Un ‘velázquez’ de provincias
Orihuela es la ciudad más pequeña del mundo con un obra del artista sevillano
Puede que La tentación de santo Tomás de Aquino sea uno de los cuadros de exhibición pública menos conocidos de los que firmó Diego Velázquez. Por un lado, su atribución al artista es relativamente reciente, ya que se produjo en los años 90. Por otro, se encuentra en el Museo Diocesano de Orihuela (Alicante), “la ciudad más pequeña del mundo” que cuenta con un Velázquez en su patrimonio, tal como asegura el director técnico de la pinacoteca oriolana, Mariano Cecilia. “Solamente hay veintiocho ciudades en el mundo que tengan una obra de este genio”, señala Cecilia, “siempre en grandes colecciones y museos”.
“Una serie de pleitos” enfrentó a los dominicos con el cabildo de la catedral oriolana, en el primer tercio del siglo XVII, según Cecilia. A consecuencia de ello, “el confesor del rey Felipe IV, el también dominico fray Antonio de Sotomayor, encarga al pintor de palacio un cuadro para la congregación”. El pintor es Velázquez. El cuadro, “una de las pocas obras de carácter religioso” que salieron de su pincel. El lienzo llega en 1633 al Colegio de Santo Domingo, que entonces era sede universitaria, destinado a presidir el salón de grados. En él, aparece santo Tomás de Aquino desfallecido, después de haber expulsado de su celda “a una prostituta que había enviado su propia familia, para que abandonara la congregación de los dominicos”. Velázquez muestra el momento en que dos ángeles le conceden el don de la castidad, mientras la mujer huye al fondo del lienzo. “La intención es que sirviera de inspiración para los estudiantes”, dice Cecilia.
Durante tres siglos, el cuadro continúa en la misma ubicación, hasta que estalla la Guerra Civil. “La Junta del Tesoro Artístico de la República envió a un funcionario del cuerpo de archiveros, Justo García Soriano, a proteger el patrimonio de la ciudad”, fuertemente vinculada a la Iglesia, “en los primeros momentos de exaltación” anticlerical. “En 1936, crea el Museo de la Guerra, donde se custodia, entre otros, el Santo Tomás de Velázquez”, continúa Cecilia, “hasta que acaba la guerra”. En 1940, Franco cierra el centro republicano y el Velázquez se traslada al Palacio Episcopal, actual sede del Museo Diocesano, donde permanece hasta 1960. “El edificio se va deteriorando y, además, el obispo se traslada a Alicante”, por lo que la obra acaba colgada en la catedral. En 2011, la ciudad rehabilita el museo del que Cecilia es director técnico y la pieza se convierte en su mayor reclamo.
Pese al desconocimiento del público en general y su ubicación alejada de los circuitos mayoritarios, el Santo Tomás velazqueño es una pieza codiciada por los expertos. “Al principio, se atribuyó al taller de Velázquez”, explica el especialista oriolano, “pero en los años 90, el historiador Javier Sánchez Porta halló la documentación en la que aparecían todos los detalles del cuadro”. “Desde ese momento, nadie dudó de su autoría”, aunque “pasó por todas las pruebas de autentificación que realiza el Museo del Prado”. Desde entonces, es una de las joyas del catálogo del artista sevillano. “Es de la época en la que Velázquez vuelve de su primer viaje a Italia”, relata Cecilia, “pintado dos años después de La fragua de Vulcano”. Sin embargo, “por la disposición de las figuras y por el tratamiento de los espacios”, el lienzo de Orihuela se considera “un precedente de Las Meninas”, firmado casi dos décadas después. “Velázquez no pintó demasiados cuadros de temática religiosa, por lo que, junto al Crucificado de Sevilla, puede considerarse la mejor en esta especialidad”. Los viajes realizados para exposiciones en “Roma, Brasil, dos veces al Prado, la National Gallery de Londres o la gran exposición sobre Velázquez de París en 2015” atestiguan su reconocimiento, según Cecilia, quien cerró con una charla sobre el Santo Tomás el ciclo Mirar un cuadro, organizado por la Diputación de Alicante.
En España, Madrid, Sevilla y Barcelona se reparten la mayor parte de las obras realizadas por Velázquez. Sin embargo, el cuadro oriolano no es el único que se exhibe en la Comunidad Valenciana. El Museo de Bellas Artes de Valencia cuenta con otros dos. Uno de ellos, el único Autorretrato autógrafo conservado, junto con el que aparece en Las Meninas. El otro, El venerable padre fray Simón de Rojas difunto, está en depósito y pertenece a la colección de los duques del Infantado.
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