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Crítica | La vida sin Sara Amat
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Juegos de verano

El trabajo de los jóvenes actores y el elaborado trabajo de fotografía fijan el tono de una pieza de cámara, más atenta a la carga de verdad que al juego nostálgico

Biel Rossell Pelfort y Maria Morera, en 'La vida sin Sara Amat'.
Biel Rossell Pelfort y Maria Morera, en 'La vida sin Sara Amat'.

Un plan de escapada dibujado sobre la pared de una habitación, con una regla de dibujo ocupando el lugar del sol. El forrado de un libro de texto con Aironfix. La aventura de atrapar un reflejo de luz roja sobre el muslo del primer amor. Cargadas con el poder de esa reminiscencia que devuelve el poderoso recuerdo de aquel verano que lo cambió todo, porque en su curso se descubrió el secreto, el deseo y se empezaron a soltar las amarras de la infancia, esas imágenes puntúan La vida sin Sara Amat, delicado debut en la dirección de la actriz y profesora de interpretación Laura Jou, una película que parece contener en su sustrato una clara y legítima fascinación por Estiu 1993 (2017) de Carla Simón, pero que logra encontrar su registro propio, libre de mimetismos.

LA VIDA SIN SARA AMAT

Dirección: Laura Jou.

Intérpretes: Biel Rossell Pelfort, Maria Morera, Francesca Piñón, Joan Amargós.

Género: drama. España, 2019.

Duración: 75 minutos.

Adaptación de la tercera novela de Pep Puig, galardonada con el premio Sant Jordi en 2015, La vida sin Sara Amat cuenta una historia de iniciación y mutuo descubrimiento en el transcurso de un verano pretérito –cualquier verano de los años 80- en un pueblo catalán que en la novela aparece identificado como Ullastrell, pero que la película decide no localizar. El protagonista, un chico de ciudad en el umbral de la adolescencia, es el único que contempla las tensiones que sacuden el entorno desde otra perspectiva: Sara Amat, la joven que ha desaparecido misteriosamente, ha encontrado cobijo en su habitación, desde donde emprenderá su definitiva huida del entorno familiar y rural. La interpretación de los jóvenes Biel Rossell Pelfort y Maria Morera y el elaborado trabajo de fotografía de Gris Jordana fijan el tono de una pieza de cámara, más atenta a la carga de verdad que al juego nostálgico, que solo se ve saboteada por alguna intrusión musical y puntuales secuencias demasiado explicativas.

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