La madre muerta
La película queda devaluada por un guion excesivamente básico
En tiempos de Donald Trump y de promesas de construcción de un muro físico, llama la atención la facilidad de transmisión de la cultura vecina y el tratamiento del folclore mexicano en el cine de Hollywood, en una operación que quizá diga tanto del ámbito comercial, con la búsqueda del cada vez más numeroso mercado latino, como del entorno social e incluso lingüístico, con la normalización de la convivencia e incluso con la mezcla de idiomas. Y del mismo modo que Disney-Pixar se acercó al folclore mexicano con Coco, la productora Atomic Monster de James Wan se adentra ahora en la terrorífica leyenda sobrenatural de La Llorona, versión local de nuestro Hombre del Saco: mujer que aterroriza niños con sus lágrimas y sus sollozos, en busca de sus propios hijos, a los que siglos antes ahogó con sus propias manos en un río.
LA LLORONA
Dirección: Michael Chaves.
Intérpretes: Linda Cardellini, Raymond Cruz, Jaynee-Lynne Kinchen, Roman Christou.
Género: terror. EE UU, 2019.
Duración: 93 minutos.
Dirigida por el novel Michael Chaves, y con el amparo comercial de formar parte del universo de Expediente Warren, con sus spin-off y sus secuelas (la muñeca Annabelle tiene una aparición en forma de cómico guiño autorreferencial, y el personaje del padre Pérez regresa con un rol secundario), La Llorona está ambientada en los años setenta, quizá como tentativa de que sea el cine de terror de esa década el que se convierta en referente formal y narrativo. En parte lo consigue con una hermosa fotografía de textura dura, que recuerda a los tratamientos con la luz de Owen Roizman, no sólo en la mítica El exorcista sino también con sus fotografías para el cine policial de la época (French connection, Pelham 1,2,3), con el que tanto tiene que ver también la trama de La Llorona.
Sin embargo, a pesar del buen trabajo de puesta en escena de Chaves, la película queda devaluada por un guion excesivamente básico, en el que, expuestos el antecedente de la leyenda, el conflicto y la presentación de personajes, todo puede adivinarse desde el minuto 20 de metraje hasta el desenlace. Y aunque Chaves sepa crear tensión con la cámara y sus angulaciones, la película provoca más miedo por los estallidos de música que por la presencia de La Llorona, que no lleva al escalofrío ni con su mera presencia física ni con su desaprovechado llanto.
Babelia
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