El festival de Cannes arranca la edición de la renovación (pero sin Netflix)
La 71ª edición del festival francés empieza con un extraño sabor español y el intento de revitalizar la competición con nuevos directores
Al banquete no vendrán ni Harvey Weinstein ni Netflix. El primero llegó a considerar Cannes su segunda casa, y aquí lanzaba algunas de sus grandes apuestas como, por ejemplo, The Artist. Netflix, en cambio, llevaba poco tiempo paseándose por La Croisette, pero ya había realizado alguna demostración de poderío: el año pasado presentó incluso dos películas a concurso. En la 71ª edición de Festival de Cannes, que comienza hoy y acaba el 19 de mayo, se habla más de las ausencias que de las presencias.
Weinstein no estará porque el pasado otoño salió a la luz su currículo de depredador sexual. Los ecos del #MeToo han llegado hasta la organización de Cannes, que asegura ser "ejemplar" y por eso ha puesto en marcha una línea telefónica donde denunciar posibles agresiones sexuales durante el evento. Las cineastas femeninas escasean en competición (hay tres realizadoras, al igual que en las dos ediciones anteriores), aunque el jurado, presidido por Cate Blanchett, se compone de cinco mujeres y cuatro hombres.
En cuanto a Netflix, porque su pelea contra el certamen, en realidad contra la legislación francesa que prohíbe el visionado de películas en Internet hasta haber transcurrido 36 meses de su proyección en salas, se les fue de madre, como reconocieron la semana pasada directivos de la plataforma digital. “Todas las películas de esas plataformas son bienvenidas en Cannes. Pero nuestra regla es precisa respecto a un punto: si una película figura en competición, debe beneficiarse de un estreno en las salas de cine francesas”, recuerda el delegado general del festival, Thierry Frémaux.
Pese a todo, considera que la legislación francesa resulta “demasiado restrictiva”. “Espero que un día, en el futuro, podamos encontrar un común acuerdo”, añade, y no cerraría la puerta a un estreno de El irlandés, la nueva película de Martin Scorsese, que ha producido Netflix, en la edición de 2019. “Me sentiré feliz de compartir la alfombra roja con Netflix por esa película, que se anuncia como un acontecimiento excepcional. Y, como cinéfilo, agradezco a Netflix que haya producido una película que Marty quería hacer desde hace tanto tiempo”, agrega. Por cierto, Scorsese recoge el premio Carroza de Oro, el galardón honorífico de la Quincena de Realizadores, sección que cumple medio siglo.
Así que, ¿qué queda en Cannes? Mucho y distinto. Tras el batacazo artístico del año pasado, en el que la Competición estaba repleta de nombres de cineastas excelsos que no entregaron sus mejores trabajos, este año de las 21 películas que competirán por la Palma de Oro, 10 están dirigidas por realizadores que nunca antes habían estado en esta sección: “Ahora que ya está hecho, me doy cuenta de que era un gesto necesario. Cannes evoluciona y nuestra selección también debe hacerlo. Aun así, no fue premeditado”, expresa Frémaux.
Entre quienes sí participaron antes relucen el japonés Hirokazu Kore-eda con Shoplifters; el coreano Lee Chang-dong con Burning, que adapta un cuento de Murakami; el chino Jia Zhang-ke con Ash is purest white; el polaco Pawel Pawlikowski, que presenta Zimna Wojna; la italiana Alice Rohrwacher, con Lazzaro Felice; el iraní Jafar Panahí –al que las autoridades de su país siguen prohibiendo dirigir películas– con Se rokh; el italiano Matteo Garrone, con Dogman, o el turco Nuri Bilge Ceylan, con Ahlat agaci. No se espera la presencia ni de Panahí ni del ruso Kirill Serebremmikov, exdirector del teatro Gogol y en arresto domiciliario desde agosto de 2017 acusado de fraude. Su película Leto se proyectará sin él.
Entre quienes ascienden y llegan a la Competición destacan la libanesa Nadine Labaki (que debutó con Caramel), que presenta Capharnaüm, y el estadounidense David Robert Mitchell, director de It Follows, que en Cannes defiende Under the Silver Lake.
