Los colores de Susana vuelven a seducir
El Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando presenta la restauración de una obra de Rubens
Que una imagen de una "violación en grupo" sea uno de los temas más representados en los siglos XVI y XVII y que hoy solo pensarlo cause repugnancia y rechazo es síntoma del paso del tiempo para bien. El concepto "violación en grupo" lo ha usado José María Luzón, director del museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (Rabasf) de Madrid, para explicar la historia bíblica de la casta Susana acosada por unos ancianos, tema que Rubens pintó en 1610 en una obra que cuelga del museo y del que este jueves han presentado su restauración.
El paso del tiempo siempre deja su huella, pero el estudio y la intervención sobre Susana y los viejos ha borrado parte de esa impronta para devolverle los vivos colores originales característicos del artista, se hicieron visibles detalles ocultos del ropaje de los viejos y la obra recobró la vitalidad y la agitación del momento que representa. Durante la primera fase del trabajo (entre 2016 y 2017) se limpiaron los barnices y la suciedad —que daban un tono amarillento al cuadro, “como visto a través de un cristal ámbar”, ha explicado la restauradora Silvia Viana—; se retiraron los repintes —muy visibles, sobre todo, en las uniones de cada una de las cuatro tablas horizontales que forman el soporte de la obra— y se realizaron análisis químicos de los materiales, radiografías y gammagrafías (más potentes que los rayos X, permite localizar los nudos de la madera, las microgrietas). En breve, aún no tienen fecha, pero posiblemente después del verano comenzará una segunda etapa. Todo el proceso sufragado gracias a la donación de la Fundación Callia: 10.000 euros recaudados en la gala de entrega de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo el pasado febrero.
En esta fase, por fin, se podrá descolgar el cuadro e intervenir el reverso del soporte, comprobar que los movimientos de las tablas no se salen de lo habitual de la madera (la dilatación y contracción natural). Es un cuadro muy pesado, de un tamaño considerable (190 x 223 centímetros) y no se quería mover hasta no conocer su estado; incluso, no se prestaba para las exposiciones temporales. El trabajo anterior se realizó in situ, sobre un andamio en la sala y a la vista de los visitantes. Algunos, en ocasiones, interactuaban con las restauradoras, Judit Gasca y Silvia Viana. Ahora analizarán la estructura de madera añadida a la trasera original, el estado de los clavos y demás metales, para ver su grado de oxidación y si afecta a la pintura. El reverso de las obras da mucha información, Luzón señala que el van dyck que cuelga al lado de Susana y los viejos conserva hasta el sello de la casa de Amberes que proporcionaba las tablas.
El marco de madera, que tiene entidad de obra de arte en sí mismo, también ha sido intervenido. Todos los elementos decorativos están tallados, no son añadidos aparte. Comenta el director como anécdota el momento en que la restauradora fue a notificarle que era dorado, porque no parecía de ese color. Se ha recuperado el pan de oro (finísimas láminas de este metal noble aplicado sobre la madera). Continúan estudiándolo, tienen un posible autor aunque no lo han revelado aún. Hay uno similar en el Louvre que data de la segunda mitad del siglo XVIII.
En este Susana y los viejos, no es la única vez que Rubens (Siegen, Westfalia, 1577-Amberes, 1640) representa este tema, se puede ver un resumen de la primera etapa del artista: los colores y la sensualidad de la figura femenina de influencia veneciana, las huellas miguelangelescas en el cuerpo, sobre todo, en la musculatura del anciano de primer término. Tonos y manera de tratar la anatomía que vienen de su estancia en Italia pero que su genio reinterpreta, no en vano es uno de los principales artistas del Barroco. El tema, que se narra en el Libro de Daniel del Antiguo Testamento, también fue repetido y repetido por grandes maestros como Tintoretto, Guercino o Artemisa Gentileschi… Les daba la opción de demostrar su virtuosismo ya que en él cabían el tratamiento del cuerpo de hombres ancianos, la sensualidad de una joven y, además, la representación del jardín en que Susana es representada y asaltada por los hombres mientras se estaba bañando. Al rechazarles, la acusaron de adulterio y fue condenada a la lapidación porque no creyeron su versión. El joven Daniel consiguió que los ancianos dieran su versión de los hechos por separado, entonces se descubrió que mentían y la mujer quedó liberada.
Una escena bíblica que permitía la representación de un desnudo femenino: un motivo más para que este tema fuera reiteradamente pintado y por el que el de Rubens de la Rabasf tiene pintado un 92, que no salió de los pinceles del artista flamenco, sino que es un número que se le dio a principio del siglo XIX en la institución —que lo adquirió por 60.000 reales en 1778—, para indicar que debía estar en la Sala Reservada (la dedicada a los desnudos). Este 92 aunque también es un añadido, por supuesto, no se retira ya que forma parte de la historia y de los tiempos en los que ha vivido esta obra.
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