Formentera, entre la electrocumbia y la posidonia
El festival Son Estrella Galicia Posidonia logra sus mejores momentos cuando fusiona la música y el paisaje de la isla
Todo el mundo las llama algas, pero son plantas. Plantas subacuáticas cuyos restos se acumulan en la orilla y forman la primera protección del cordón dunar frente a las acometidas del mar. Lo explica la bióloga Lara Seguí en una espléndida playa de Ses Illetes, mientras muestra una flor de la posidonia a un grupo variopinto, integrado por urbanitas festivaleros, ejecutivos, hipsters y algún despistado. “Antes, mi padre utilizaba la posidonia como aislante de las techos de las casas, una vez secas las plantas. Bueno, aquí todos las llamamos algas”, apunta la guía de Formentera María Elena Ribas. A su lado, la portuguesa Rita Braga es la mujer más vestida de una comitiva que, en cuanto ve la oportunidad, se zambulle en las aguas turquesas de la isla. Al menos, da esa impresión, al llevar colgado de la espalda el estuche negro de un instrumento musical de extraña forma. Qué será, se preguntaban por el camino de tierra, jalonado de pinos y savinas retorcidos por el aire, el sol y la sal. No es un violín, no es una viola… “Es un banjolele. Una mezcla de banjo y ukelele”, responde la joven tras su primera actuación, a la sombra de los árboles, en el parque natural de Ses Salines, dentro del festival Son Estrella Galicia Posidonia.
Su cálida voz pasa del portugués al ruso, del inglés al español, de canciones tradicionales a temas de cosecha propia, sólo acompañada de su pequeño instrumento. La gente parece apreciar este raro momento de inmersión lingüística, ecológica y musical junto a las salinas donde el padre de la guía tenía que sacar 2.000 kilos de sal al día. ¿Conoce a Rosalía? “Sí, claro”, dice Rita Braga. ¿Sabe que Mala Rodríguez la acusó de apropiación cultural, de aprovecharse del flamenco, de la cultura gitana para encontrar el éxito? “Pues no”, continúa la cantante portuguesa, “pero yo vivo de apropiarme de todo. Absorbo todo lo que veo y oigo. Me parece una polémica un poco antigua, ¿no?”
Tal vez. De lo que no hay duda es que el público apuntado a esta ruta por la isla disfruta. Es la segunda jornada, la del sábado, del particular festival que se celebró del 12 al 14 de octubre en Formentera. ¿Quién no disfrutaría sólo de pasear por los senderos de esta isla, sin las ‘motorinis’ de las multitudes de la temporada alta, con un sol radiante pero no asfixiante? ¿Y si, además, en los altos del camino, puedes escuchar música en directo, a escasos metros del artista? ¿O explicaciones, bien argumentadas, sobre la importancia de la posidonia para el equilibrio ecológico o el duro pasado de una isla hoy objeto de deseo de miles de turistas? Esta es la propuesta más novedosa y atractiva del festival, organizado por la conocida firma cervecera gallega y comisariado por Sinsal, los responsables del certamen estival de la isla de San Simón en Galicia.
El Son Estrella Galicia Posidonia ya empezó en alto el viernes cuando abrió sus sesiones escuchando a la cantante catalana Lu Rois conforme atardecía en el antaño garito hippie Blue Bar, frente al mar, y mientras se degustaba una de las tapas concebidas por el chef gallego Pepe Vieira. Porque en este festival se jala, además de caminar, observar, bañarse, tumbarse, bailar, escuchar… y lo que se pueda. La entrada cuesta 200 euros e incluye los conciertos, los “momentos gastronómicos”, los desplazamientos por la isla, y por supuesto todas las cervezas y vinos de la corporación gallega Hijos de Rivera. A esa cantidad, hay que añadir el hospedaje y los viajes en avión, ferris y toda la pesca para llegar a la isla, que pretende prolongar su dorado verano en otoño. Este pasado fin de semana también se celebró un encuentro de cultura zen.
Unas 300 personas participaron en esta segunda edición del Son Estrella Galicia Posidonia, que dona una parte de los beneficios a un proyecto de conservación de esta planta mediterránea. La empresa cervecera vincula su marca a la música y ahora quiere apostar también por la sostenibilidad. No es solo marketing, es convicción, según aseguraron desde la organización a un grupo de periodistas de varios medios (entre los que se incluye este diario) invitados a un festival que tuvo sus momentos más álgidos cuando se fundió con la población y cuando la música sonó en el exterior, fusionada en los espléndidos paisajes de la isla.
Esto sucedió especialmente cuando la potente banda holandesa Jungle by night, formada por nueve músicos, desplegó la noche del viernes su torrente instrumental que bebe del jazz, del dance, de la sicodelia, de la música afro, del krautrock, en la verbena de las fiestas de la población de Pilar de la Mola, junto a una iglesia del siglo XVIII.
También se vio disfrutar a la gente la noche del sábado, el plato fuerte musical, con el pop desacomplejado de Yanara Espinoza y su grupo Papaya, el muy particular soul del cantante de origen neozelandés Noah Slee o la electrocumbia, de reminiscencias ‘tomboleras’ (de las ferias de toda la vida), de Esteban y Manuel, pero la fórmula era mucho más convencional, con una sucesión de actuaciones dentro de un local. No fue así el concierto de la estadounidense Hannah Epperson, enmarcado en el mar de las playas de Migjorn, y con el que concluyó el cartel de un festival que pone de relieve la multiplicidad de raíces musicales incluso en una misma canción, sea o no apropiación cultural. Y que Formentera, claro, mola mucho.
Babelia
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