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A solas con Stanley Kubrick en la cocina

Vicente Molina Foix rememora en un libro su labor como traductor y su relación con el director de ‘El resplandor’

Gregorio Belinchón
Stanley Kubrick, durante el rodaje de 'La chaqueta metálica' en 1986.
Stanley Kubrick, durante el rodaje de 'La chaqueta metálica' en 1986.WARNER BROTHERS

A inicios de 1978, Vicente Molina Foix (Elche, 72 años) estaba Oxford, dando clases de Literatura Español y Traducción Literaria, cuando recibió una llamada desde Madrid de Carlos Saura. Warner Bros iba a reestrenar en España La naranja mecánica (1971), de Stanley Kubrick, tras un primer lanzamiento a mediados de 1975 solo en salas en versión original subtitulada por mandato de la censura. Saura le aclaró a Molina Foix que él iba a dirigir el doblaje, pero que necesitaba dos traducciones de los diálogos: para los actores de doblaje y para el nuevo subtitulado. “Geraldine Chaplin, la entonces pareja de Saura, me dijo que la traducción enviada desde Hollywood tenía americanismos o directamente soluciones chapuceras del nasdat, el lenguaje inventado por Anthony Burgess para novela original”, recuerda el escritor y traductor. “Yo acepté encantado el encargo”.

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Así entró Molina Foix en el universo del director de Senderos de gloria, Espartaco o Lolita, y así lo recuerda en Kubrick en casa (Editorial Anagrama), libro de solo 128 páginas, pero en el que el escritor vuelca todos sus recuerdos y vivencias con un maestro del cine del siglo XX con el que colaboró hasta la muerte del cineasta en marzo de 1999. “Este libro no es un estudio sobre la obra de Kubrick, por más que haya meandros que nos acerquen de forma crítica a sus películas, porque ya hay muy buenos hechos”, asegura el escritor. “No empecé a redactarlo hasta que tenía claro lo que quería, y lo he hecho con gusto”.

Molina Foix habla de un Kubrick completamente alejado de la leyenda que siempre ha rodeado al cineasta de 2001: una odisea del espacio de dictador ególatra. “Puede que se traduzca en mis palabras incluso mi cariño por él, nacido desde luego primero de la admiración. Pero no solo por su obra —que hoy es inmensa— sino por su persona”, reflexiona. “Le respeté mucho y pronto entendí que este complejo mecanismo que aplicaba a su obra, en el que yo entraba con la traducción, pertenecía a alguien que no solo poseía un gran talento cinematográfico, sino que se tomaba muy en serio la relación con los demás. En el caso de Kubrick ese demás era el público”.

Cada paso de Molina Foix era escrutado. También es cierto que Kubrick daba tiempo a sus colaboradores —y lograba que se les remunerara acorde al esfuerzo—. Todo lo hacían por bien de su obra: desde seleccionar las voces principales para su doblaje a elegir a dedo al director del doblaje en función de sus gustos cinematográficos. Como recuerda Molina Foix, ese escrupuloso afán por el control fue calificado por los directivos de Warner en España como “el capricho de Kubrick”. “Se le atacaba por maníaco, y para mí sus acciones no estaban regidas por la vanidad sino por todo lo contrario, la modestia, ya que batallaba porque su trabajo llegara en las mejores condiciones a la gente de Murcia, de Tokio... A mí conmovía ver a Kubrick, que es uno de los grandes directores de la historia, metido en esos detalles”. Un ejemplo: supervisó que la filmación de un inserto de El resplandor en todos los idiomas en que se dobló. “Otro, su memorando con los posibles títulos, todos finalmente descartados, para Eyes Wide Shut”.

Un cineasta por y para su público

“Hoy algunos desdeñan al público”, afirma Molina Foix. “Kubrick jamás. Sin moverse de su casa, intentó llegar a cuanta más gente, mejor. Era un autor, pero entendía que servía al espectador y por eso luchaba porque llegara su obra con la mejor calidad posible”. Cuando Kubrick murió, la distribuidora acabó con aquellos “caprichos”. “Es muy triste, porque no se respetaron ni sus instrucciones ni los subtitulados hechos con cariño”.

Cara a cara

Molina Foix colaboró con Kubrick en la ya mencionada La naranja mecánica, en el estreno en España Senderos de gloria —estuvo prohibida por el franquismo—, en El resplandor, en La chaqueta metálica y en Eyes Wide Shut. “Siempre me trató correctamente, con educación, fue accesible, nunca me habló desde un pedestal”. Y eso que Molina Foix encaró dos traducciones complejísimas: la del nasdat de La naranja mecánica y la del lenguaje más barriobajero de la instrucción militar de La chaqueta metálica. “Con la primera había que lograr que el público entendiera lo que decían, en la segunda aprendí la ciencia del taco en sesiones aceleradas. Si nos parece que el castellano es rico en palabrotas, el inglés tiene más registros y posibles combinaciones”, asegura que el traductor que conserva todos los papeles de su trabajo, cartas y faxes intercambiados durante dos décadas con el cineasta o sus ayudantes, listados de llamadas, incluida una lista de palabrotas. “Por eso, al cotejar todos los libretos de trabajo de El resplandor, encontré el pasado verano una secuencia rodada, montada y posteriormente eliminada por el cineasta”.

También hubo momentos de relación cara a cara. Molina Foix ya había visitado previamente la casa de Kubrick, pero cuando asistió a la proyección de un copión de trabajo de El resplandor, se encontró al final con el director. “¿Qué le ha parecido el filme, señor Molina?”, le preguntó, y así iniciaron un almuerzo en la cocina de Childwick Bury, la mansión en la que vivían los Kubrick, y que también le servía de oficinas de producción e incluso de lugar de rodaje al cineasta. Como la estancia de Molina Foix se prolongó varios días, el español logró entrevistarle durante 90 minutos de un domingo, y esa charla sirve como adenda del libro. “Yo cuento mi experiencia, no fui amigo íntimo suyo. Pero conocí a alguien modesto y cordial, más allá de lo profesional”.

Tras morir Kubrick, Molina Fox fue invitado a un almuerzo en Childwick Bury para ver Eyes Wide Shut junto a otros traductores y directores de doblaje europeos. “Incluso sin él, se sentía a su persona y a su talento”. Y pudo rendirle homenaje ante el árbol bajo el que fue enterrado.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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