El festival de cine del futuro: ‘big data’ y anzuelos para ‘millennials’
España celebra en otoño la mayoría de sus más de 300 certámenes con el debate sobre su relevancia en la era digital
Durante el pasado festival de San Sebastián, los periodistas procedentes del certamen de Toronto —que en puridad es un mercado y no un festival, ya que no hay competición— ya habían visto la semana anterior 11 de las 18 películas a concurso de la sección oficial del Zinemaldia. En realidad, no se incumple ninguna de las reglas que convierten a la cita donostiarra en uno de los 15 certámenes de clase A en todo el mundo, el cuarto en importancia. Lo que podría parecer una desventaja es para el director del festival de San Sebastián, José Luis Rebordinos, que hace dos semanas clausuró su 66ª edición, una oportunidad para tener "una programación más fuerte", que le permite acceso a otras películas. "Yo no creo que Toronto sea un problema, aunque sé que hay gente que lo ve así. ¿Qué nos va a quitar, un poquito de prensa?".
Pero en un mundo conectado digitalmente, en el que inmediatamente acabada una proyección cualquier internauta puede leer decenas de críticas en páginas webs y blogs, ¿qué futuro le espera a los festivales? Y en concreto a los celebrados en España, país que al año alberga 130 festivales (según el ICAA) y otras 200 semanas, ciclos y muestras, y que concentra en otoño la mayor parte de sus encuentros: San Sebastián, Sitges, la Seminci de Valladolid, Márgenes, Abycine de Albacete, Sevilla, Gijón... Cada uno de sus responsables ha encontrado distintas soluciones y encaran de manera diferente su futuro.
Aunque probablemente ninguno vaya tan adelantado como la Berlinale. Paz Lázaro, responsable española de la sección Panorama, la segunda en importancia en Berlín, explica cómo un festival de clase A con la fuerza del alemán planea los próximos años: "Hoy por hoy en nuestro caso manda el público, como en el resto del cine. Como programadora de certámenes temo que en el futuro los algoritmos nos quiten el trabajo. Llegará eso antes que la desaparición de los certámenes, porque las salas siguen llenas. Y ahí está la pregunta clave: de 140 estrenos que tuvimos en la Berlinale, ¿cómo escoge el espectador su película?". En el evento alemán ya realizan encuestas, y descubrieron que el primer criterio para elegir era la sinopsis, y el segundo la región de procedencia. "Porque mucha audiencia aprovecha un festival para ver un tipo de cine al que no tiene acceso el resto del año", prosigue. Datos todos que un algoritmo puede analizar. "Así funcionan ya las recomendaciones de las plataformas digitales como Netflix". Ese nuevo actor de la industria ya participa en todos los festivales posibles que —como explica Rebordinos— quieren "el mejor producto audiovisual venga de donde venga". Todos, excepto Cannes, que aún veta las producciones que no pasen primero por salas, es decir, las de Netflix. El delegado general del festival francés, Thierry Frémaux, ha declinado participar en este reportaje.
"Cada vez más será un festival para la ciudad todo el año, ya que no podemos olvidar dónde estamos", asegura Rebordinos sobre San Sebastián, y habla de la sinergia surgida desde el certamen, el centro cultural Tabakalera y la escuela de cine Elías Querejeta. "Así que creemos en convertirnos en lugar de encuentro de cinematografías europeas y latinoamericanas, y en certamen que apoya y cultiva nuevos talentos", aunque a renglón seguido, aclara que no se especializará en "cine latinoamericano". Y apuesta por otra vía: "Habrá más colaboración entre festivales, porque cada vez importará más qué es bueno para las películas", aduce. Y aquí entra su circuito Toronto-Donostia. "El próximo año incentivaremos esa línea con otros festivales".
‘Youtubers’ en las salas
En cuanto a los especializados, el futuro parece más halagüeño. La 51ª edición del festival de cine fantástico de Sitges se clausura mañana con otro gran éxito de público. Su responsable, Ángel Sala, cree que al menos lo tendrán más sencillo: “Hay una lucha feroz entre los grandes por las principales premières mundiales, en las que nosotros por suerte no tenemos que entrar”. Sala asegura que el género y sus fans son la salvación: “Aquí ya hacemos experimentos con youtubers [en Sitges se presentó la serie anime de El Rubius], con público millennial. Y el terror está creciendo en audiencia, acercándose al de la ciencia-ficción”.
Otra clave según Sala, la calidad de la proyección, como confirma José Luis Cienfuegos, director del festival de cine europeo de Sevilla: “Aquí el público es exigente. Tienes que tener un toque de diferenciación y de calidad con buenas salas. No puedes dormirte, tienes que vivir en permanente revolución. Hay que estudiar los datos de cada año. Nosotros vimos cierto bajón y decidimos ir a buscar al público físicamente, porque solo con las redes sociales no lo logras”. En Sevilla también estudian las encuestas. “Aquí funciona muy bien el drama, y eso te quita miedos a la hora de programar”. Al menos los consultados tienen la fuerza de la audicencia a sus espaldas, e insisten en la idea de que sus certámenes acaban funcionando todo el año, en colaboración con otras instituciones culturales de su ciudad y con otros festivales internacionales, creando redes y circuitos, porque en otras localidades el festival es un evento al que acudir y el resto del año desaparece el cine de autor o distinto al comercial.
Con subraya Juan Antonio Vigar, director del festival de cine español de Málaga: “La especialización ayuda, porque aunque seleccionas sobre menos títulos, nosotros servimos como gran escaparate para nuestro género".
Industria y eventos
Más allá de las películas, el corazón de un certamen, todos los consultados insisten en la importancia de tener a la industria en los festivales. “Que sienta que debe de estar” para crear un caldo de cultivo futuro, según Rebordinos. Paz Lázaro explica en esa línea que la fuerza del mercado de la Berlinale fideliza a las productoras y a los creadores para que vuelvan a la capital alemana. “Se convierte en un encuentro amistoso anual y quieren repetir”, explica. Cienfuegos también apunta a que los cineastas deben sentir un respeto “a ellos y a su obra”, porque ellos serán luego “los portavoces del certamen” ante otros creadores, que verán el festival de forma más amistosa.
Para Sala, en los certámenes crecerán los eventos “porque cada vez habrá más actos virtuales, y por eso la gente querrá ver a sus ídolos delante, en carne y hueso; aunque probablemente también aumenten ruedas de prensa y clases magistrales gracias a cineastas que aparecerán como hologramas”.
Babelia
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