La batalla contra el menosprecio
Aunque Fogel compone sus piezas de acción con notable eficacia y singular fiereza, la película nunca acaba de decidir si quiere ser graciosa o brutal
EL ESPÍA QUE ME PLANTÓ
Dirección: Susanna Fogel.
Intérpretes: Mila Kunis, Kate McKinnon, Sam Heughan, Justin Theroux.
Género: comedia. EE UU, 2018.
Duración: 116 minutos.
La comedia de espionaje es un subgénero clásico que se fue conformando, sobre todo, a partir de la década de los sesenta. Desde La pantera rosa (Blake Edwards, 1963), desde Superagente 86, popular serie de televisión de Mel Brooks posteriormente llevada al cine. Sin embargo, desde hace algunos años, el tono paródico de la mayoría de ellas (además de La pantera y Superagente, están, entre otras, Austin Powers, Johnny English o la francesa El gran rubio con un zapato negro) ha ido derivando en una suerte de película de acción que puede ser tan salvaje y espectacular como sus referentes más serios, pero que está comandada por un personaje en principio alejado de la tipología, el físico y la formación profesional de los habituales héroes de la fortaleza.
Se apela al humor, pero ya no tanto a la parodia, a la imitación burlesca y a la caricatura, sino a la sorpresa (o supuesta sorpresa) de que alguien de andar por casa pueda comportarse como el mejor de los espías, de los asesinos, de los karatekas y de los seductores, y sin necesidad de alzar el meñique mientras se toma un Martini. Y al paradigma de Melissa McCarthy como (im)probable estrella del cine de acción, apuntada en Cuerpos especiales (2013) y confirmada en Espías (2015), ambas de Paul Feig, se unen ahora Mila Kunis y Kate McKinnon en El espía que me plantó, donde dos mujeres estadounidenses se ven involucradas en una conspiración internacional tras descubrir que el novio de una de ellas era un espía encubierto, y viajan por media Europa para demostrar que no se las puede (y he ahí la palabra clave) menospreciar.
Una batalla contra el menosprecio de los hombres hacia las mujeres, tanto interna, en la propia historia, como externa, en la producción en sí, pues está dirigida por una de ellas, Susanna Fogel, que se reafirma como el sello de una película de evidentes aires feministas, y que estaría a punto de ser simpática y efervescente si no fuera tan redundante y larga.
Porque, aunque Fogel compone sus piezas de acción con notable eficacia y singular fiereza, El espía que me plantó nunca acaba de decidir si quiere ser graciosa o brutal. Y en esa indefinición, pues no acaba de ser ninguna de las dos cosas y casi nunca acaba de fusionarse, está el mayor problema de uno de esos (mal) llamados entretenimientos veraniegos que no terminan de calar. Ni en agosto ni en febrero.
Babelia
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