Agustí Villaronga: “Nacido rey’ no es una apología de la monarquía saudí”
El cineasta presenta en el BCN Film Festival su nueva película, sobre el joven Faisal
Nacido rey es una superproducción de 20 millones de euros. Grandiosos escenarios en el desierto de Arabia, terribles batallas a lomos de camellos sobre la arena, recreaciones de la Inglaterra de los años veinte del siglo pasado. Uno diría que todo este espectacular circo no va con Agustí Villaronga (Palma de Mallorca, 1953), que lo dirige. “Creo que todas mis películas sumadas no dan el presupuesto de esta”, comenta el director de cintas como Pa Negre o Incierta gloria, que contaron con un presupuesto de cuatro millones cada una.
La película, que se estrenará en otoño y se presenta esta semana en el BCN Film Festival de Barcelona, cuenta el viaje del futuro rey de Arabia, Faisal, a los 14 años a Londres para negociar con el rey Jorge V y con Winston Churchill sobre los conflictos internos en la península Arábiga, presumiblemente manipulados desde Inglaterra (el célebre Lawrence de Arabia ofrece una cara mucho menos romántica en esta película que en la de David Lean).
“Tuve ciertas reticencias al aceptar el encargo”, explica Villaronga, que no obvia la polémica sobre los derechos humanos en Arabia, el asesinato del periodista Jamal Khashoggi o que “hace tres días ejecutaron a 37, ¡cuidado! Y de una tacada”. “Pero creo que la película no pretende hacer una apología de la monarquía saudí. El padre del protagonista, el príncipe Al Saúd, fue un personaje interesantísimo. Seguro que hizo cosas muy heavys, pero también las hizo Thatcher, por ejemplo…”, argumenta. “Ese no es el tema. Es una película de entretenimiento que, además, te muestra las bases desde la que se han producido los hechos políticos que están ocurriendo ahora”. Sin tratar de justificar a nadie, el cineasta recuerda que se acaba de hacer una ley del cine en Arabia, después de 35 años de prohibición.
Fue el productor Andrés Vicente Gómez quien ofreció la dirección de la película a Agustí Villaronga. “Él llevaba tiempo trabajando para documentales en Arabia y había hilvanado ya esta historia. Yo aparezco cuando los guionistas [entre ellos, Ray Loriga] ya están trabajando y la parte financiera creada”. La película estaba, como quien dice, cerrada: “Yo solo tenía que ponerla en solfa”, dice el director, que admite: “Ni quería ni podía intervenir en el retrato político e histórico que traza”. De hecho, es la primera vez que Villaronga dirige una historia que no ha escrito. “Lo tomé como un reto casi profesional; en lugar de como autor, me he metido como alguien que ya lleva mucho tiempo trabajando, sabe lo que es el cine y sabe hacerlo bien”.
No falta en este proyecto el niño que vemos en tantos trabajos del director mallorquín. “Me interesa esa historia humana que se cuenta, una historia de iniciación”, explica. “Incluso, me puedo identificar un poco con el niño. Poco, porque para mí tan exótico era Arabia como la Inglaterra de los años veinte. Además, ese niño vive en un mundo de un nivelazo y yo soy hijo de cartero, no sé cómo viven los reyes”.
Dos misiles durante el rodaje
Los rodajes en el desierto no son fáciles, menos aún si el clima político no acompaña. Villaronga recuerda sin darle mucha trascendencia que, a finales del 2017, rodando de noche en Riad, cayeron cerca dos misiles disparados desde Yemen: “Yo creía que era un terremoto”, cuenta. “Hubo gente del equipo que regresó a Europa por miedo, claro, pero seguimos trabajando”.
El protagonista es un personaje histórico en su primer contacto con el mundo exterior. “Al niño, en realidad, lo mandan a Londres como florero, pero descubre las bases del mundo Occidental. De hecho, cuando su padre fue rey, ya de una Arabia unificada, Faisal fue ministro de Exteriores. Por eso, cuando llegó a ser rey abrió en muchos sentidos esa concepción tan medieval que tenía la monarquía saudí”.
Esta visión de un adolescente permite plasmar un cambio importante en todo el mundo. “En los años veinte Arabia ni existía como Estado ni allí había petróleo, pero en Oriente Próximo, sí, de ahí que Lawrence de Arabia manipulase los conflictos internos en el territorio en beneficio de la corona británica. No olvidemos que la maquinaria de guerra ya ha cambiado del carbón al petróleo”, explica un documentado Villaronga. “Si algún mensaje hay que sacar de la película es que siempre Europa o el mundo occidental están yendo a los países menos civilizados como aves de rapiña para aprovecharse de sus recursos”.
Villaronga reconoce que al principio del rodaje (que acabó a finales de 2017) se llegó a sentir asustado. “No solo por el dinero, sino porque eran países diferentes, lenguajes diferentes, maneras de trabajar diferentes… Tienes que adaptarte a esto, pero vas muy protegido. En un proyecto de gran presupuesto el director tiene su espacio clarísimo y muchísima ayuda. Es más fácil que dirigir una película pequeñita en la que tienes que adaptarte a esto, pero vas muy protegido. En una película de gran presupuesto el director tiene su espacio clarísimo y luego tiene muchísima ayuda. Es más fácil que dirigir una película pequeñita en la que tienes que ir con la mochila al hombro”.
Esta producción no hace olvidar a Villaronga los cambios que está sufriendo el cine. “Cambia cada cinco minutos. Ahora las plataformas han sustituido a las pantallas y las series están substituyendo a las películas”. Eso no tiene por qué ser malo: “Roma es una película hecha para plataformas, no está pensada para pantallas”, argumenta.
El cineasta quiere ver la parte positiva de este cambio y reconoce que “se puede beneficiar profesionalmente todo el mundo porque, al hacerse más cosas, hay más trabajo”, pero echa en falta “como persona ya mayor” el espíritu con el que se hacía cine cuando tenía 20 años: “Ahora es un producto de mercado, la balanza cada vez se inclina más hacia el consumismo y no te queda casi más remedio que tragar, si no te quedas en una rinconcito que no te verían ni las ratas”, sentencia. “Veo muchas productoras moviéndose como en la bolsa para producir series, que es una manera de ganar dinero, por supuesto, pero creo que se puede hacer lo mismo con un poquito más de ingenio, espíritu creativo y sensibilidad”. Villaronga habla de cineastas de antes, de Bergmar, de Tarkovski, de Lean o Fellini… y se detiene un momento, como confuso: “Cuando hablas de esto entras en un terreno que parece que hables como si fueses un hippie”.
Babelia
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