Tres sonoros retornos marcan este festival de Cannes. Medio siglo después de que se detuvieran las proyecciones del certamen por la onda expansiva de Mayo del 68, uno de los líderes audiovisuales de aquel movimiento, Jean-Luc Godard, presenta en Cannes Le livre d'image. Toda la cinefilia anda revuelta con su presencia. Otro realizador ausente durante tres décadas del certamen, el estadounidense Spike Lee, compite con BlacKkKansman, sobre una operación policial en el Ku Klux Klan a finales de los setenta. Y aunque sea fuera del concurso, el danés Lars von Trier, considerado durante años persona non grata del festival por un comentario sobre Hitler en plena rueda de prensa en el certamen, estrenará el thriller The House That Jack Built. “Después de los chistes malos que pronunció en Cannes en 2011, Von Trier fue castigado por el consejo de administración de Cannes. Había llegado la hora de levantar ese castigo y permitirle regresar”, afirma Frémaux. “El danés no ha sido investigado por la justicia y es un hombre libre. Y no es ni un nazi ni un antisemita, como he podido leer en algunas partes”.
Hay otros estrenos curiosos. Como el de Kenia, país que participa por primera vez en el certamen, aunque con sabor agridulce: Rafiki, de Wanuri Kahiu, se proyectará en la sección Una cierta mirada, pero su exhibición se ha prohibido en su país por sus "secuencias homosexuales que van contra la ley, la cultura y los valores morales del pueblo keniano", según el Gobierno. Otro país recién llegado es Arabia Saudí, que abre pabellón dentro del Mercado que se celebra en paralelo al festival. Tras 35 años de prohibición de exhibición fílmica en Arabia Saudí han vuelto a proyectarse cine con el estreno de Black Panther.
Junto a todo este cine de autor, el festival guarda su hueco para propuestas más populares. Como Han Solo: una historia de Star Wars, de Ron Howard, o los documentales sobre el papa Francisco dirigido por Wim Wenders, sobre la fallecida cantante Whitney Houston o sobre Jane Fonda. Lo que no hay son series de televisión, como sí se vieron en la pasada edición. “Las series, que viven una edad de oro, han llegado a contestar el liderazgo del cine en el corazón del público, pero eso no ha puesto en duda la importancia, la necesidad y la potencia narrativa del séptimo arte. Una película es un acto poético y no un acto industrial producido en serie. Todavía podemos esperar muchas cosas del cine”, afirma Frémaux.
¿Y el cine español? Curiosamente, este año tanto la película de inauguración como la de clausura son coproducciones españolas rodadas en España por cineastas extranjeros. Hoy el festival arranca con Todos lo saben, del iraní Asghar Farhadi, que ha reunido a un espectacular reparto: Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez, Inma Cuesta o Ramón Barea. “Es una película bella y muy española, creo yo, pese a estar dirigida por un iraní”, opina Frémaux. “Además de recordar que Penélope [Cruz] y Javier [Bardem] son grandes actores, sobre todo confirma que su director, Asghar Farhadi, es un gran cineasta internacional”.
Pese a la presencia discreta del cine español –como suele ser habitual en La Croisette–, el delegado general considera que este se encuentra “en muy buena forma”, igual que el latinoamericano, “enorme suministrador de películas para los grandes festivales”. La clausura corre a cargo de El hombre que mató a Don Quijote, con la que Terry Gilliam cumple por fin su sueño de dos décadas de llevar la novela de Miguel de Cervantes a la pantalla. Fuera de competición se estrena la sorprendente Un día más con vida, del español Raúl de la Fuente y el polaco Damian Nenow, versión en animación de la novela del periodista Ryszard Kapuscinski sobre la guerra de Angola. Y en la Quincena un cineasta crecido en Cannes, Jaime Rosales, estrena Petra, mientras que Arantxa Echevarría presenta Carmen y Lola, los amores lésbicos de dos chicas gitanas.
Babelia
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