Alma Guillermoprieto, premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2018
El jurado considera que la periodista mexicana "representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea con una escritura clara, rotunda y comprometida"
Alma Guillermoprieto (Ciudad de México, 1949) se encontró con el periodismo en medio de una revolución. Hace justo 40 años, era una exbailarina profesional que vivía en Nueva York y trabajaba como traductora simultánea. El sandinismo acababa de entrar en erupción y decidió viajar a Nicaragua. “No tenía como financiarme el viaje así que conseguí que un reportero británico me contratara como traductora. Me intención era solo ir a ver, pero al día siguiente me llamaron de The Guardian para pedirme una nota. Así, por accidente, llegué al periodismo y ya no he parado”, explica por teléfono desde Bogotá, donde vive desde hace cinco años. Así —“saltando de liana en liana”, de The Guardian al Washington Post al The New Yorker; de Nicaragua a El Salvador a Colombia— ha trazado un carrera de cuatro décadas galardonada este jueves con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2018.
El jurado reconoce su larga "trayectoria profesional y su profundo conocimiento de la compleja realidad de Iberoamérica", comunicada a través de una escritura "clara, rotunda y comprometida, que representa los mejores valores del periodismo en la sociedad contemporánea", y con la que ha sabido tender "puentes en todo el continente americano". Guillermoprieto interpreta el galardón como “un reconocimiento a la necesidad del oficio”, en un momento en que “el periodismo atraviesa un momento muy interesante: persisten las causas que hacen que nos sintamos pesimistas, pero también hay razones para el optimismo gracias a las generaciones más jóvenes y adaptadas a internet”. El oficio, sentencia, “va a sobrevivir”.
Sin formación académica —“nunca estudié ninguna carrera y mucho menos la de periodismo”— su escuela fueron las mejores cabeceras anglosajonas. “A mi me tocó traducir una cultura a otra y este esfuerzo me obligó a ser clara, a asegurarme que lo que escribía se entendía. Muchas veces los periodistas dan por hecho demasiadas cosas que en ocasiones no llegan al lector”. Ese estilo preciso, riguroso y aséptico lo aprendió del “maravilloso equipo de editores de The New Yorker o de la sección de verificación de datos de The Washigton Post”, de la que fue redactora de plantilla.
También ha colaborado con textos en español para EL PAÍS, las revista mexicana Nexos o la colombiana Gatopardo, además de publicar un puñado de libros de crónicas esenciales en la tradición moderna del periodismo latinoamericano. La Habana en un espejo, su última obra, es “el recuerdo de cuando fui allá a enseñar danza moderna con apenas 20 años y entré en ese torbellino llamado Revolución, que me cambió para siempre, aún no sé si para bien o para mal”. En Al pie del volcán te escribo, una selección de textos de 1995, explicó así su trabajo: “si bien estos artículos fueron hechos para tratar de explicar América Latina a los que nos ven desde afuera, no fueron escritos por alguien que está de paso. Vivo aquí, y rara vez -y con pésimos resultados- he escrito sobre otra cosa que sea América Latina, porque si bien hay otras cosas que me apasionan, no hay nada más que me pertenezca".
Su mirada panamericana fue también reconocida en 2017 con la concesión del Premio Ortega y Gasset a toda su trayectoria. El jurado destacó su capacidad para hacer un periodismo de alcance internacional, “con el que ha sabido transmitir las complejidades de la realidad latinoamericana en general y de su país en particular”. Desde 1995 es un miembro de la Fundación para el Nuevo periodismo fundada por García Márquez. Colombia es por ahora su última residencia. En enero publicó en National Geographic un reportaje sobre el proceso de Paz firmado entre el Gobierno Juan Manuel Santos y las FARC. “Quiero hacer un libro, pero voy a esperar a que pasen las elecciones, a que las cosas se asienten un poco más”.
Con este galardón, Alma Guillermoprieto se convierte en la tercera mujer que consigue el Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades en sus 38 ediciones, después de que la fotógrafa Annie Leibovitz lo obtuviese en 2013 y la filósofa María Zambrano, en 1981.
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