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Una comuna entre cabras y demonios

La película ‘Capri Revolution’, que compite en el festival de Venecia, rescata la comunidad de artistas que persiguió una utopía en la isla a principios del siglo XX

Un fotograma de 'Capri Revolution'.
Tommaso Koch

Andaba siempre descalzo, tanto en verano como en invierno. Vestía una larga túnica blanca, y dejaba que su pelo creciera libre como sus ideas. Hubo un tiempo, antes de la marea turística y los bares de precios desorbitados, en que el viajero que pisara la isla de Capri tenía buenas probabilidades de encontrarse con Karl Wilhelm Diefenbach. Gurú, profeta, pintor (y manipulador, según sus críticos), el taller del alemán ocupaba la céntrica Piazzetta, desde donde invitaba a los transeúntes a entrar y descubrir sus creaciones y sus teorías. Llegó en 1900, de paso, invitado a un baile. Acabó quedándose para siempre: allí falleció, en 1913. “Capri me bastará para toda la vida”, solía decir.

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La isla, con su áspera belleza, le pareció el lugar ideal para acoger su utopía: con una veintena de prosélitos, en su mayoría artistas procedentes del norte de Europa, organizó una comuna. Entre pastores y escarpadas, a salvo de la fiebre guerrera que sacudía el continente, experimentaron: el amor libre, la hermandad, el naturismo, el vegetarianismo, el arte, décadas antes de los hippies. “Hoy todo el mundo conoce la isla, pero poco se sabe de su historia de idealismos, excentricidades y revolucionarios. Me interesaba volver a ese aspecto, legado a su naturaleza arcaica”, relata el director Mario Martone. El lujo de hoy, frente a la mística que fue: un contraste que también sonará familiar en Ibiza. Inspirado por aquella comuna, mezclando pinceladas de realidad y ficción, el cineasta ha rescatado la experiencia de Diefenbach en Capri-Revolution, que compite en el festival de Venecia que este miércoles 29.

Justo en Capri, el director halló el origen del filme. En concreto, en una serie de cuadros de Diefenbach, abandonados durante años en un almacén y ahora rescatados y expuestos en el monasterio de la Certosa. “Me fascinó no solo su obra, sino los temas. En un lienzo, Dios le dice a un hombre que no mate a un ciervo. Con esa defensa de los animales y la vida sencilla, crearon, a principios del siglo XX, una especie de aurora de las revoluciones ligadas a la naturaleza”, asevera el cineasta. “Se trataba de una generación que quería reaccionar. Tras la revolución industrial, por primera vez se empieza a pensar que el progreso puede provocar serios daños”, contextualiza.

Frente a esas reflexiones, la narración de Martone coloca un mundo opuesto: una joven analfabeta, de una familia autóctona, destinada a cuidar de las cabras y sufrir los inquebrantables códigos machistas de sus hermanos. Pero cuando, al principio de Capri-Revolution, Lucia observa a varios tipos tomando el sol y danzando desnudos, se asoma a un nuevo camino. Para su familia, solo ha de apartarse de esos “demonios”. Ella, sin embargo, da pasos hacia ellos. Mientras, a lo largo del filme, marxismo, estatus quo, ruptura y tradición batallan como las olas contra las paredes rocosas de la isla. “No hay ideología en la película. Me interesan los seres humanos y las distintas búsquedas de la libertad y la experimentación. Cada personaje intenta forzar las jaulas sociales que nos atrapan”, afirma Martone.

Y ahí el cineasta halla la conexión contemporánea de su obra: en la Italia de las fronteras cerradas, habla de “apertura mental”. Ante un capitalismo que ha “triunfado por encima de todo”, se dirige a las nuevas generaciones que “no quieren rendirse, pero chocan contra los muros”. Entre otros ejemplos, celebra la lucha “contra los molinos” del pueblo saharaui.

Ideas y batallas parecidas se forjaban en la Capri de 1900. Esos mismos años también vivía en la isla Máximo Gorki, pensador revolucionario ruso, huido por temor de las represiones de los zares. Hasta fundó allí una escuela, junto con otros exiliados de las primeras revueltas, que recibió la visita del mismísimo Vladimir Lenin. Algunos sostienen que en Capri se fraguó incluso, al menos en parte, la revolución de octubre. Puede que sea solo una leyenda. Tal vez, algún día, sea otra película. 

La isla de hoy y de ayer

Capri Revolution está rodada en buena parte en la isla. Sin embargo, para recrear la vida auténtica de los lugareños Martone hubo de acudir a la cercana región del Cilento. "La dimensión rural y granjera ya no se encuentra", asevera. Hoy en día, Capri es un destino turístico hiperconocido, invadido por los cruceros y los ríos humanos.

Martone, sin embargo, defiende que aún hay margen para asomarse al pasado de la isla. Y proporciona recomendaciones al “viajero que quiera alejarse de las rutas más típicas”: entre otras, Orrico, el monte Solaro y el sendero de los Fortini.

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Sobre la firma

Tommaso Koch
Redactor de Cultura. Se dedica a temas de cine, cómics, derechos de autor, política cultural, literatura y videojuegos, además de casos judiciales que tengan que ver con el sector artístico. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Roma Tre y Máster de periodismo de El País. Nació en Roma, pero hace tiempo que se considera itañol.

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