_
_
_
_

La mujer que cazaba ballenas antes que el capitán Ahab

La Sociedad Geográfica Española rinde homenaje a Selma Huxley, la historiadora que desveló las hazañas de los marineros vascos en Canadá

Vicente G. Olaya
Selma Huxley Barkham navegando en aguas de Terranova en 1982.
Selma Huxley Barkham navegando en aguas de Terranova en 1982. Michael Barkham

Será casualidad, pero los ojos de Selma Huxley poseen el mismo color del mar al que ha dedicado su vida, el que baña las costas de Red Bay, un antiguo asentamiento pesquero en la provincia de Terranova y Labrador (Canadá). La anglocanadiense, de 92 años, recibió este mes el Premio Internacional 2018 de la Sociedad Geográfica Española porque sus estudios “cambiaron la historia marítima de España y Canadá”.

Detrás de este homenaje se esconde haber desvelado la lucha de los marineros vascos que cruzaron el Atlántico a principios del XVI en pos del ansiado bacalao para levantar poco después una pujante industria ballenera en Quebec y Labrador. Huxley fue capaz de identificar entre 10 y 12 puertos construidos ex profeso para la caza y donde vivirían cada temporada unas 2.000 personas y buscaban refugio decenas de galeones antes de transportar la valiosa carga a Europa.

Más información
Viviendo con Ahab
Náufragos caníbales y ballenas feroces

Casada con un arquitecto británico apasionado del País Vasco, Huxley oyó por primera vez en 1956 al sacerdote Pío de Montoya hablar de la “leyenda” de los balleneros vascos en Canadá. En 1972, ya viuda, se estableció en Oñate (Gipuzkoa) con sus cuatro hijos y decidió investigar —sin apoyo institucional— archivos de España y Francia. Su tesón la llevó directamente a su primer hallazgo importante: manuscritos y mapas relacionados con los pescadores que, entre 1540 y 1580, llenaron miles de barricas de roble con el aceite de los gigantescos mamíferos (el preciado saín con el que se elaboraban jabones y se alimentaban las lámparas) con destino a Amberes, Londres o España.

¿Pero cómo y por qué los marineros españoles alcanzaron unas costas que se encontraban a más de 4.000 kilómetros de sus puertos de origen? Cinco años después de descubrirse América, el italiano Giovanni Caboto (John Cabot, le llaman los ingleses) abrió una ruta hacia el Nuevo Continente por el norte. Allí, en lo que llamó “the New Found Land”, es decir, la Tierra Nueva o Terranova, halló tanto bacalao que informó de que se podía “coger con cestas”. La noticia se extendió por toda Europa: era un pescado que en salazón se conservaba mucho mejor que la tradicional merluza.

Así, los vascos alcanzaron Terranova, pero pronto descubrieron algo que les dejó sorprendidos: el actual estrecho de Belle Isle era surcado por miles de cetáceos. En 1540, organizaron las primeras expediciones. Pero unas décadas después España e Inglaterra entraron en guerra y Felipe II necesitaba buena parte de los galeones y marineros vascos para la Armada Invencible (1588). Los caladeros, además, empezaban a agotarse, ya que se llegaron a pescar hasta 400 ballenas anuales. La industria se diluía y comenzaba la leyenda.

Mapa de 1592 que fue clave para ubicar los puertos balleneros de América del Norte.
Mapa de 1592 que fue clave para ubicar los puertos balleneros de América del Norte.

En la Biblioteca Británica de Londres, la historiadora encontró un mapa del siglo XVI con los nombres de los puertos balleneros que señalaban los manuscritos españoles, datos que cruzó con un rarísimo libro de la misma época de la Biblioteca Nacional en París, donde se describían los derroteros que los marinos debían tomar en Europa. Lo novedoso y excepcional de esta obra era que su última parte contenía instrucciones para navegar entre esos antiguos puertos de Terranova.

Esto le permitió hacer otro extraordinario descubrimiento: que los puertos balleneros vascos del siglo XVI estaban situados a lo largo de la costa sur de Labrador y Québec y pudo así identificar la ubicación de la mayoría de ellos y sus nombres modernos. De esta manera, por ejemplo, Gradun tenía que ser el actual puerto de Middle Bay; Puerto Bretón se convertía en Carrol Cove y Buttes, el más importante, se convertía en Red Bay.

En 1977, Huxley organizó una expedición arqueológica para corroborar lo que señalaban los manuscritos que había desempolvado. Hace seis años, Red Bay, con sus restos arqueológicos en tierra —hornos, tonelerías, esqueletos humanos, arpones y hasta barbas de ballena— y con sus galeones en los fondos fue declarado Patrimonio de la Humanidad.

Huxley, con el mapa de 1592, que fue clave para hallar los puertos balleneros
Huxley, con el mapa de 1592, que fue clave para hallar los puertos balleneros

A principios del siglo XVII, los europeos del norte se adentraron más en el Ártico y encontraron, de nuevo, las apreciadas ballenas. Ingleses y holandeses, principalmente, empezaron a contratar a marineros vascos para cazarlas. La Corona española intentó impedirlo, incluso bajo pena de muerte, pero sin éxito, y el resultado fue la pérdida de la antigua hegemonía vasca en la caza de cetáceos. De esta manera, la industria ballenera española decayó, mientras comenzaba y despegaba de la del norte del continente.

Y así nacerá en la literatura anglosajona la leyenda de Moby Dick y su lucha contra el capitán Ahab, “pero lo de Huxley fue mucho antes”, bromea Michael Barkham, doctor en Geografía por la Universidad de Cambridge e hijo de Huxley, mientras ella sonríe a su lado, lo abraza y sus ojos brillan. Como el mar que ama.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_