Extravagancias monárquicas
De bellas fotografía y banda sonora, la película se toma su tiempo y, al no querer subrayar nada, quizá peque de morosa en algún instante
Por casualidades de la distribución española, ya que se trata de producciones de años distintos, coinciden a partir de este viernes en la cartelera tres intrigas palaciegas que, partiendo de presupuestos estilísticos distantes, hunden sin embargo sus raíces en una misma tierra: el sexo como fuente de conflicto en los reinados, como elemento clave para la pervivencia de la institución monárquica, como suerte de posible depravación del género humano, y, sobre todo, como forma de poder, no ya en la alcoba sino directamente en el mapa de Europa.
CAMBIO DE REINAS
Dirección: Marc Dugain.
Intérpretes: Lambert Wilson, Juliane Lepoureau, Kacey Motett Klein, Anamaria Vartolomei.
Género: drama. Francia, 2017.
Duración: 100 minutos.
Al igual que La favorita, de Yorgos Lanthimos, y María, reina de Escocia, de Josie Rourke, Cambio de reinas, segundo largometraje del francés Marc Dugain, actualiza en cierta medida su relato de personajes y acontecimientos reales, aun siendo básicamente fiel a los hechos históricos. Y lo hace con cuatro personalidades fascinantes en lo histórico y en lo humano, con la Guerra de la Cuádruple Alianza de por medio. Por un lado, Luis I de España, entonces príncipe de Asturias y posterior rey, el más efímero de la historia de nuestro país, casado a los 15 años con la princesa francesa Luisa Isabel de Orleans, de 12 años, llamada la Reina Loca, bulímica y aquejada de un trastorno límite de la personalidad. Y, por otro lado, Luis XV de Francia, salvado in extremis de la muerte que corroía a su familia, lo que le hizo ser rey pese a ocupar un puesto alejado en la sucesión, prometido a la edad de 11 años con la española Mariana Victoria de Borbón, de 4 años, hija de Felipe V, que viajó a la corte francesa para unirse al niño monarca. Una adolescente y una cría, dos princesas extranjeras que cambiaron de país “como dos trozos de carne” por orden de sus progenitores, con el objetivo de perpetuar reinados y consolidar la paz y el poder.
Dugain, también coguionista, se ocupa tanto del tedio (“¿de qué podemos hablar?”) como de las lecciones de sexo que se ofrecen a los inexpertos, y sin necesidad de forzar la máquina de lo grotesco (como Lanthimos), compone situaciones de un espantoso ridículo, momentos lúgubres y otros de una gran ternura. Cambio de reinas es incluso graciosa sin ir de cómica, porque todo es patético: “Devolverla sería demasiado arriesgado, podría traernos la guerra”, dice un asesor, cuando temen que Mariana sea enana y de pelvis demasiado estrecha para poder engendrar hijos en un futuro.
De bellas fotografía y banda sonora, la película se toma su tiempo y, al no querer subrayar nada, quizá peque de morosa en algún instante, pero el inquietante interés de personajes y situaciones la convierten en una lúcida crónica histórica y política de inusual extravagancia.
Babelia
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