Orson Welles, de profesión sus pinturas
Un documental estrenado en Cannes indaga en la vida artística y personal a través de los centenares de dibujos y cuadros realizados por el cineasta
Un documental sobre Orson Welles. Uno podría pensar que para qué, con todo lo publicado y realizado previamente sobre la obra del artista audiovisual, un creador multidisciplinar solo comparable a los monstruos del Renacimiento. También sonaba a pataleta de Thierry Frémaux, delegado general del festival de Cannes, que tras la pelea con Netflix, se quedó sin They'll Love Me When I'm Dead, un documental de Morgan Neville sobre el cineasta; y la versión acabada de Al otro lado del viento, la película que Welles dejó inconclusa, ya que ambos proyectos han sido producidos por la plataforma digital.
Sin embargo, The Eyes of Orson Welles merece tomarse muy en serio. Primero, por quien lo realiza, el norirlandés Mark Cousins, historiador cinematográfico algo estrella -le gusta salir en la pantalla y actuar- y director del festival de Belfast. Su serie La historia del cine: una odisea dejaba claras sus pasiones como documentalista y sus virtudes y defectos. Le gusta el espectáculo, pero también el análisis riguroso. Ayer por la noche, antes de la proyección en la sección Cannes Classics, sacó de su bolsillo uno de las docenas de christmas que Welles pintó en vida para, a través de ese Papa Noel-Falstaff, entrar en materia. Con éxito.
Usando los centenares de dibujos en tinta o lápiz, acuarelas, carboncillos, óleos, bocetos y caricaturas que Welles dejó para la posteridad, Cousins indaga en la vida personal y artística del creador. Además, viaja por todo el mundo para filmar los lugares esenciales del planeta Welles: desde su Kenosha natal, en Wisconsin, hasta Nueva York, Madrid, Marruecos, París, Irlanda... Los sitios en los que filmó y creó Welles. El documental cuenta además con la colaboración de la hija pequeña del genio, Beatrice, nacida de su relación con Paola Mori. Y Cousins sabe lo que hace. Es una carta de amor, pero también de reproches, a la búsqueda de la esencia de lo wellesiano, en la que interpela en ocasiones directamente al cineasta (la voz en off de Cousins va explicando cada paso y dialogando con el público). Recorrer los sitios claves de su existencia y ahondar en sus dibujos sirven para comprender qué veía y cómo veía Welles (de ahí el título).
El viaje arranca en la actualidad, cuando Cousins le informa a Welles que hoy en Estados Unidos "hay un presidente que piensa que es Charles Foster Kane". De ahí pasa al viaje cronológico, ya que se conservan dibujos que realizó Welles a sus 9 años, antes de sus estudios en el Art Instituto de Chicago o de su viaje iniciático a Irlanda. Cousins decide dividir en capítulos la obra para poder reflexionar también sobre la ideología política y humana de su objeto de estudio. Y no ahorra críticas a su manera de comportarse en su vida amorosa, o sus relaciones homoeróticas, en la que se comporta "como un rey". Cousins apunta que Welles no pudo, ni quiso, escaparse de la grandeza de la realeza, y por eso encarnó a tiranos y dictadores como personas que no lograban zafarse de la maldición de su poder… igual que el cineasta, atrapado en su hiperactividad sentimental y artística.
La obsesión creativa de Welles le llevaba a bosquejar más que a pintar, a estar siempre en acción, a mezclar artes y técnicas. Y Cousins arriesga -y gana- al sugerir que una de las razones de que el público no enganchara con sus cines era por su trabajo formal, marcada por movimientos pictóricos como el constructivismo o la abstracción, base de sus famosas composiciones en diagonal de sus puestas en escena ante la cámara. Ahí aparecen imágenes de La dama de Shanghai, El proceso, Fraude…
The Eyes of Orson Welles ha servido para Welles esté en Cannes. Que no es poco. Y para abrir un nuevo campo de estudio en la obra de uno de los genios del siglo XX. Que es mucho.
Babelia
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