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En la cocina de la Casa Blanca

En tiempos de Trump, libros de memoria nostálgica de la presidencia de Obama

Lluís Bassets
Ben Rhodes (derecha), junto a Barack Obama en el 'Air Force One', en 2012.
Ben Rhodes (derecha), junto a Barack Obama en el 'Air Force One', en 2012.Pete Souza (White House / DPA)

Ben Rhodes tenía 29 años cuando empezó a trabajar en la campaña electoral del senador por Illinois Barack Obama y 39 cuando recogió sus trastos de su despachito en el ala oeste de la Casa Blanca donde había desempeñado sus tareas de escritor de discursos y asesor internacional durante ocho años. La presidencia de Obama ha hecho correr ya ríos de tinta y más que correrán en el futuro, sobre todo después del contraste brutal con el imperio del caos y de las mentiras de Donald Trump, el nuevo inquilino de la primera mansión washingtoniana. Uno de los primeros libros de recuento memorialístico de estos tiempos difíciles pero felices, comparados con los actuales, es el que acaba de publicar Ben Rhodes, ahora en español apenas medio año después de que se publicara en inglés.

El mundo tal y como es es del máximo interés para conocer los entresijos de la presidencia de Obama en lo que afecta a la política exterior de Estados Unidos. El autor perteneció a la cocina narrativa presidencial, el pequeño equipo de asesores encargado de preparar los discursos del auténtico narrador en jefe que fue Barack Obama ya durante su campaña y sobre todo durante su presidencia. Pocos presidentes han volado tan alto desde Abraham Lincoln con sus discursos, esenciales para entender su victoria electoral y luego su estilo de gobierno. Su discurso en El Cairo sobre el islam, el de Praga sobre las armas nucleares, el de Oslo en la recepción del Nobel sobre la guerra y la paz o el de La Habana en el primer viaje presidencial a la Cuba castrista, son auténticas referencias para la comprensión del papel de Estados Unidos en el mundo.

A pesar del notable equipo de escritores que le rodeaba, Obama era el autor de sus discursos, como es el autor de sus libros, Sueños de mi padre y la Audacia de la esperanza. Cuenta Rhodes en su memoria cómo trabajaba los discursos con el presidente y cómo el propio Obama tomaba con frecuencia la pluma. Pero Rhodes a la vez asesoró al presidente en política exterior, protagonizó negociaciones de primer nivel, como el restablecimiento de relaciones con Cuba, y sus ideas y propuestas están en algunas de las alocuciones más destacadas de la política exterior obamiana.

Ben Rhodes admitió la existencia de una poderosa estructura que controla la política internacional: la 'mancha'

Lo propio de los redactores en la sombra es no reivindicar las frases brillantes de sus patronos, aunque en algunos casos, la buena o a la mala suerte les identifica con expresiones características de una presidencia. A Rhodes le han atribuido la idea de que Obama “dirigía desde atrás” la política exterior, una forma de decir que era otro quien estaba en el volante del automóvil, acuñada a propósito de la intervención aérea en Libia contra Gadafi, que fue promovida por Sarkozy y Cameron con el resultado desastroso que todos conocemos.

No es la única medalla negativa que se llevó Rhodes de aquella Casa Blanca deslumbrante y necesariamente idealizada a la vista del actual desastre. Las relaciones con los periodistas es uno de los capítulos más tortuosos en un centro de poder como Washington, especialmente cuando la vanidad se impone sobre la disciplina y la prudencia. En uno de los encuentros con un reportero, Rhodes admitió la existencia de una poderosa estructura institucional, pública y privada, que controla la política internacional, a la que denominó “la mancha”, inspirándose en una película de terror de los años cincuenta (La masa devoradora en la versión española), en la que un ser informe de color verde engulle todo lo que encuentra a su paso.

La mancha, personificada en Hillary Clinton o en Robert Gates, a diferencia de Obama, tenía muchas reticencias ante las primaveras árabes y los cambios de régimen, aunque su tendencia natural fue siempre resolver las crisis en Oriente Próximo bombardeando algo y lamentar la pérdida de credibilidad presidencial cuando no se hace. De seguir la pauta de Rhodes, la mancha se resistió ante Obama y se ha resistido ahora ante Trump, hasta que el actual presidente ha roto con el entero establishment, de seguridad, de relaciones exteriores e incluso de defensa. A pesar de la compunción de Rhodes ante los percances procurados por la proyección pública de la cocina de la Casa Blanca, su memoria es muy aleccionadora respecto a un sistema de diplomacia presidencial de extraordinaria eficacia durante los últimos 70 años y ahora abierto en canal por causa de la disrupción trumpista.

