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El noble arte de filmarse el ombligo

El cineasta Ross McElwee, padre del documental autorreferencial, recibe un homenaje en el festival DocumentaMadrid y hoy creará en una clase magistral su 12º filme

Ross McElwee, con una cámara.
Ross McElwee, con una cámara.Suzanne Kreiter (Getty Images)
Gregorio Belinchón
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En un mundo repleto de selfies, de egocentrismo desaforado a través de las redes sociales, la figura del documentalista Ross McElwee (Charlotte, Carolina del Norte, 1947) se convierte en una extraña contradicción. Sus 11 filmes son, excepto el primero, documentales que arrancan de un momento autobiográfico para construir una narración universal. “Nunca he dudado mucho de mi estilo como también, te aseguro, nunca la planeé como una decisión meditada”, comenta delante de un café americano.

McElwee, leyenda para varias generaciones de documentalistas, está en Madrid para recibir un homenaje en el festival DocumentaMadrid y para impartir una clase magistral hoy viernes titulada Sherman’s Redux, en referencia a su mítica Sherman’s March, la película con la que en 1986 ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance. “Me he traído una selección de imágenes, un work in progress de 40 minutos, y espero que el público me ayude a valorarlo. Soy muy inseguro. Enseño el material a medida que filmo porque muchas veces soy incapaz de saber si funciona o no. Crearemos una película”, contaba ayer viernes en Madrid. Sherman’s March es buen ejemplo del trabajo de McElwee. El cineasta recibió una beca para rodar por el camino que hicieron el general Sherman y sus soldados por el sur secesionista, y acabó ilustrando sus vicisitudes amorosas.

Humor exuberante

Toda su obra, sin embargo, está narrada con un humor exuberante, que le aleja de cualquier orgullo ególatra y de la ola actuar ombliguista. “En realidad, soy un tipo aburrido, pero lo mejor que puedes hacer es hablar de lo que conoces, y ya puede adivinar qué es lo que mejor conozco”. Así, por su cine ha pasado su familia, desde su bisabuelo, al que le robaron la fórmula del tabaco Bull Durham que le hubiera hecho rico, como se cuenta en Bright Leaves (2003), a su hijo, que protagonizó su último trabajo, Photographic Memory (2011). “Puede que sea un cine personal, pero no he encontrado mejor manera de mirar el mundo y de encontrar mi lugar en él”, cuenta con una sonrisa. “Lucho por equilibrar la mirada a mí mismo y al mundo exterior para no caer en la autoindulgencia. Dicho lo cual me gusta la subjetividad, la uso cuando la necesito...”. ¿Y le interesa el público? “¡Por supuesto! Una cosa es que sea un cineasta existencialista y otra que me dé todo igual. El cine tiene que entretener, me preocupa que la gente disfrute de mis filmes”.

McElwee disfruta hablando de sus referentes. Al inicio de su carrera, Richard Leacock y Ed Pincus. Hoy son Frederick Wiseman, un buen amigo suyo, y Agnès Varda. “Admiro la seguridad y la rapidez de Frederick. Él los hace y los estrena, sin plantearse lo que opinará el público”. Wiseman tiene el Oscar de Honor, Varda lo recibió este año, puede que el siguiente documentalista en recibirlo sea McElwee. El aludido estalla en carcajadas: “Ruedo demasiado lento como para haber logrado un corpus que mereciera el galardón. Mi problema es que empiezo a rodar y no sé hacia dónde voy a ir. Y por supuesto es complicado encontrar dinero para mis trabajos. En cuanto a Varda, lo más bonito es que en el mismo año le han otorgado ese reconocimiento y además ha sido candidata en su categoría”.

En su anterior visita a Europa, presidía su país Barack Obama. “E iba todo henchido de gozo. Hoy paso mucha vergüenza con Trump”. ¿Una figura así le plantea cambiar su modo de rodar, haría un documental más político? “Soy sureño, la mayor parte de mi trabajo así lo muestra, con todas las componendas sociales que uno ve en pantalla. No es lo mío filmar a Trump. Otra cosa es que los hechos acaben afectando a mi vida privada, y por tanto a lo que ruede. A mí me hace gracia su lema de ‘América primero' y su contradictoria respuesta a la globalización actual. Creo que es un desastre cíclico. Pero insisto, creo que hay grandes creadores que podrán levantar testimonio de los hechos”.

Los cantos de sirena de Hollywood

A Ross McElwee no le importa el material con el que compone su obra. En realidad, sí, porque aunque sus largometrajes se componen de todo tipo de formatos (super-8, 16 milímetros...), no se ha vuelto loco con el digital: "He rodado en vídeo digital algún trabajo previo. Pero ahora he vuelto al material en celuloide y eso sí, monto en digital". Es un cineasta del siglo XX en la forma... y en el fondo, porque ha desoído los cantos de sirenas de Hollywood, que durante décadas ha estado detrás del proyecto de hacer un filme de ficción que adaptara su Sherman's March. "Hace unos meses he firmado con la quinta productora que quiere hacer el largometraje [risas]. Yo sigo a lo mío, poco a poco, y creo que mi ritmo no encaja bien en la industria, ¿no?", suelta con retintín.

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Sobre la firma

Gregorio Belinchón
Es redactor de la sección de Cultura, especializado en cine. En el diario trabajó antes en Babelia, El Espectador y Tentaciones. Empezó en radios locales de Madrid, y ha colaborado en diversas publicaciones cinematográficas como Cinemanía o Academia. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster en Relaciones Internacionales.

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