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71º festival de Cannes
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Realismo sucio y creíble de Matteo Garrone

El italiano crea atmósfera de primera clase en 'Dogman' El documental 'Whitney' me recuerda poderosamente al que se rodó sobre Amy Winehouse

Carlos Boyero

El director italiano Matteo Garrone fue un implacable traductor en imágenes del mundo sórdido y presidido por la Camorra que plasmó el escritor Roberto Saviano en su terrorífico libro Gomorra.Antes y después de esa película, Garrone ha demostrado poseer un don especial para retratar con veracidad y desgarro a las clases populares, delincuencia callejera, marginados que sueñan. Su vocación realista, costumbrista e incluso naturalista está acompañada de un talento descriptivo y ambiental que dota de autenticidad a personajes y situaciones, su expresividad y sus actos.

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Su última película, titulada Dogman, está situada en un desolado paisaje del extrarradio, sombrío a pesar de la cercanía del mar. Allí conviven en cierta armonía, con leyes y códigos propios e intransferibles, vendedores de oro, salas de máquinas tragaperras, bares suburbiales, traficantes de cualquier cosa y un hombrecito que tiene un negocio en el que cuida, lava, peina e intenta curar de sus males a todo tipo de perros, incluido los feroces. Estos buscavidas no se engañan entre ellos, protegen su comunidad, mantienen la ley del silencio ante los trapicheos, saben que la fidelidad es el único muro para salvar sus negocios. Esta placidez será destruida por la llegada de un matón, cocainómano furioso, con el que es imposible pactar o negociar, depredador sin el menor sentido de culpa. El calvario del amoroso cuidador de perros será largo, brutal y comprensible su venganza. Garrone crea atmósfera de primera clase al hablar de este submundo, los actores no parece que interpretan sino que pertenecen a ese universo, mantiene con pulso la atención del atemorizado espectador, le contagia el subidón de adrenalina, el miedo, las dudas y la violencia interna que invaden al hombrecito digno cuando se siente acorralado por la bestia.

Whitney, un documental atractivo sobre la difunta Whitney Houston, también habla de la cocaína. Fue la compañera inseparable de esta asombrosa cantante desde que tenía 16 años hasta que la devoró a los 48. Cuando se sentía definitivamente rota e inconsolablemente sola. En los testimonios que ofrecen familia, amigos, amores, desamores y gente que trabajó con ella, se narran historias incómodas y duras, que una parienta la violó sin prisas y sin pausas en la niñez, que su padre la explotó económicamente hasta la náusea, que en su anhelo por casarse y tener hijos abandonó a su vampírica novia, que las drogas no fueron impedimento durante muchos años para vender millones de discos y que su prodigiosa voz fuera venerada universalmente, que la espectacular triunfadora jamás se liberó de los demonios que la corroían. Este documental me recuerda poderosamente al que se rodó sobre Amy Winehouse. El estilo para abordar esas existencias artísticamente gloriosas pero humanamente trágicas es similar. Y funciona, en ningún momento es impostado ni sensacionalista.

La coreana Burning, dirigida por el inquietante Lee Chang-dong, posee virtudes como narrar con misterio, morbo y clima la retorcida historia de un presunto triángulo amoroso entre una chica soñadora, un aspirante a escritor con problemas ante la supervivencia cotidiana y un sofisticado ganador, pero también alberga un defecto notable y es que necesita dos horas y media para contarlo. Qué manía la de cierto cine asiático en no utilizar la elipsis, en no aligerar en el montaje lo repetitivo.

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