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Premios GOYAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Bollería industrial y melancolía

La guinda ochentera la puso la celebración del 30º aniversario del Goya a ‘Mujeres al borde de un ataque de nervios’

Elsa Fernández-Santos
Pedro Almodovar, Rossy de Palma, Julieta Serrano y Loles León, en la gala.
Pedro Almodovar, Rossy de Palma, Julieta Serrano y Loles León, en la gala.Getty

Una bandeja de Bonys, Tigretones y Panteras Rosas, esa bollería industrial que es la magdalena de Proust de la generación de la EGB, recibía el viernes por la noche a los presentadores a la 33ª gala de los premios Goya. Un catering austero (aunque no en grasas saturadas) y premonitorio para saciar los preámbulos de la ceremonia celebrada anoche en Sevilla. ¿Síntoma de la modestia de la Academia o un guiño a la que fue la merienda escolar de buena parte de sus actuales miembros? La foto circuló por las redes sociales con más complicidad que crítica: es difícil resistirse al sabor más rosa de aquella infancia.

Lo cierto es que ya fuese en forma de bollo, canción, imagen o discurso (como el de Antonio de la Torre imitando al periodista deportivo José María García), los ochenta y sus alrededores se alzaron en imprevistos protagonistas de la gala. Cuando Rosalía salió al escenario para interpretar Me quedo contigo, la banda sonora de la velada quedó sentenciada. La canción de Los Chunguitos, que en 1981 se convirtió gracias a Deprisa, deprisa, de Carlos Saura, en himno del desamparo de los jóvenes marginales de esos años, resucitaba de la mano de El Guincho, el Cor Jove de l'Orfeó Català y la estelar intérprete catalana.

Que el Goya de Honor fuese para el realizador Chicho Ibáñez Serrador ahondó aún más en esa sensación de regreso a una década en permanente revisión y que, extraña casualidad, claudicó precisamente en Sevilla en 1992. Los cineastas que subieron al escenario para honrar al director de ¿Quién puede matar a un niño? (Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró, Alejandro Amenábar, Nacho Vigalondo, J. A. Bayona, Paco Plaza, Juan Carlos Fresnadillo y Rodrigo Cortés) son hijos de aquel torrencial patio de recreo. Todos ellos apelaron a una infancia frente al televisor descubriendo el placer del terror gracias al creador del Un, dos, tres. Honraron al hombre divertido y afable que estaba detrás de aquellas Historias para no dormir que dejaron de emitirse en 1982 y que despertaron sus fantasías más oscuras.

Pero la guinda ochentera la puso el recuerdo del 30º aniversario del Goya a la película que impulsó la carrera internacional de Pedro Almodóvar, Mujeres al borde de un ataque de nervios, estrenada en 1988, y que con su Mambo Taxi, su gazpacho, sus ansiolíticos y su "Estoy cansada de ser buena" entró directa en la cultura popular de un país para viajar después al resto del mundo. Fue el colofón festivo de unos Goya que se debatieron entre la bollería industrial y la melancolía.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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