La catarsis de una pandilla
Bien ajustada en su metraje y con notables interpretaciones, puede sonar a ya vista y oída, y con mayor altura, pero el nivel medio en todos sus apartados es apreciable
“Como en Los amigos de Peter”, dice uno de los personajes en un momento de la película. Las referencias obvias siempre es mejor reconocerlas, y así se hace en Litus en una suerte de metalenguaje que queda redondeado con el diálogo posterior: una discusión sobre si el protagonista de aquella obra de Kenneth Branagh estaba muerto o se iba a morir, fundiendo de este modo las dos grandes bases del relato; no solo Los amigos de Peter sino también la primigenia Reencuentro, de Lawrence Kasdan, donde la excusa para la reunión de seres queridos y el posterior lavado en común de trapos sucios sí que era un recién fallecido.
LITUS
Dirección: Dani de la Orden.
Intérpretes: Quim Gutiérrez, Adrián Lastra, Belén Cuesta, Marta Nieto, Álex García.
Género: drama. España, 2019.
Duración: 90 minutos.
A fuerza de reiteración, tanto en la gran pantalla como en las tablas, la fórmula de la obra de teatro de Marta Buchaca en la que se basa Litus puede parecer gastada, y seguramente lo está. Sin embargo, si el material interno está bien desarrollado nunca carece de interés porque los elementos en los que se asienta son imperecederos, complejísimos, universales y de enorme fuerza dramática: las esquirlas de la amistad y del amor; el tratamiento del duelo de un ser querido, fallecido a una edad imposible de comprender; la catarsis emocional que provoca la muerte, y en el caso concreto de la pieza teatral de Buchaca, encargada también de la adaptación al cine, las incomprensibles razones que llevan a un joven treintañero a acabar con su vida.
“No puedo vivir aquí”, escribe en su despedida el protagonista ausente que ha decidido tirar la toalla. ¿Aquí? ¿Qué hay de terrible en el aquí y el ahora desahogado de un hombre joven para acabar aposta en un ataúd? La vida puede doler, y a veces ni siquiera hay razones. Y Buchaca lo despliega a través de una construcción dramática que bien podría ser un débil castillo de naipes a punto de derrumbarse al primer soplo: una serie de cartas de despedida para sus mejores amigos y para su hermano, que deben ser entregadas y leídas durante la reunión que ocupa la película. Sin embargo, la aparentemente forzada premisa se desarrolla con convicción y, lo mejor, da pie para una interesante visión del suicidio.
Bien ajustada en su metraje y con notables interpretaciones, Litus puede sonar a ya vista y oída, y con mayor altura, lo que no deja de ser cierto, pero el nivel medio en todos sus apartados es apreciable, y viene acompañada de una puesta en escena clásica, sin alharacas ni detalles de estilo que enturbien el texto, obra de Dani de la Orden (Barcelona, noche de verano, El mejor verano de mi vida), una vez más perfecto en la visualización de un material de encargo, engrandeciendo el conjunto con una cámara que sabe moverse, y posarse, justo donde hay que hacerlo. Y ahí el momento del brillante monólogo de Quim Gutiérrez ejerce de paradigma de esta purga sentimental en comunidad.
Babelia
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