_
_
_
_
sillón de orejas
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

‘Olay’ y adiós

El vértigo de lo cotidiano deja viejos a los diarios de papel, y mucho más a una columna semanal: lo que pensaba decir de Cristina Cifuentes se quedó obsoleto

1. Cosmética

Nunca escarmiento. Pensaba referirme en este Sillón de Orejas a la señora Cifuentes, la expresidenta de hierro (no olvido la dulzura de sus fuerzas de orden cuando era delegada del Gobierno), al escándalo de su máster ful, a la sucesión de sus mentiras y marrullerías, a la exhibición obscena y permanente (“no me voy, me quedo, me voy a quedar”) de su inconcebible cachaza por creerse inmune, como si fuera la encarnación femenina del Übermensch nietzscheano, alguien tan superyoico y tan poseído de voluntad de poder que aguanta lo que le echen con tal de salirse con la suya. Incluso ya tenía el título de la columna: Ande yo Cifuentes y ríanse las gentes, ya ven. Pero el vértigo de lo cotidiano deja viejos a los diarios de papel, y mucho más a una columna semanal: lo que pensaba decir de la dama se quedó obsoleto. Tres horas después de que se pusiera en circulación el vídeo inculpatorio de la ex con los botes de crema de Olay (marca de la multimillonaria Procter & Gamble) que había tomado “por equivocación”, la ingente cantidad de literatura sobre el suceso que circulaba por la Red ya daba para llenar una enciclopedia Espasa. Incluso Wikipedia —una moderna Espasa sin pedigrí— ya había añadido una coda con varias notas a su biografía. A mí —que quede claro— Cifuentes me parecía un horror incrustado en el más tremendo horror de la corrupción que pringa a su grupo. Pero no he podido evitar ponerme por un momento en su pellejo de descuidera pillada infraganti: qué bochorno, qué ganas de que la tierra te trague, qué vergüenza, qué humillación. Y sé de qué hablo; si me permiten la confianza, les voy a confesar un secreto inconfesable. Hace muchos años (ustedes aún no habían nacido) me agarraron afanando los dos tomitos del Romancero de la résistance espagnole en la antigua librería parisiense La Joie de Lire, que François Masperó había fundado en la Rue Saint-Séverin, y a la que acudía a comprar (y mangar) libros buena parte de la izquierda a la izquierda de la izquierda. Tengo que aclarar que, de todos mis amigos y amigas, yo era el único que no había robado nunca un libro, con lo que la hazaña adquiría la densidad de un rito de paso. El dependiente que me pilló me echó una bronca morrocotuda, me afeó la conducta a gritos delante de toda la parroquia, me humilló llamándome petit voleur espagnol ante la mortificante sonrisa de mis expertos amigos. Menos mal que no llamó a la gendarmería y me dejó pagar y largarme cabizbajo, con mi engurrio, mis lágrimas reprimidas y mi exiguo botín. Aprendí la lección, claro, y never more. La Joie de Lire acabó cerrando a causa de los robos, lo mismo que la madrileña Cultart y otras muchas librerías de izquierda. Lo curioso es que los ladrones lectores solo trabajaban en ellas, sin duda porque suponían que, si les pillaban, no llegaría la sangre al río. En el caso de la celebridad descuidera que nos ocupa, qué quieren que les diga. No creo que robarle dos botes de cosméticos a una de las mayores multinacionales cosméticas del planeta constituya un síntoma de su profundo talante anticapi. En fin, le deseo que, ahora que tiene tiempo, se embadurne a gusto su duro rostro.

2. Aforismos

Las redes sociales han llevado al aforismo, el más especular de los géneros, a un esplendor del que carecía desde Gracián o La Rochefoucauld. Es verdad que nunca desapareció del todo, pero es evidente que Twitter ha conseguido crear más aforistas espontáneos que nunca, al menos sobre el papel (virtual). Hay aforistas de toda clase: Nietzsche, Cioran, Gómez de la Serna, Machado (su Juan de Mairena es una mina), Bergamín, Gloria Fuertes, Ramón Andrés o Vicente Verdú (véase su último libro, Tazas de caldo, en Anagrama) lo son a su peculiar manera. Y lo más paradójico es que, a pesar de su brevedad y (a menudo) apodíctica contundencia, el aforismo es un género más practicado por los mayores que por los jóvenes, quizá porque se presentan como condensaciones de experiencia. Sobre el aforismo y sus múltiples formas puede leerse con provecho Fuegos de palabras, una antología de “aforismos poéticos” españoles de los siglos XIX y XX editada y prologada por Carmen Camacho, que ha publicado Vandalia en su cada día más interesante catálogo. De los últimos libros de aforismos llegados a las librerías destaco especialmente la recopilación Breviario de escolios (Atalanta), de aquel brillantísimo y aristocrático reaccionario (en el sentido más antropológico del término) que fue el colombiano Nicolás Gómez Dávila (1913-1994). De este libro —recopilación de otra recopilación más extensa— permítanme que les transcriba unas muestras muy actuales para que les den vueltas en sus cabecitas: “Los reaccionarios somos infortunados: las izquierdas nos roban ideas y las derechas vocabulario”, “Toca hoy oponerse a toda censura, para que la carroña moderna se pudra con mayor rapidez” y, por último, “El mundo moderno descubrió el secreto de degradar aún lo sórdido”.

3. Japónica

Tres importantes novedades para seguir alimentando la pasión japonesa. Una vida en venta (1968; en Alianza), la novela más divertida, insólita y surrealista (con vampira incluida) de Yukio Mishima. Pensamientos desde mi cabaña (Errata Naturae), de Kamo no Chômei: en pleno boom editorial del nature writing, un brevísimo clásico del siglo XII, las reflexiones de un antiguo funcionario que se retira al campo decidido a vincularse con la naturaleza, anticipando a su modo el Walden de Thoreau. Por último, Pescadores de medianoche (Gallo Nero), una estupenda selección de 7 mangas alternativos (de los años setenta) del gran Yoshihiro Tatsumi (1935-2015).

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_