Un viaje apasionado por el cine
Canal + Xtra emite la serie documental ‘La historia del cine: una odisea’, en la que el crítico Mark Cousins analiza los primeros 100 años de la industria
¿Es Casablanca demasiado romántica como para ser considerada un clásico? Según Mark Cousins sí, lo cual no invalida el resto de su trabajo, pero sí deja claro desde dónde lo hace: desde la pasión. Canal + Xtra (dial 4) emite estos días La historia del cine: una odisea, 15 capítulos que, sumados, dan 900 minutos de un repaso subjetivo, apasionado y discutible de los primeros 100 años de lo que los repipis llaman el séptimo arte.
El crítico irlandés ha adaptado a la pantalla su libro homónimo para aprovechar todo su potencial audiovisual. Y a veces enerva y a veces no queda más remedio que ponerse en pie y aplaudir sus tesis. Cousins es un bicho raro: junto con la actriz Tilda Swinton montó en 2009 un festival itinerante de cine independiente —literalmente lo montó, porque la pantalla y todos los elementos necesarios los llevaban en un camión— por la región de las Highlands, el norte de Escocia, y él mismo presenta con su inconfundible voz en off (menudo acento) esta serie documental, que arranca con la recreación del desembarco de Normandía en Salvar al soldado Ryan. En esos primeros minutos asegura que su viaje no será solo por el lado crematístico del negocio ni se circunscribirá a Hollywood: “El dinero no crea películas, las crean las ideas”. Efectivamente, y también afirma que en este peregrinar también se hablará de luz, de formas, de arte y de ideología en lo que define como “una road movie internacional”. Cousins además apunta un par de líneas maestras: su amor por el cine japonés, en el que se rueda la —para él— mejor película de la historia, y su intención de que en esta búsqueda de creadores quede clara la importancia de la mujer en la historia del cine, una presencia que durante décadas ha sido ocultada.
Como apunta otro de los grandes críticos, A. O. Scott, de The New York Times, en un artículo sobre la serie, sí, Cousins a grandes rasgos acierta en su “ambición épica”, pero en el camino tiene algunos noes. Sí en cuanto a la mujer: se detiene en la primera estrella del cine, que fue una actriz, Florence Lawrence; o en la veneración que sienten en Japón por el primer intérprete que actúa de forma natural y huye de la afectación y la falsedad —“y lo hace décadas antes que Marlon Brando”, apuntilla Cousins—, que fue otra actriz: Lingyu Ruan, que fallece en 1935 a los 25 años. O la importancia capital en Hollywood (aunque su nombre así lo diga, en esas montañas nunca hubo bosques de acebo) de Alice Guy-Blanche. También insiste en que los años veinte fueron los más fértiles, creativamente hablando, en el cine, y nunca olvida las otras cinematografías: en esos primeros pasos del celuloide, destacan por ejemplo, la escandinava, la alemana —ambas acabaron surtiendo de creadores a Hollywood— y la japonesa. Otro acierto de Cousins: aunque avanza cronológicamente, no duda en dar grandes saltos para mostrar cómo un plano o una secuencia o una idea influyen a otros creadores coetáneos o posteriores. Ahí triunfa el irlandés: mostrando al público las interconexiones que se dan entre los directores.
En sus debes, dos poderosos: aunque anuncia que en esos 900 minutos habrá reflexiones sobre la ideología de las películas, el espectador tiene la sensación de que, por ejemplo, le gusta hablar mucho más de la iluminación que de esos trasfondos; también hay una sensación de una defensa del director auteur, en detrimento de la importancia de los productores. Y desde luego, cierta lentitud y recreación en imágenes grabadas por su equipo que no viene a cuento.
Pero todo lo anterior no importa porque a cambio ese equipo ha viajado por todo el mundo, buscando y entrevistando a supervivientes de los primeros años y creadores estrella de los actuales; rodando en casas natales, en colegios (por ejemplo, en el que estudió Carl Theodor Dreyer), buscando de dónde surgía la chispa de talento de Charles Chaplin (impagable la secuencia de ensayos de Luces de ciudad), desglosando por puntos la genialidad de Alfred Hitchcock; admirando la valentía de los primeros directores de documentales. Todos los grandes nombres (aunque minusvalore a algunos, como D. W. Griffith) están, y Cousins acierta con la importancia de Eric von Stroheim, de Howard Hawks, de Coppola, del cine de acción de Hong Kong, de Bergman, Mamoulian, Keaton y Scorsese, de los géneros en el advenimiento del sonoro. Y finalmente, con su apuesta por el rechazo a la nostalgia: los nuevos creadores aportan grandes pasos artísticos y el cine no deja de ser el arte más joven. Merece la pena seguir disfrutando de este viaje.
El autor define su obra como una “una ‘road movie’ internacional”
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