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“Todo cineasta alemán siente interés por contar el horror de nuestra historia”

La nueva película de Lars Kraume, 'La revolución silenciosa', retrata a través de un grupo de adolescentes la Alemania del Este de los cincuenta

Rut de las Heras Bretín
Lars Kraume, en el Goethe Institut de Madrid.
Lars Kraume, en el Goethe Institut de Madrid.Álvaro García

Un grupo de estudiantes está a punto de acabar el curso y graduarse, un futbolista que jugó en el Real Madrid forma parte de sus conversaciones. Los medios de comunicación dan noticias que confunden a quien las sigue, a veces por no verificadas, otras porque intencionadamente buscan el equívoco o porque están dirigidos por quien tiene el poder. Centenares de personas huyen de sus países porque allí su vida y su libertad corren peligro. Podría ser una descripción del comienzo del verano de 2018, pero no, son elementos incluidos en la última película de Lars Kraume, La revolución silenciosa, que se estrena el viernes 20 y en la que el director regresa a la Alemania de los cincuenta, escenario que ya visitó con El caso Fritz Bauer (2015).

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"No sé por qué he vuelto a ese tiempo", confiesa el director el pasado miércoles durante una entrevista con EL PAÍS en una fugaz visita a Madrid para promocionar el filme y asistir a la premiere. Kraume, que nació en Chieri (Italia) en 1973 de manera circunstancial —su padre trabajaba allí—, considera que todo cineasta alemán siente en algún momento interés por mostrar el horror de la historia de su país. "Con [El caso] Fritz Bauer investigué sobre el Holocausto, pero sin entrar en él explícitamente. Ahora muestro la otra cara de la moneda, así exploro las dos Alemanias, la transformación de ambas en los cincuenta".

Al contrario que en la película de 2015 en la que relata las investigaciones del fiscal Fritz Bauer para encontrar a Adolf Eichmann, un criminal nazi huido a Argentina; La revolución silenciosa aborda la situación de Alemania del Este en 1956, antes de la construcción del Muro, desde un grupo de adolescentes. Chavales que eran muy pequeños durante la Segunda Guerra Mundial pero que crecieron en un ambiente de silencio y de opresión por parte de las ideologías, fuera la que fuera. "Todas las tiranías usan los mismo métodos", afirma Kraume tanto del nazismo como del comunismo. Esclarecedora es la frase en la que uno de los protagonistas al verse interrogado y chantajeado por miembros del ministerio de Educación de la República Democrática de Alemania: "Usan los métodos de la Gestapo".

Los protagonistas de 'La revolución silenciosa', en un momento de la película
Los protagonistas de 'La revolución silenciosa', en un momento de la película

El pensamiento estaba pautado, hacerlo libremente era buscarse problemas. Y los encontraron: escuchaban clandestinamente la radio del sector americano de Berlín (RIAS) que les informaba sobre el levantamiento húngaro contra las políticas impuestas desde la Unión Soviética. Como señal de apoyo a las víctimas de estas revueltas, hicieron un minuto de silencio en clase. No explicaron el motivo, era su protesta silenciosa, inventaron una excusa: dijeron que era un homenaje al fallecimiento de Puskas, famoso futbolista que creyeron muerto en esta revolución, aunque luego se comprobó que no era cierto, esa información se debía a la confusión que aquellos sucesos acarrearon. Hubiera sido imposible ese Madrid de Gento, Di Stéfano y el que algunos consideran el mejor jugador húngaro de la historia.

El homenaje deportivo no coló y comenzó una investigación. La amenaza para los estudiantes no era pequeña: si no delataban al instigador del acto, no podrían graduarse en la República Democrática de Alemania. Kraume utiliza todos los valores de la adolescencia: amistades inquebrantables, curiosidad, ímpetu, principios aún incorruptos para construir esta película basada en un relato real escrito por Dietrich Garstka, que falleció el pasado abril pero que pudo verla finalizada y que dijo que algunas de las escenas le llevaron a ese miedo que sentía hace 70 años. El director trabajó directamente con el autor, no así los jóvenes y creíbles actores, aunque habían leído el libro, la mayoría de ellos hijos de una Alemania unificada, nacidos después de que cayera el Muro en 1989. "Leonard [Scheicher], Theo en la película, me dijo que solo se dio cuenta del poder de la historia, de la profundidad y de lo que estaban contando cuando vio la película terminada", explica el director.

Kraume no tenía interés en relacionar La revolución silenciosacon la actualidad, la coincidencia con temas candentes la explica con un "la historia se repite". "No hice la película con el presente presente, pero tocamos temas universales. Tampoco sabemos hoy qué pasa realmente en Siria, o cuáles son las pretensiones de Turquía o Rusia", agrega. Preguntado por cómo se trata en España la memoria histórica en comparación con Alemania y por las declaraciones que la exvicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, hizo sobre la exhumación de los restos de Franco: "Me gusta trabajar para mi hijo y no para mis abuelos", el director responde que su película, que cuenta un episodio del pasado, está siendo vista por muchos adolescentes, "les muestra lo que ocurrió, les enseña lo que no conocen, es necesario que esto sea así". "Les muestra lo que pasó, les enseña lo que no conocen". La libertad les deja pensar, decidir por ellos mismos, madurar. Incluso hay guiños a esa necesidad adolescente de divertirse como cuando bailan Tutti Frutti o Love Me Tender, las novedades musicales estadounidenses que suenan por la RIAS.

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