Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un hombre

Winston Churchill fue un patriota valiente que amó la libertad en casa y en Europa

Winston Churchill en su casa de Chartwell en 1939.
Winston Churchill en su casa de Chartwell en 1939. CORDONPRESS

Soy poco original: comparto con muchos contemporáneos mi admiración por Winston Churchill. La aflicción del Brexit ha reavivado la nostalgia por este europeo magistral, plasmada en dos películas: Churchill de Jonathan Teplitzky y El instante más oscuro de Joe Wright, esta nominada a varios Oscar. Los intérpretes del personaje —Brian Cox en una y Gary Oldman en otra— logran creaciones notables, a mi juicio superior la del primero, menos efectista y mejor apoyada por su físico. En ambos filmes se retrata la voluntad fiera y decidida del premier: he leído comentarios recomendando a nuestros gobernantes timoratos su ejemplo de coraje insobornable al desafiar en solitario la tiranía nazi contra los que aconsejaban “diálogo”, dramáticamente reflejada en El instante más oscuro. Entonces su firmeza salvó a Europa, como ahora sabemos. Pero no olvidemos lo que cuenta Churchill: que con igual tozudez se opuso al desembarco de Normandía (sin duda recordando el desastre de Gallipoli). Ahí la salvación de la democracia en Europa fue que ni Eisenhower ni Montgomery le escuchasen, pese a su prestigio. El mismo carácter brusco pero admirable puede llevar a éxito o al desastre, según las circunstancias. Es la peligrosa ambigüedad del héroe político...

Winston Churchill fue un patriota valiente que amó la libertad en casa y en Europa. Es bien conocida su afición higiénicamente incorrecta por las bebidas fuertes en dosis generosas y los puros de gran calibre. También por los caballos: Brough Scott ha contado en Churchill at the Gallop su vida como jinete desde la infancia, en la guerra y en el deporte, así como criador y propietario de purasangres de carreras. No sé si para muchos esto cuenta en el cómputo de su grandeza, pero a mis ojos le confirma como un hombre plenamente a mi gusto.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Regístrate gratis para seguir leyendo

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS