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Notre Dame: la catedral donde se cruzan todos los caminos de Francia

El monumento es uno de los símbolos más poderosos de Francia pero también de Europa

Una gárgola de la Catedral de Notre Dame. En vídeo, 800 años de historia de la catedral.Vídeo: GETTY | EPV
Guillermo Altares
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Durante la Comuna de París, en 1871, cuando los revolucionarios se supieron derrotados se dedicaron a quemar todos los edificios públicos que encontraron a su paso, con especial preferencia por las iglesias. Sin embargo, Notre Dame, la catedral que ocupa el centro geográfico de la capital francesa, se salvó de la furia popular (se quemaron unos pocos bancos y el fuego se extinguió sin mayores daños), al igual que había conseguido sobrevivir a la iconoclastia de la Revolución Francesa un siglo antes. Este edificio, que comenzó a construirse en el siglo XII, en pleno apogeo del gótico, y se acabó en el XIX, es uno de los símbolos más poderosos de Francia, pero también de Europa.

Su fachada con sus dos torres gemelas, la aguja que se quemó este lunes por la tarde, construida en el siglo XIX por Eugène Viollet-le-Duc y sus gárgolas o sus pórticos la convirtieron con el paso de los siglos en mucho más que un monumento de piedra y madera: Notre Dame es una construcción tan imaginaria como real. Por eso el incendio ha provocado una conmoción colectiva: todos los caminos de Francia se cruzan bajo sus arcos, todos los recuerdos, los sueños y las fracturas de una nación.

No es una casualidad que el aspecto actual del monumento se forjase durante el siglo XIX, durante la gran reforma de Viollet-le-Duc, en su momento muy controvertida pero que ahora, como la Torre Eiffel,  le dio el aspecto que forma parte del paisaje de París. Fue el siglo en el que se crearon los mitos colectivos sobre los que han crecido las naciones europeas y el neogótico formó parte de ellos. También en ese mismo siglo Victor Hugo escribió la novela que marcaría la catedral para siempre: Nuestra Señora de París (conocida como El jorobado de Notre Dame en sus múltiples versiones de Hollywood), la historia de Quasimodo y Esmeralda, que reconstruía con muchas libertades el París del siglo XV. De nuevo, el espacio imaginario resulta mucho más importante que el real. Al contemplar las gárgolas, muchas de ellas también construidas en aquella época, es imposible no pensar en los personajes de Hugo.

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“Es un símbolo de París, es mucho más que una catedral”, explica el catedrático de Historia Medieval de la Universidad Autónoma de Barcelona, José Enrique Ruiz-Domènech, uno de los grandes medievalistas europeos. Mientras transcurre la conversación por teléfono no para de recibir imágenes en su móvil de amigos parisinos, que no creen que algo así pueda suceder. Ruiz-Domènech, que ha sido muchos años profesor en París, tampoco piensa que pueda ser real. “El gótico es el único arte que logró ocupar todo el espacio europeo. Es un emblema de la construcción europea, de la razón”, señala el autor de Europa. Las claves de su historia.

La Iglesia tuvo un papel esencial en la historia de la música, por su papel en la implantación de la polifonía, allí se coronó Napoleón I y se celebraron los funerales de Estado de presidentes como De Gaulle, Pompidou o Mitterrand y de las víctimas de los atentados del 13 de noviembre de 2015. Fue el lugar escogido para celebrar una misa con motivo de la liberación de París, el 26 de agosto de 1944, tal vez el momento más importante de la historia contemporánea de Francia. Es, naturalmente, Patrimonio Mundial de la Unesco. París nació en una isla, cuyo centro ocupa Notre Dame, y creció desde allí. No importa lo que haya crecido la ciudad: nunca ha cedido su papel central, y no solo para los visitantes.

Resulta imposible contar el número de películas en las que aparece, tantas que es casi un tópico. Ha logrado resistir a la Comuna, a las películas de Disney, al kitsch decimonónico, a las visitas de cerca de 13 millones de turistas, y resistirá a los estragos del incendio que la devoró una tarde de Pascua ante el espanto y la incredulidad de todos aquellos que alguna vez se pasearon por su explanada y bajo sus bóvedas.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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