hay que gozar de salud, y en este 2019 solo existe un tipo de salud: la salud mental. Si no estás en paz, la literatura es imposible. Por eso existen escritores que escriben libros, pero que no leen libros. Su pánico es tan grande que no consiguen entender ni una página de una novela ajena. Se creen que no les queda tiempo, que se están muriendo. Son los escritores desesperados, una nueva tipología que habrá que añadir a los escritores que no escriben, a los ya célebres Bartlebys. Yo he conocido en mi vida a varios escritores que no leen. No porque no quieran leer, todo lo contrario, desean con fervor leer todos los libros del mundo. Pero no pueden porque su sistema nervioso está hecho añicos. El cantante neoyorquino Lou Reed fue ingresado, cuando era joven, en un psiquiátrico. Allí le practicaron electroshocks. A la salida de su internamiento, Reed dijo que cuando intentaba leer una novela no conseguía pasar del título. No estoy hablando de escritores que no leen a otros escritores por desdén o por superioridad, sino por falta de templanza, de concentración, de serenidad, de neuronas en buen estado. Por falta de salud mental.

Ha habido ocasiones en mi vida en que he padecido esa agitación. Estar viviendo un desequilibrio emocional e intentar leer un libro en medio de la tempestad es muy doloroso. Pues ocurre lo siguiente: la tempestad y la inestabilidad psíquica se hacen más reales, porque se visibilizan en la imposibilidad de leer una novela. En cambio, si estás al borde del abismo, al borde del ataque de nervios o de una crisis de ansiedad, sí puedes llamar un taxi, cerrar una puerta, marcar un número de teléfono, comerte una empanadilla de manera automática, beber un vaso de agua, calzarte unos zapatos, peinarte, poner una lavadora, llamar a tu psiquiatra, mandar un whatsapp trágico a tu familia, pero lo que no puedes en modo alguno es leer una novela de 500 páginas. Es imposible. Paradójicamente, sí puedes leer un poema. Parece como si la poesía recogiera en su regazo a todos los desesperados de la tierra, a todos los que se quedaron con el alma devastada, hecha añicos. Puedes leer un poema no muy largo. Puedes leer, por ejemplo, ese poema de Idea Vilariño, sí, hombre, ya me acuerdo, ya lo creo que me acuerdo, ese poema que termina con este verso: “No te veré morir”.

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