Pocos especialistas en política exterior como Stephen Walt, uno de los más apasionados profetas de la realpollitik, ha captado con mayor precisión el desgaste global del intervencionismo estadounidense, especialmente en el plano militar, culminado por una presidencia tan razonable y equilibrada como la de Obama. El título de su libro El infierno de las buenas intenciones y el contenido de un capítulo entero, ‘Definiendo la mancha. ¿Qué es la comunidad de política exterior?’, sirven de glosa a la memoria de Rhodes, al que Walt describe como “un aspirante a novelista”, sin “ninguna preparación avanzada en política exterior, seguridad nacional, diplomacia o economía internacional”. Según Walt, cuanto más ambiciosa es la agenda global, más ocupa al Gobierno, más puestos de trabajo exige para los expertos y mayor es la tarta económica que absorbe.

Aunque Walt toma sus distancias de Trump, especialmente de su ignorancia y su torpeza, su crítica sustenta el retraimiento de Estados Unidos y fundamenta con argumentos antielitistas, propiamente populistas, su crítica a “una casta de privilegiados (…) desdeñosos profesional y personalmente de las consecuencias de las políticas que promueven”. La derecha aislacionista y la izquierda antibelicista coinciden en su posición, que sintetiza en el concepto alternativo de offshore balancing (contrapeso exterior). Para Walt, se trata de abandonar las intervenciones armadas, regresar a la diplomacia y devolver responsabilidades a los aliados europeos. Trump no lo diría mejor. No América primera, sino América sola.

La presidencia de Obama, vista desde los actuales tiempos trumpistas, aparece así como el crepúsculo del amable mundo de ayer, más que la aurora que anuncia un mundo nuevo. Es el mundo en desorden tal como lo ha descrito Richard Haass, en su temprano lamento sobre la nueva era en la que nos estamos adentrando. Haass recuerda que el orden internacional, interdependiente y multilateral, está basado en una dimensión económica, otra diplomática, una tercera estratégica y finalmente una legal, ahora todas y cada una de ellas demediadas por Trump. Si Rhodes ha hecho el primer recuento melancólico de la presidencia de Obama, el diplomático Ivo Daalder y el experto en relaciones internacionales James Lindsay han hecho ya el primer recuento, propiamente catastrófico, de los dos años de Trump, la presidencia “de la abdicación del liderazgo global de Estados Unidos” en un mundo “que regresa al siglo XIX, en el que las potencias internacionales compiten por sus esferas de influencia”.

Hay en el relato de Rhodes un fuerte componente generacional, incluyendo la deglución de los jóvenes asesores de Obama por la mancha del establishment y el aprendizaje de la decepción al que inevitablemente se someten quienes asumen responsabilidades de gobierno. Tiene también algo de elegía por el sentido del mundo, aunque en correspondencia con la sentencia de Luther King, tan citada por Obama, sobre “el arco moral del universo, que es largo pero tiende hacia la justicia”. Todo lo contrario del cinismo caótico de Trump, que no tan solo ha destruido buena parte del trabajo diplomático de Rhodes (los acuerdos con Cuba y con Irán, por ejemplo), sino la idea misma, quizás excesivamente optimista, de que el mundo pueda ser gobernado.

El mundo tal y como es

Ben Rhodes.


Traducción de Juan Rabasseda Gascón y Teófilo de Lozoya.


Debate, 2019.


544 páginas. 24,90 euros

The Empty Throne

Ivo H. Daalder y James H. Lindsay.


PublicAffairs, 2019.


256 páginas. 23,28 euros.

The Hell of Good Intentions

Stephen M. Walt.


Farrar Straus & Giroux, 2018.


400 páginas. 25,27 euros.

A World In Disarray

Richard N. Haass.


Penguin, 2017.


352 páginas. 17,85 euros.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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