El padre de Michael Moore
El cineasta Ross McElwee ha escrito su autobiografía en nueve documentales en los que explora el ensayo fílmico personal. "Es el modo más efectivo de mirar el mundo"
En los últimos años, Michael Moore ha popularizado en todo el mundo la figura del documentalista que, en primera persona, denuncia, narra o describe. Es el último vástago de una tradición de cine directo en Estados Unidos que tuvo como pioneros, en los cincuenta y sesenta, a Robert Drew, Richard Leacock, Frederick Wiseman, Ed Pincus o los hermanos Albert y David Maysles. Pero Moore tiene una referencia más inmediata en Ross McElwee (Carolina del Norte, 1947). En las tres últimas décadas, McElwee ha usado su cámara como una pluma, como manda el cine verité, para escribir su autobiografía en nueve documentales en los que ha explorado un complejo y delicado género: el ensayo fílmico personal.
McElwee se matriculó en el curso de cine del Massachusetts Institute of Technology (MIT) porque Leacock y Pincus daban clases en él. Con ellos aprendió la técnica del cineasta-orquesta -director, cámara y sonidista, todo en uno- que le permitiría "escribir con la cámara" y cumplir con una vocación por contar historias que empezó en la literatura (se licenció en la Brown University en escritura creativa), hasta que se enamoró del cine. Nunca tuvo que ir demasiado lejos para encontrar historias. "Para mí, este cine personal es el modo más efectivo de mirar el mundo y encontrar mi lugar en él", afirma desde Boston en conversación telefónica. Pero su exploración no es un mero ejercicio de ombliguismo. McElwee convierte la anécdota -su anécdota- en una reflexión sobre la familia, el amor, el desamor, lo que fue, lo que nunca fue, la muerte..., la vida: "Mis personajes acaban siendo universales y por ello la gente se identifica con ellos".
Ross McElwee transgrede, sin embargo, algunos dogmas del cine directo. El primero, que el autor debe ser invisible. Convertido en protagonista de sus documentales, el realizador camina en un sutil ejercicio de equilibrismo entre lo objetivo y lo subjetivo. ¿Cuál es su secreto para no acabar en el temido solipsismo? "Yo busco un equilibrio de ritmo entre la mirada a mí mismo y al mundo exterior para no caer en la autoindulgencia. Pero me gusta la subjetividad y la uso cuando la necesito".
Sin planes previos, cada proyecto está sometido al devenir de las circunstancias personales y familiares de McElwee. Con la película que lo hizo célebre en 1986, Shermans's March: A meditation on the possibility of romantic love in the South during an era of nuclear weapons proliferation, quería analizar los efectos de las campañas del militar yankee en los Estados del Sur durante la guerra civil estadounidense. Pero, recién abandonado por su novia, acabó meditando sobre las relaciones amorosas. Time indefinite, en 1994, pretendía ser la crónica del matrimonio y nacimiento del primer hijo del cineasta, pero la muerte de su padre lo convirtió en un ensayo sobre el paso del tiempo. En Bright leaves (2003), su último documental hasta la fecha, McElwee quería explorar las raíces familiares de su bisabuelo, un magnate tabaquero que perdió su fortuna. Terminó por retratar los efectos sociales del consumo de cigarrillos. El sentido del humor alivia la gravedad de los temas. "Creo que el humor me permite afrontar situaciones que no son nada divertidas. No podría haber hecho documentales sin humor y creo que si no hubiera usado la primera persona en mis documentales, no podría haberlo utilizado".
McElwee también se salta a la torera la sacrosanta regla de que el director no debe montar él mismo su película. Pero no quiere dar la impresión de que su obsesión es controlarlo todo: "Soy muy inseguro. Enseño el material a medida que filmo porque muchas veces soy incapaz de saber si funciona o no".
Ahora trabaja en un nuevo proyecto. Su materia prima son 70 horas de metraje filmado en los últimos 18 años y aún no tiene ninguna idea precisa de qué planteamiento tendrá: "He trabajado así anteriormente. En Bright leaves había metraje filmado en los 15 años anteriores", asegura. McElwee siempre ha rodado en celuloide (16 milímetros que luego hincha a 35 milímetros) y sólo últimamente se ha pasado al vídeo. Todavía no ha decidido qué formato usará en el futuro. Tampoco tiene claro si sus próximos documentales seguirán explorando la veta autobiográfica.
Ni siquiera sabe si seguirá siendo documentalista o se medirá en la ficción. "Ya no soy tan joven, tengo dos hijos y hacer un documental requiere mucho tiempo; además, en esta era de los reality shows hay mucha más consciencia de lo que significa estar delante de una cámara y eso dificulta el acceso a la gente, bien porque quieran que se respete su intimidad... ¡o porque sólo estén dispuestos a hacerlo por dinero!". McElwee no da nada por sentado, pero deja caer que, quizás, su camino discurra por los derroteros de la ficción experimental. -
Ross McElwee es miembro del jurado del festival Punto de Vista, que se celebrará en Pamplona del 15 al 23 de febrero. El día 17 se proyectará su documental Time indefinite (1994).
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