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Peter Greenaway | cineasta y artista plástico

“Hollywood no es lugar para intelectuales”

El prolífico y barroco realizador británico despliega en México, escenario de su última película, toda su artillería contra el cine convencional

David Marcial Pérez
Peter Greenaway, en un hotel de CIudad de México
Peter Greenaway, en un hotel de CIudad de MéxicoGladys Serrano (El País)

En su cruzada contra el cine tradicional, Peter Greenaway (Newport, 1942) ha vuelto a México, escenario de su última película, Eisenstein en Guanajuato (2015), la primera parte de una futura trilogía sobre el realizador ruso. Tras su conferencia en el festival FIL Zócalo de Ciudad de México, el prolífico y barroco artista británico –con formación pictórica y 70 piezas entre películas e instalaciones de arte– habla con EL PAÍS sobre cine-vertical contra cine-horizontal, cine-pintor contra cine-escritor, la noche que durmió en la misma cama que el Papa, taxistas rusos y críticos anticuados.

Pregunta. ¿Cómo va la segunda parte de la trilogía?

Respuesta. Empezaremos a grabar en abril y se llamará Eisenstein en Hollywood. En 1929, Stalin le mandó allí para que estudiara el cine sonoro. Estuvo 18 meses. Obviamente no era ni es un lugar para intelectuales así que fue un completo fracaso. La historia es una excusa para hablar de su obra y lanzar la pregunta que nos hacemos siempre: ¿es el cine arte o un negocio? La respuesta, obviamente, es que tiene que ser las dos.

P. En Rusia no gustó mucho la primera parte

R. Porque mostró la homosexualidad de Eisenstein y el gobierno ruso es muy homofóbico. Me han recomendado no viajar a Rusia en una temporada. Es una pena porque mi relación con Moscú era muy buena, sobre todo después de El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante (1989). Fue muy popular porque era una demostración de los peligros de la oligarquía y la vulgarización del capitalismo. Un día un taxista me citó un diálogo entero de la película en ruso.

P. En El acorazado Potemkin hay una escena donde se ven gusanos en la comida podrida que le dan a los marinos rusos. La descomposición de la materia es una de sus obsesiones. ¿Empezó ahí?

R. Lo que me fascina de la película de Eisenstein es que es la primera cinta verdaderamente seria sobre política. La armada rusa maltrataba mucho a los marinos y la carne podrida es un símbolo de esa violencia. En Guanajuato hay un museo de la muerte: 400 cadáveres, no tan viejos, de principios del XIX, momificados de forma natural. Einstein estuvo allí y quedó fascinado.

P. Y usted también

R. Sí, pero Guanajuato me pareció una ciudad extremadamente conservadora. Tengo una anécdota increíble. Un día bajé a desayunar y en el salón del hotel había una foto del Papa Benedicto. Me dijeron que se había alojado en el hotel durante su última visita. Seguí preguntando y me dijeron que en la habitación 112, que era la misma donde me estaba quedando yo, lo que quiere decir que el Papa y yo hemos dormido en la misma cama.

P. ¿Le ha inspirado esa anécdota para alguna de sus obras?

R. No particularmente pero creo que es muy divertido.

P. ¿Cómo valora la cultura mexicana sobre la muerte?

Peter Greenaway, en Ciudad de México
Peter Greenaway, en Ciudad de MéxicoGladys Serrano (El País)

R. Es muy sorprendente, hay tres palabras que solían aterrorizar a todo el mundo: aborto, homosexualidad y suicidio. En México son temas muy sensibles todavía quizá por el pasado católico. Creo que necesitamos superar estos tabús, y de hecho en las últimas tres décadas la percepción de la homosexualidad y el aborto han cambiado mucho. Creo que la nueva frontera pornográfica es la muerte, no el sexo.

P. ¿Sigue considerando que el distanciamiento de inspiración brechtiana es la mejor herramienta dramática?

R. Es la mejor manera de enfrentarse a las emociones. En una accidente de avión, las personas más valiosas son doctores y enfermeros, que no se van a poner a gritar histéricos y formar más caos. Yo soy un pintor y los pintores miramos desde fuera. Hago un cine muy estático, no hay muchos movimientos de cámara, los justos para colocar la mirada dentro de la situación.

P. Usted abomina del predominio del texto en el cine.

R. El cine que conocemos no ha sido más que 125 años de textos ilustrados. Todas las películas parten de un texto. Y eso es literatura no cine. Yo busco un cine-pintor, no un cine-escritor. Un cine no narrativo y multipantalla. Incluso cineastas como Tarkovski, me parecen lentos, aburridos y petulantes.

P. Esa es una crítica que le lanzan a usted sus detractores

R. Dicen que mi cine es elitista, que necesita mucha información previa. Bueno, vivimos en la era de la información. Toda la información a la que tengo acceso está también ahí para todos. Como decía un antiguo poema romano, toda obra de arte ha de ser 50% entretenimiento y 50% pedagogía. Los grandes obras por ejemplo de Miguel Ángel en la Capilla Sixtina son propaganda católica. También le criticaba eso a Eisenstein, pero la gran propaganda es siempre gran arte.

P. ¿Cuál sería su propaganda?

R. Creo que mi cine trata temas como el mal, pero también tiene un componente de celebración, están llenos de ideas y colores. Creo que mi cine es una celebración sincera de la vida.

P. Usted defiende la tecnología, pero no creo que sus películas puedan apreciarse realmente en la pantalla de un teléfono.

R. Necesitamos cambiar la actitud, la gramática, la sintáctica y el vocabulario. La gente joven no va al cine. Se hace selfies con la pantalla del teléfono en vertical. El cine es siempre horizontal. Estoy investigando con un productor italiano lo que llamo cine-vertical: 20 realizadores italianos curados por mí dirigirán  obras en vertical y se presentará en el festival de Berlín en 2020.

P. ¿Cree que ese es el nuevo gusto de la época?

R. Hable con la gente joven…

P. A la crítica no le han convencido mucho sus últimos experimentos

R. Que le jodan a los críticos. Siempre han sido irrelevantes, anticuados y sin ninguna sofisticación

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Sobre la firma

David Marcial Pérez
Reportero en la oficina de Ciudad de México. Está especializado en temas políticos, económicos y culturales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en El País. Antes trabajó en Cinco Días y Cadena Ser. Es licenciado en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y máster en periodismo de El País y en Literatura Comparada por la UNED.

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