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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

De Granada, de Cándor, de América

Luis García Montero, nuevo director del Cervantes, es un descendiente de Lorca y de Neruda

Juan Cruz
Luis García Montero, en una imagen del pasado 7 de julio.
Luis García Montero, en una imagen del pasado 7 de julio. Alberto Morante (EFE)

Era un muchacho que se abría al mundo desde un barrio de Granada, en una época en la que Lorca y Alberti eran materia capital de la educación de los adolescentes heridos por la poesía y por la memoria de la guerra contada por los padres. Entonces, Luis García Montero llevaba las guedejas de un rockero de piel blanca, una piel educada en el estudio de la poesía.

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Ese fue su territorio. Y Lorca y Alberti fueron las luces que tuvo delante. El tiempo lo asoció con otros grandes del medio siglo, como José Manuel Caballero Bonald y Ángel González, habitantes a su modo de un mismo universo sureño o hispanoamericano. Fue en las noches difíciles acompañante de las soledades del poeta asturiano, al que él y sus amigos más dilectos ayudaron a sobrellevar la completa, y triste, tarea de tachar nombres propios de su cada vez más disminuida agenda. De Ángel escribió una novela en la que el autor de Palabra sobre palabra aparece de pie, con aquella gallardía que le permitió superar el miedo que le dejó la guerra.

Rescató a otros amigos de la desesperación o de la duda, porque en su alma de muchacho, que no ha logrado romperse en su rostro de ingenuo que también se cabrea, sigue siendo un guía de tristes o de desamparados. Cuando Joaquín Sabina estaba en medio de la más honda de sus depresiones fue a su casa con una receta.

Esa receta era la letra de La nube negra. No sólo la cantó Sabina, e hizo un disco en torno al significado de ese grito, sino que le sirvió para levantarse de la cama. Joan Manuel Serrat, otro de la tribu del nuevo director del Cervantes, completó con su agasajo el trabajo que había hecho Luis: aquella canción y la gira de aquellos dos pájaros salvaron a Sabina de la negrura.

En los veranos se convierte en el samaritano de Rota, adonde acuden algunos de los citados y una multitud que degusta la conversación y la ensaladilla rusa en esa casa en la que manda más Almudena Grandes, su mujer, que quien ahora se apresta a dejar su tiempo en manos de Cervantes. Desde Rota camina con viento de Sanlúcar a la playa Candor, y no es extraño que ese lugar preferido se llame como una de sus características.

Del territorio de Candor y de Granada, a América. En cualquier capital o pueblo, de México, de Colombia, de Argentina, de Nicaragua, te lo puedes encontrar, con su ropa vaquera que quizá ahora el cargo va a arrumbar. Es un descendiente de Cervantes, de Lorca y de Neruda. Un hispanoamericano al frente del Cervantes.

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