Notre Dame frente a ‘Los miserables’
Las donaciones millonarias para la catedral de París provocan una controversia entre política y filosófica sobre las prioridades de los recursos y la generosidad de los ricos
¿Habría estado de acuerdo Victor Hugo con que llovieran las donaciones multimillonarias para restaurar la catedral de Notre Dame de París que él ayudó a inmortalizar en su obra homónima, en vez de destinar ese dinero a causas urgentes como el medio ambiente, los inmigrantes o las clases más desfavorecidas que él mismo defendió con tanto vigor en otra obra como Los miserables? Poco después de que, apagadas las llamas, empezara a caer la cascada de millones de las familias y empresas más poderosas de Francia —100 millones de euros los Pinault de Kering, 200 Bernard Arnault de LVMH y los Bettencourt-Meyer de L'Oréal— para reconstruir el templo gótico parisino, el ensayista Ollivier Pourrol lanzó un mensaje en las redes sociales muy replicado en los siguientes días: “Victor Hugo agradece a todos los donantes generosos dispuestos a salvar Notre Dame de París y les propone hacer lo mismo con Los miserables”, escribió en referencia a dos de las obras más emblemáticas del escritor francés. El primer sábado tras el incendio, en la nueva marcha de los chalecos amarillos por París —se suceden cada fin de semana desde hace cinco meses—, se podían leer carteles con la misma reflexión: “Todo para Notre Dame, nada para Los miserables”, rezaba una de las pancartas.
También la fundación Pierre Abbé, que ayuda a personas sin hogar, lanzó otro tuit que rápidamente se volvió viral: “400 millones para Notre Dame, gracias Grupo Kering, Total, LVMH por vuestra generosidad: estamos muy ligados al lugar donde se celebró el funeral del abad Pierre. Pero también estamos muy ligados a su combate. Si ustedes pudieran dedicar un 1% (de sus fortunas) para los necesitados, nos haría muy felices”.
Las redes sociales no tardaron en llenarse de causas —la pobreza, el medioambiente, los animales— igualmente necesitadas de la generosidad de los pudientes, puesta además en cuestión por la ley de mecenazgo francesa que ofrece jugosas desgravaciones a quienes invierten en arte. La ira no se apagó ni cuando los Pinault o Arnault anunciaron que renunciaban a cualquier ventaja fiscal. Esta semana, Pamela Anderson, la actriz que se hizo famosa en el pasado por su papel como vigilante de la playa y reconvertida ahora en activista de múltiples causas, abandonaba indignada una gala de la Fundación Olympique de Marseille (OM), el club donde juega su actual pareja Adil Rami, porque en el evento organizado para recaudar fondos para jóvenes se recolectaron también 100.000 euros para Notre Dame.
Cabe sin embargo otra pregunta: ¿Es la contraposición Notre Dame-Los miserables justa? El líder del sindicato CGT, Philippe Martínez, considera que estas donaciones millonarias son una muestra más de “las desigualdades del país”, dijo en la radio francesa.
Una idea que rebate Frédéric Dabi, politólogo y director general adjunto del instituto demoscópico Ifop. Existe en Francia, sostiene, una “división entre grandes y pequeños que se ha reactivado con la presidencia de Emmanuel Macron y que hace que toda acción del Gobierno sea vista como un regalo a los más grandes”. Pero, subrayó, el debate sobre las donaciones, que puede avivar las redes sociales, no es algo que, por el momento, parezca preocupar a la ciudadanía. “No he visto ninguna encuesta que diga que los franceses ven bien o mal esas donaciones. Hemos hecho una falsa polémica de esto”, zanjó. Tampoco la alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, ve necesariamente una contradicción. “La historia del patrimonio también es la historia que nos une”, dijo en una entrevista tras el incendio con los periódicos del grupo Lena, al que pertenece EL PAÍS. “No seré de los que los critican, todo lo contrario. En la defensa del patrimonio hay valores humanistas. Los mecenas claro que tienen unos niveles de riqueza que son inimaginables para muchos de nosotros. Pero han hecho esas donaciones con esa idea de mantener una cosa que nos es común, y esta historia es de todos”.
Impuesto sobre fortunas
Quizás una de las claves del malestar de las asociaciones es que la noticia de la lluvia de aportaciones para Notre Dame llegó unos días después de que se anunciara que las donaciones a asociaciones y fundaciones bajaron un 4,2% en 2018, tras 10 años de crecimiento. Una de las claves de esta caída, según France Générosités, que aúna a 97 ONG, está en la política fiscal del Gobierno de Emmanuel Macron. Especialmente, en la decisión del presidente francés de eliminar el Impuesto sobre la Fortuna, tan criticada por los chalecos amarillos, que ha provocado una caída drástica de la generosidad porque dicho impuesto permitía una reducción de impuestos del 75% del montante de las donaciones a las asociaciones. Según France Générosités, unos 200.000 hogares antaño sometidos a dicho impuesto ya no tienen el incentivo fiscal para seguir donando a causas caritativas.
La solidaridad que ha despertado el incendio de Notre Dame llevó al experto en biodiversidad de la Universidad de Paris-Sud Franck Courchamp a escribir un artículo en The Conversation preguntándose por qué genera más emociones —y donaciones— un templo incendiado que “la catedral de lo vivo” que es el planeta y que también está amenazado. “No se trata de imponer dos sistemas de valores ni de reprochar a los donantes que hayan dado dinero, ni de desalentarlos, porque en Francia no hay una cultura de donaciones y las necesitamos”, precisó Courchamp en conversación telefónica. “Era, ante todo, un interrogante: ¿cómo es que cosas objetivamente mucho más importantes y problemáticas como la biodiversidad no nos hacen reaccionar colectivamente como sociedad de manera tan eficaz como Notre Dame?”.
Los Pinault dan 3,5 millones para la casa de Victor Hugo
Es uno de esos guiños de la historia. Los que han usado a Victor Hugo para criticar la generosidad de los Pinault con Notre Dame han llegado justo después de que se reabriera la casa en el exilio en la isla de Guernsey del autor de Los miserables gracias, precisamente, al mecenazgo de esta familia, una de las mayores fortunas de Francia. La residencia de Victor Hugo en la isla británica frente a la costa francesa que le sirvió de refugio durante la última parte de su exilio (1855-1870), tras huir de Napoleón III en 1851, pertenece a la ciudad de París, pero ha sido restaurada en buena parte por el mecenazgo del patriarca de los Pinault, François, que ha desembolsado 3,5 millones de euros.
Victor Hugo, que adquirió esta residencia en 1856, dirigió a un equipo de artesanos para conformarla a su gusto. En ella escribió su popular novela Los miserables, además de otras obras como El hombre que ríe o Los trabajadores del mar. La actual restauración ha recuperado el aspecto que tuvo en vida del autor francés.
Babelia
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