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El hombre que fue jueves
Columna
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Lo que no sabía de la toma del Odeón

El autor reconstruye la toma del teatro Odeón por los estudiantes del Mayo del 68 en París

Marcos Ordóñez
Mitin de Daniel Cohn-Bendit en mayo del 68.
Mitin de Daniel Cohn-Bendit en mayo del 68.France Press

Durante mi adolescencia escuché unas cuantas veces hablar de la toma del Odeón, que siempre solía acompañarse del adjetivo “legendaria”. En aquella época ni sabía qué era el Odeón ni Mayo del 68, acontecimiento del que la pasada primavera se cumplieron 50 años. El hermano mayor de uno de mis amigos había participado, dijo, en la famosa toma del Odeón, y nos hizo saber que fue una victoria de los estudiantes parisinos (internacionales, dijo) contra el Gobierno del general De Gaulle, encarnado en un teatro que parecía ser el emblema de la cultura burguesa.

Fue también la primera vez que escuché el nombre de Cohn-Bendit, que luego anduvo por Barcelona, cuando las jornadas libertarias. Tardé algo más en conocer el nombre de Jean-Louis Barrault, el director del Odeón, al que descubrí como uno de los protagonistas de Les enfants du paradis, la maravillosa película de Carné. Hará unas semanas encontré las memorias de Barrault, Mi vida en el teatro, en una librería de lance, en uno de cuyos capítulos cuenta sus recuerdos de aquellos días. Anoto estas bellas palabras: “El rayo cayó sobre París, pero fue un fenómeno universal. La tormenta venía de lejos y sigue rondando alrededor de la tierra”.

La toma del Odeón tuvo lugar el 15 de mayo. Barrault y su esposa, la actriz Madeleine Renaud, lo dirigían desde 1959. Los estudiantes ocuparon el edificio, que estaba en el barrio Latino, zona de enfrentamientos entre manifestantes y policía, para convertirlo en una “asamblea permanente”. Barrault recibió órdenes contradictorias. El ministro de Cultura, André Malraux, dijo: “¡Ábranles las puertas!”. Cuando los estudiantes estuvieron dentro del ministerio dijeron: “¡Corten la electricidad!”. Barrault se negó. “¿Son conscientes de que puede haber heridos, incluso muertos?”. Más tarde, Malraux no quiso recibirle. Barrault había declarado a la prensa: “Servidor sí; criado no”.

A finales de mayo escribe, “ya no sabíamos quienes eran los estudiantes, quienes eran agitadores de extrema izquierda, de extrema derecha o de la policía”. El balance de la ocupación era desolador. “Destrozaron los telones, saquearon el almacén de accesorios, destruyeron nuestros almacenes de trajes. Habían roto los tragaluces y se entregaron al vandalismo”.

Recordaré esta imagen: “Caminábamos sobre un puré de vestidos de 40 centímetros de espesor”. No solo los trajes del Théâtre de France, el nombre con el que Barrault había rebautizado al Odeón, “sino también los de nuestra compañía: el material de un repertorio de 19 obras. ¡Veinte años de trabajo aniquilados por nada!”. El 15 de junio, el Odeón fue evacuado. Y Malraux echó a Barrault “por sus declaraciones”. Creo que se habló poco de esta historia. Convendría reeditar Mi vida en el teatro en una nueva traducción. En mi juventud, Cohn-Bendit era leyenda. Hoy me quedo con Barrault. Y con Madeleine Renaud.

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