Violentas clases de decencia
'The equalizer 2', de ritmo impetuoso y fachada distinguida es un brote reaccionario en otra era conservadora, un curso de decencia a base de disparos a bocajarro


La primera entrega era una especie de puesta al día de Yo soy la justicia con referencias cultas: Cervantes, Hemingway, Hopper. Esta segunda sube un escalón en dificultad literaria y artística: el protagonista va por el último tomo de En busca del tiempo perdido, de Proust. Y, si no se piensa demasiado la película, incluso puede ser que el espectador quede embobado ante el talante, el carisma, la decencia y la intelectualidad del personaje de Denzel Washington, mirada acuosa, rictus de elegancia, héroe de acción a los 64 años.
THE EQUALIZER 2
Dirección: Antoine Fuqua.
Intérpretes: Denzel Washington, Pedro Pascal, Ashton Sanders, Melissa Leo.
Género: thriller. EE UU, 2018.
Duración: 121 minutos.
Sin embargo, The equalizer 2, secuela de la película homónima de 2014, que ya era una versión renacida de la serie de televisión de los años ochenta El justiciero, es una bomba de violenta decencia. La letra, con sangre, entra. ¿Para qué se necesita el sistema judicial y el penitenciario si se tiene un buen ángel de la guarda que rebana cuellos a cuchillo, que masacra en silencio a los malditos bastardos contemporáneos?
Al frente de la función vuelve a estar Antoine Fuqua, director de enormes posibilidades, que se ha quedado en poca cosa. Cuando ha tenido un material interesante (Training day), ha estado al nivel de la escritura, pero en su carrera se suceden los guiones de derribo, de usar y tirar (Los amos de Brooklyn, El Rey Arturo, Objetivo: La Casa Blanca…), y esta secuela solo es una más. Hay cierto estilo. Casi demasiado para lo que se está contando, porque de ese modo la película se convierte en grandilocuente. Y está Washington, capaz de engañarte con su brillantez, con su papel de hombre viudo y derrotado, como el Charles Bronson de la película Michael Winner, la que estampó en su día el sello justiciero de la era Reagan. Pero The equalizer 2, de ritmo impetuoso y fachada distinguida, no parece casual. Es un brote reaccionario en otra era conservadora, un curso de decencia a base de disparos a bocajarro.
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