“En Goya los intereses económicos han sido y aún son muy fuertes”
Manuela Mena es la gran experta mundial en Goya y fue subdirectora del Museo del Prado durante 16 años. La carismática historiadora del arte, a la que no le tembló la mano para desatribuir ‘El coloso’, se jubila tras más de cuatro décadas de “servicio público”
Manuela Mena (Madrid, 1949) protagonizó ayer por la mañana el que está llamado a ser su último acto en el Prado como “la mayor experta de la galaxia en Goya”, en palabras del presidente del Patronato, José Pedro Pérez-Llorca. Se celebraba la incorporación temporal al museo de La última comunión de San José de Calasanz (1819), la mejor pintura religiosa del maestro de Fuendetodos. En su intervención, Mena hizo una nueva demostración de su profundo conocimiento de Goya. Después, retornó a su despacho en el Casón del Buen Retiro para rematar algunos de los asuntos pendientes antes de que sea efectiva su jubilación después de más de 40 años de “servicio público”, como ella prefiere definir su trabajo en el Prado, donde llegó en 1974 para hacer prácticas y donde se incorporó en 1979 como parte de la plantilla.
Doctora en Historia del Arte y experta en pintura italiana de los siglos XVII y XVIII, fue subdirectora entre 1981 y 1996, el máximo cargo que una mujer ha ostentado en la pinacoteca. Hasta ahora ha ocupado el cargo de jefa de Conservación de Pintura del Siglo XVIII y Goya. El lunes recibirá el Premio Fundación Amigos del Prado en homenaje a su carrera.
Pregunta. ¿Había ya algunas mujeres en el equipo de conservación cuando llegó al museo o era usted una excepción?
Respuesta. Había varias: Rosa Donoso, Rocío Arnáiz, Gloria Fernández. Más de la que se pueda creer. El director en ese momento era Javier Salas y todos hacíamos de todo porque no había esas divisiones tan claras que hay ahora.
P. Pero usted es la única que llegó a ser subdirectora, el máximo cargo que una mujer ha ocupado en este museo.
R. Durante 16 años. Me nombró Javier Tusell, director general de Bellas Artes por entonces. Era un hombre muy moderno; no le asustaba nombrar a una mujer. Fernando Checa fue quien hizo una remodelación por la que desapareció la subdirección y, por tanto, mi cargo. Cambió las estructuras del Prado y se regularon las áreas.
P. ¿Por qué cree que usted no dio nunca el salto a la dirección? ¿Estaban todos más cualificados?
R. Ese es un asunto del que prefiero no hablar.
P. Es algo que siempre ha resultado chocante.
EL ‘GOYA’ MÁS RELIGIOSO Y LA PATRONA ALBORCH
Manuela Mena presentó ayer en el Prado el préstamo de La última comunión de san José de Calasanz, la pintura religiosa de Goya más evocadora, pintada en 1819, el mismo año de la inauguración del museo. En el patronato que siguió a la presentación se aprobó el nombramiento de Carmen Alborch, fallecida la semana pasada, como patrona a título póstumo de la institución. La propuesta recibió un apoyo unánime.
P. No hablaré de ello. Lo que sí le digo que para mí lo importante siempre ha sido estar vinculada al museo, poder investigar y estudiar dentro de él. Cuando tienes un nombramiento de ese tipo, es cierto que te tienes que ocupar de asuntos que poco tienen que ver con la investigación. Los cambios entonces eran dramáticos. Los directores duraban seis meses y después tenían que irse fuera del museo. En mi caso, cuando me quedo sin la subdirección me ofrecieron diferentes opciones, incluida la Academia de España en Roma. No quise y entonces me permitieron escoger un área. Elegí Goya y con él he seguido.
P. ¿Por qué Goya?
R. Estaba muy descuidado y poco estudiado. Predominaban más las leyendas sobre él que las verdades científicas.
P. Así hasta convertirse en experta galáctica, como dice el presidente del Patronato. Además de desmontar leyendas ha quitado usted atribuciones tan polémicas como la de El coloso.
R. Yo opino como historiadora. El que quiera seguir alimentando leyendas, que dan más dinero, que siga con ello. Las leyendas aumentan el precio de los cuadros, hacen que se vendan más libros o que se hagan películas. Yo no hago ese juego. Hay un movimiento de investigadores jóvenes que optan por el rigor y no por otros intereses. Hay quienes no saben ni hacer una cronología. Te encuentras con estudios supuestamente serios de Goya donde te dicen que un cuadro está hecho entre 1800 y 1820. Hay disparates y siempre interesados.
P. ¿Ha habido poco rigor histórico en el estudio de Goya?
R. Si te vas atrás, muchos de los que habían estudiado a Goya eran dealers y mercaderes que han intentado imponer sus criterios para conseguir beneficios. En Goya los intereses económicos han sido muy fuertes y lo siguen siendo. Tocar esos intereses podía ser peligroso. Tenías que liarte la manta a la cabeza y pensar que no estábamos en la Colombia de Escobar para dar tu opinión.
P. ¿Le dolieron las críticas que recibió al descatalogar El coloso?
R. No. Porque yo actué desde el conocimiento. El Prado es una fuente constante de sabiduría. Tenemos un taller que, sin exagerar, se puede decir que es el mejor del mundo, donde tú entras y estás a solas durante horas con un cuadro. Lo puedes estudiar a fondo y aprender todo de él. Además, en este museo somos todos un equipo en el que hablamos mucho entre nosotros. Ya no es como hace mucho tiempo, cuando un investigador ocultaba sus hallazgos. Aquí los compartimos.
P. ¿Esas confusiones interesadas han afectado a Goya más que a ningún otro?
R. A Goya, mucho. Pero también a Velázquez.
P. ¿Qué debemos pensar con cada nueva atribución a uno de los grandes maestros?
R. Que si lo dice el Prado, es verdad. Si la información viene de otro sitio, desconfiemos.
P. ¿Hubiera preferido seguir?
R. Tengo cosas pendientes. Sale el primer catálogo razonado de los dibujos de Goya. Me ocupo de la exposición que se le dedicará en el bicentenario y no creo que por jubilarme me impidan el paso al museo… En serio, haré muchas cosas. Como siempre.
P. Podrá ver más a la familia. ¿Cómo ha sido compaginar la vida profesional con su marido, el historiador y conservador británico Norman Rosenthal?
R. Viajando mucho entre Londres y Madrid. Ahora que nuestras dos hijas están viviendo en Londres con él, seré yo la que viaje. Aunque ya veremos cómo me lo ponen con el Brexit.
P. ¿Le preocupa?
R. Mucho. Temo que a los españoles nos afecte duramente.
P. ¿Escribirá sus memorias sobre el mundo del arte?
R. No las mías, pero puede que sí me dedique a escribir una historia personal del museo.
P. ¿Alguien tiene algo que temer?
R. No lo creo.
Babelia
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