Dinosaurios en el coliseo
El resultado, a pesar de intentar enganchar con las esencias fundamentales de dos grandes obras animadas recientes, está lejos de la leyenda del producto
En un universo como el de los juegos infantiles, cada vez más tecnológico y sofisticado, la supervivencia en la cúspide de los inmortales playmobil (clics de Famóbil para una generación de españoles, cuando la empresa madre alemana cedió derechos a la nacional Famosa), tan toscos de movimientos, tan sencillos de diseño, es un mayúsculo triunfo cuyos méritos quizá haya que repartir a partes iguales entre la ingeniería juguetera y la confianza de esta en la propia imaginación de los críos.
PLAYMOBIL: LA PELÍCULA
Dirección: Lino DiSalvo.
Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Gabriel Bateman, Daniel Radcliffe (voz).
Género: aventuras animadas. EE UU, 2019.
Duración: 95 minutos.
Y en un universo como el del cine infantil, donde no pocos juguetes más o menos míticos ya habían tenido su adaptación a la gran pantalla, era cuestión de tiempo que llegara la suya. De tiempo, de marketing, de estrategia y, claro, de dinero. Así, Playmobil: la película llega en forma de extraña coproducción entre Estados Unidos y Francia, dirigida por el novel Lino DiSalvo, profesional forjado en los departamentos animados de Disney, donde participó en películas importantes como Enredados y Frozen. Sin embargo, el resultado, a pesar de intentar enganchar con las esencias fundamentales de dos grandes obras animadas recientes, está lejos de la leyenda del producto.
Esas bases son el desenlace de La Lego Película (Lord, Miller, 2014) y el prólogo de Toy Story 3 (Lee Unkrich, 2010). Instantes de gran cine que podrían entroncar a la perfección con la muy especial naturaleza de los playmobil, con su concepción de juego para todas las edades donde la fusión de historias de muy distinta índole podía dar lugar, con el libre ingenio de los niños como mediador, a justo lo que ocurre en la película de DiSalvo: que una furgoneta de comida rápida pueda irrumpir en un duelo de un poblado del Oeste, que un dinosaurio ocupe la arena del viejo Coliseo de Roma, o que la muy cursi línea de princesas, hadas y caballos alados pueda mezclarse con vikingos, piratas y agentes secretos.
Sin embargo, una cosa es la sencillez y otra la tosquedad, de la que son capaces de reírse en los primeros momentos con un hermoso guiño autoparódico, pero que acaba trasladándose a la propia película, no demasiado trabajada en la animación (fondos, detalles…), y sobre todo en un relato vagamente episódico que insinúa una estructura de musical, pero a la que luego no se atreve: apenas cinco canciones más lanzadas al aire que bien encajadas.
De modo que casi lo más loable son el prólogo, de gran dramatismo, y el epílogo, forjador de aventuras para pequeños, con un viaje por la Historia, y para adolescentes, con el pasaporte como símbolo de un nuevo trayecto vital. Pero eso es apenas un cuarto de hora.
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