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Arqueología
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lodos contemporáneos: las excavaciones del Turuñuelo

¿Qué actitud adoptarían si un buhonero intentara comprarles un montón de cartones al peso mientras va pregonando que entre ellos hay un lienzo de Velázquez?

 La antropóloga Victoria Peña junto a unos huesos hallados en 2018 en el yacimiento tartésico del Turuñuelo de Guareña (Badajoz).
La antropóloga Victoria Peña junto a unos huesos hallados en 2018 en el yacimiento tartésico del Turuñuelo de Guareña (Badajoz).J. M. ROMERO

Estos días ha saltado la noticia de que los dueños del yacimiento mal llamado tartésico de El Turuñuelo (Guareña, Badajoz) han suspendido las excavaciones en su propiedad (su autorización es preceptiva, según las leyes) en tanto se llegue a un acuerdo económico sobre la compra de los terrenos, cuyo valor pretenden aumentar. El relato se orienta en términos de buenos y malos o de héroes y villanos: “pobres y abnegados arqueólogos y pobre público en general, que se quedan sin sus imprescindibles investigaciones y sus espectaculares hallazgos veraniegos, frente a la avaricia desmedida de unos propietarios insensibles a la ciencia y la cultura”. La realidad es bastante más compleja y atraviesa una historia algo más tortuosa. El yacimiento del Turuñuelo es reconocido como un edificio monumental protohistórico a finales del siglo pasado, y como tal fue presentado en revistas y ediciones científicas. Desde entonces aparece en varios informes elevados a la Junta de Extremadura de cara a su protección y conservación, que apenas han obtenido respuesta por parte de los sucesivos responsables del Patrimonio Arqueológico de dicha comunidad.

Amparándose en la potencialidad de este sitio, que los mencionados estudios equiparan al célebre yacimiento de Cancho Roano, se emprende su excavación, mucho después, por parte del equipo que actualmente lo investiga dependiente del Instituto de Arqueología de Mérida (CSIC). Esta iniciativa se plantea en un marco de responsabilidad bastante relajada, ya que se sitúa al margen de cualquier expediente de tratamiento jurídico del bien (como habría sido deseable) y, lo que parece más grave, de cualquier proyecto de conservación a largo plazo que, dadas las conocidas características del sitio, constituía una necesidad más que evidente. De este modo, se ha asistido a escenas chocantes, como la extracción, sin restauradores, de valiosos objetos de bronce que, acto seguido, eran mostrados a las cámaras de TV, cual preciados tesoros, emulando los mejores tiempos de “Misión Rescate”; o a la instalación de precarias estructuras “protectoras” absolutamente insuficientes e impropias de un yacimiento de tal envergadura y de un proyecto europeo del siglo XXI. Estos hechos han discurrido sin que prácticamente nadie en la acrítica arqueología extremeña haya levantado la voz (las hecatombes de caballos o las esculturas griegas generan una euforia altamente exculpatoria). Y es que la espectacularidad de las excavaciones del Turuñuelo y su difusión mediática ha sido uno de los platos fuertes de la arqueología extremeña y española de los últimos años, abriendo unas expectativas y una demanda de datos que las actuales tecnologías de comunicación se han encargado de multiplicar. Una estrategia deliberada por parte del equipo de investigación que ha supeditado la publicación científica a la difusión masiva, dando cabida, incluso, a espacios de entretenimiento de corte esotérico-ocultista.

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Los réditos de este proceder son bien visibles: el Turuñuelo es calificado como el yacimiento más importante de España y fundaciones privadas le conceden un premio en metálico a pesar de que los resultados de sus investigaciones son absolutamente preliminares, es decir, se premia la espectacularidad de los hallazgos y no el rigor ni la constancia en el trabajo de los equipos científicos, pero tampoco esto parece haber generado ninguna reacción crítica dentro del colectivo profesional.

Naturalmente, los propietarios no han sido ajenos a toda esta vorágine mediática, y resultará difícil hacerles creer que su parcela en las Vegas del Guadiana, por pequeña que sea, tenga el mismo valor ahora que antes de anunciarse a bombo y platillo que ocultaba el yacimiento arqueológico más importante de España (lo cual, dicho sea de paso, no deja de ser más que una hipérbole comercial).

La intención de estas líneas no es, ciertamente, justificar la actitud de la propiedad. Sin duda es éticamente cuestionable querer sacar tajada de semejante situación, pero pregúntense ustedes qué actitud adoptarían si un buhonero intentara comprarles un montón de cartones al peso mientras va pregonando a los cuatro vientos que entre ellos se encuentra un lienzo de Velázquez o un grabado original de Goya. ¿Mantendrían uds. el precio inicial?

La actual situación del Turuñuelo no es pues únicamente achacable a la avaricia de la propiedad. Conviene incluir en el análisis factores como la secular falta de energía de la administración competente; el silencio cómplice de casi todos los agentes que componen la arqueología regional, y, sobre todo, la estrategia de un equipo de investigación que ha basado su actividad “científica” en la concepción de la arqueología como show, en la investigación low cost y en la política de hechos consumados. Y lo que es más sorprendente, sin que, desde su institución central, el CSIC, el organismo de investigación supuestamente más prestigioso de España, se haya hecho nada por cuestionar estos dudosos métodos.

Los problemas del Turuñuelo se arreglarán, a buen seguro, al igual que se han solucionado situaciones anteriores no muy dispares y no muy distantes; pero conviene abrir el prisma crítico sobre los factores que los han provocado para no focalizar en una única responsabilidad lo que no es sino el resultado de muchas irresponsabilidades.

Javier Jiménez Ávila es doctor en Historia y arqueólogo especialista en Protohistoria

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