En el cine de lujo, como en casa
Las primeras salas españolas con sillones reclinables y amplia oferta gastronómica buscan recuperar al público con su comodidad
Tom Cruise lleva más de dos horas cruzando el mundo y salvándolo. Se ha lanzado desde 8.000 metros de altura, quemado las calles de París en moto y se ha agarrado a un helicóptero en vuelo. Mientras tanto, cómodamente tumbado, Markel Bergara se ha limitado a observar sus gestas. Su mayor esfuerzo físico debe de haber sido mover la mano hacia la mesita de su sillón, para coger la Coca-Cola o pescar entre las raciones que comparte con sus amigos: nachos, tacos y minihamburguesas. Junto con este joven de 32 años, otra treintena de personas ha escogido ver las peripecias de Misión: Imposible. Fallout de la misma forma: pagando más, pero reclinados y con el estómago lleno.
“Me ha encantado. La experiencia y la película”, relata Bergara a la salida de Yelmo Luxury, una de las dos salas de cine de lujo disponibles en España. La otra, que abrió hace pocas semanas, pertenece al otro coloso de la exhibición nacional: Cinesa. Ambas se hallan en Madrid y, como cada vez más cines, en dos centros comerciales: Plaza Norte 2, en San Sebastián de los Reyes, y Xanadú, en Arroyomolinos. También comparten objetivo: ante el auge de Internet y el temor de que Netflix ate al público al sofá, pretenden mezclar lo mejor de la sala y el salón. El cine como en casa, pero con gran pantalla y sonido envolvente. Una fórmula nueva en España —ya habitual en varios países— que genera esperanzas para los exhibidores, fascinación en muchos asistentes y algún escalofrío en los más cinéfilos.
Lo exclusivo y lo tradicional
Junto con el modelo de lujo, Yelmo también quiere abarcar la dirección contraria: en Sagunto (Valencia), esperan lanzar a finales de septiembre una sala "más tradicional", con una oferta "justa y reducida" de comida y bebida, pero que, a cambio, permita ahorrar en gastos y bajar los precios hasta los cinco o seis euros, según Samuel Bolaños, director de comercialización de Yelmo Cines.
“Creo que los exhibidores debemos reinventarnos. El cine siempre se ha considerado como una experiencia tradicional, centrada en la película. Es lo que el cliente quiere ver, pero también busca pasar un rato agradable”, defiende Ramón Biarnés, director general de Cinesa. De ahí que la comodidad se convierta en un segundo pilar de la proyección: sillones de cuero reclinables; más espacio entre ellos, por la reducción del aforo; y un menú que a palomitas y refrescos suma embutidos, vino, cócteles y hasta raciones. “Queremos que el espectador sea el protagonista y tenga una experiencia personalizada”, afirma Samuel Bolaños, director de comercialización de Yelmo Cines.
A grandes rasgos, las dos salas se parecen. Sin embargo, hay diferencias relevantes. Yelmo propone precios entre 9,90 y 14,90 euros (según el día y el horario), un vestíbulo y una oferta gastronómica más variada. El cliente entra 15 minutos antes de la proyección, se tumba y, si lo desea, un camarero atiende su pedido. En pocos minutos, ahí tendrá sus patatas trufadas y su cerveza, a tiempo para pagar, antes del filme. Para los antojos después de que se apague la luz, hay que acudir al bar fuera de la sala o solicitarlos con una aplicación en el móvil. Cinesa, en cambio, mantiene el precio de una proyección normal (entre 7,90 y 10 euros, según los días) aunque le pide al cliente que se lleve su comida y bebida a la butaca.
¿Dónde está el negocio? “La ecuación es sencilla: que vengan más clientes”, aseguran ambos. La sala de lujo solo se sostiene llena. Yelmo y Cinesa destacan resultados positivos, aunque no ofrecen datos. La visita a ambos cines —un miércoles y un domingo— sugiere que la iniciativa, de momento, funciona. Familias, parejas, jóvenes y mayores: una quincena de encuestados por este periódico aprobaba con creces la propuesta. “Perfecta para las familias con hijos”, según Lucía Sánchez, de nueve años, que no veía la hora de tumbarse ante Los Increíbles 2. Luisa Serrano, de 78, también agradecía “los asientos para echarse”, aunque percibía el riesgo de una siesta. Complicado: sus nietos la arrastraron a ver la salvaje La primera purga: la noche de las bestias.
Juana García, en cambio, se marchaba indignada: si hay menos entradas, se agotan rápido. “Tal vez las costumbres cambien y haya que comprarlas días antes”, defiende Biarnés. El aforo reducido recibe críticas también por otra razón: renuncia a la magia de la sala llenísima. Aunque los analistas más escépticos atacan sobre todo otro frente: la película deja de ser el centro de la experiencia, superada por el confort. Ambas cadenas lo desmienten, al considerar que filme y comodidad no están reñidos. Desde luego, las distracciones sí aumentan, sobre todo si hay camareros atendiendo un sillón cercano.
Las dudas rodean también la posible fractura de públicos: ¿el cine de autor, para los fieles, en las salas tradicionales, y los taquillazos, en las de lujo, para la audiencia comercial? Las cadenas lo niegan y aseguran buscar “todo tipo de público” y experiencia: el cliente ya escogerá su opción favorita. “Es como ir al estadio a un asiento normal, o en un palco privado, con jamón. Y si no te gusta tanto el filme, al menos comes”, comparaba Sonsoles Presa, 30 años, que repetía en Yelmo Luxury. De momento, el cine comercial y doblado copa la cartelera de las salas de lujo. Aunque sí hay alguna proyección de obras más independientes y/o en versión original.
La expansión, en todo caso, acaba de empezar. Cinesa quiere que “la mitad” de sus cines sea de lujo "para 2023". Equinoccio, en Madrid, pronto será el segundo: seguirán Valencia, San Sebastián y Torrejón. Yelmo también busca ampliarse: entre Luxury, Premium (sin camareros, modelo presente en Gran Canaria) y Junior (para niños, con cojines en lugar de los sillones), apunta a Valladolid, Bilbao o Algeciras. Y al Cine Palafox, en Madrid: tras 55 años, estas míticas salas cerraron en 2017. Antes, se despidieron con un ciclo de obras icónicas. Se apagaron con Casablanca; resucitarán como cines de lujo.
Babelia
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