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Crítica | Conociendo a Astrid
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La libertaria madre de Pippi

Feminista sin trazos gruesos ni maniqueísmos, sin alharacas en la puesta en escena, la película posa la mirada en la fijeza y el extravío de un personaje apasionante

Javier Ocaña
Alba August, en 'Conociendo a Astrid'.
Alba August, en 'Conociendo a Astrid'.

El espíritu de Astrid Lindgren, creadora de los libros infantiles de Pippi Calzaslargas e inspiradora de la osada y mítica serie de televisión de 1969, emitida en España a partir de 1974, queda recogido en dos secuencias espejo de Conociendo a Astrid. En la primera, ambientada en uno de esos bailes sociales de pueblo, donde las chicas esperan en una silla a que los ejemplares del sexo contrario se decidan a pedirles una ronda, Astrid rompe con las convenciones, harta de aguardar, saca a bailar un charlestón a otra amiga rechazada, dan unas cuantas vueltas y acaba ella sola, danzando con ritmo lisérgico mientras mueve brazos y piernas como si estuviera en Woodstock hasta arriba de ácido. Pero no lo está, es el nervio que sale de dentro, de su mente alternativa, fantasiosa y maravillosamente procaz, ante los atónitos ojos de la gente ordinaria.

CONOCIENDO A ASTRID

Dirección: Pernille Fischer Christensen.

Intérpretes: Alba August, Maria Bonnevie, Henrik Rafaelsen, Trine Dyrholm.

Género: drama. Suecia, 2018.

Duración: 123 minutos.

En la segunda secuencia, ambientada en una lujosa celebración de sociedad, chaqués, champán, lentejuelas, pompa y circunstancia, Astrid, triste, cabizbaja y con varias copas de más (o de menos, según se mire), al borde de la caída y del vómito, acaba cerrando sus ojos y abriendo una vez más su portentoso intelecto, rompiendo barreras, bailando como si no hubiera un mañana la felizmente provocativa Puttin’On the Ritz, de Irving Berlin, En realidad, han pasado solo tres años entre uno y otro baile. Pero en su mente y en su cuerpo parecen 20. Tiene semejante ímpetu, pero ahora goza y sufre del poso de la experiencia, de los golpes del destino, de los puñales de una sociedad machista, y de los retorcidos caminos del amor y del deseo.

Y esos arcos temporal, sentimental y emocional son los que revela la notable Conociendo a Astrid, biografía de los años clave de formación vital y profesional de Lindgren, dirigida por Pernille Fischer Christensen, en su quinto largometraje. “¿Cómo puedes conocer tanto a las niñas si no lo eres?”, pregunta una cría a Astrid en la película. Porque, a pesar de criarse en un ambiente cerrado y retrógrado, era tan libertaria como aquella Pippi Långstrump posterior, flipante y bailonga hasta lo indecible.

Feminista sin trazos gruesos ni maniqueísmos, sin alharacas en la puesta en escena, pero con el gusto de saber posar la mirada en la fijeza y el extravío de un personaje apasionante, la película de Fischer Christensen descubre además a un torrente interpretativo: Alba August, de 25 años, hija del gran director Bille August y de la poderosa actriz Pernilla August, que con desparpajo y profundidad mayúsculas es capaz de hacer creíble a una niña y a una mujer.

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Sobre la firma

Javier Ocaña
Crítico de cine de EL PAÍS desde 2003. Profesor de cine para la Junta de Colegios Mayores de Madrid. Colaborador de 'Hoy por hoy', en la SER y de 'Historia de nuestro cine', en La2 de TVE. Autor de 'De Blancanieves a Kurosawa: La aventura de ver cine con los hijos'. Una vida disfrutando de las películas; media vida intentando desentrañar su arte.

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